Slogan
No debe ser normal
tener dolor de aire en las pupilas,
flotar sin presentirlo, sin tener un
motivo.
Sentir asco por todo
o enredarme en el verso
y desaparecer aunque nadie lo note.
No, no debe ser normal
depender del naufragio,
del “ya no hay remedio”,
“tenga fe, eso funciona”.
Llenar mi botiquín con mansas
mariposas
o polvo de serpientes segadas por la
luna.
Aquí en la avenida
todo es anormal y a nadie le importa.
Hay mil y una palomas,
mil y un almas revolotean y chocan
como inmensos abejones de siempre.
Un niño no vidente falsifica la vida
y canta una ranchera.
Una adolescente se levanta la falda
pero solo la miran el policía que
escupe
y el drogadicto loco que estira la
mano
para medir el borde del abismo
y calcular el salto.
Mil y un vendedores se lanzan al
acecho,
insisten, gritan,
tratan de convencerme:
“melcochitas de coco”,
“llévese un recuerdo
venga tómese una foto
aquí con las palomas”.
Y el recuerdo me regresa veinte años…
Justo frente a la estatua de
Beethoven
una ocarina proscrita convulsiona;
solo diez metros más a la derecha
me intercepta Calderón de la Barca
y me recuerda que la vida es sueño.
Clausurada
Y cómo hacer cuando no quedan islas para naufragar.
Joaquín Sabina
Cierro
el lunes, el libro, las ventanas.
Cierro
con doble picaporte los besos
y
coloco mi álbum de rencores
con
las cajas de los lácteos vacías
dentro
del reciclaje.
De
pronto, siento el pálpito de otras dimensiones;
una
sombra contornea mi talle sin mirarme,
mientras
el viento restriega su amargura
en el
hollín de un dique,
cada
vez que el sol
se
ahoga impotente.
-No
es prohibido llorar-
me
susurran los ojos.
También
la lluvia agrietó su gemido
sobre
el lomo de las ballenas sordas.
Los
ángeles desprovistos de cielo
convulsionan
conmigo.
Yo
trato de aquietar un corazón
que
grita en medio de la sala:
soy
mujer, niña, ancla, locura,
cascarilla
de nuez intempestiva
en
mitad del océano.
Una
estalactita que burló al deshielo,
fruta
que maduró precoz
colgada
del silencio.
Las
hormigas prosiguen su camino
y
tambalean la tarde
sobre
este travesaño
en el
que hace equilibrio mi latido.
Le
susurro a mis alas:
¡en
cuántas lunas más naufragaremos!
Circunscrita
Me
circunscribe el pálpito que humea en el fuego,
la
pócima ancestral de la danza,
la
plural telaraña que nos hizo creer
que
éramos mariposas inconclusas
sobre
las húmedas laderas de Macondo.
Me
circunscribe el beso,
los
charcos asustados de este siglo
que
en torrencial lujuria
me
atraviesan entera.
Esta
incorregible y desdoblada nostalgia
que
me invade cuando amo otras metáforas,
otros
desasosiegos…
La
memoria me cabe en una gota de agua
escondida
con las niñas
que
tiemblan en mis ojos.
En el
cerrojo que aprisiona
esta
mortaja a medio terminar
y
cada punto cruz que se bordó en mi cuerpo.
Me
circunscribe, ambigua y locuaz,
un
corazón rebelde, todavía de pie
en
mitad de este cuerpo.
Los
sonetos de Shakespeare,
aquel
réquiem de Mozart,
la
trova de Serrat o de Pablo
y el
roce despistado de tu mano en mi pierna
cuando
me vence el sueño.
Me
circunda la ausencia del ángel
que
me guarda de ser siempre perfecta,
de
solapar el veneno y la duda
y de
usar la palabra precisa
cuando
debo callarme.
Del libro de la autora: La
soledad del ébano. Editorial UCR 2015
Lucía Alfaro
San José, Costa Rica
Intensos poemas, llenos de mensaje, abrazos
ResponderEliminarGracias por tu lectura.
EliminarSaludos cordiales
Analía