miércoles, 11 de noviembre de 2015

L. E. Torres

Remembranzas

Te amo porque al amarte te encuentro…

Y mientras Salome baila
en los escombros de mi juventud,
mi cabeza rueda lentamente
por entre los pies enlodados
de los esbirros taimados de la muerte.

Te amo porque al amarte nos envuelve el silencio…

Y los perfumes de las astromelias
de la abuela aún yacen doloridos
en las viejas y lamosas escalinatas,
aún contemplan, ante el detenimiento
del tiempo en sus propias negruras,
el cuerpo del hijo muerto, amortajado
por la más honda de las fieras tristezas,
acurrucado, silente, en algún sepulcro,
allá en la tumbal corona de la azur colina.
Y llueve el dolor por sobre las jaulas de los canarios mudos…

Nos envuelve el silencio de las rosas, de los lirios y del amor…

29/03/2015


Cuarteto fascinado

I

Y es que tengo como unas ganas de irme
Pero una abismal necesidad de quedarme;
Cual esperando lo que no se me debe,
Como lo dijo el gran vidente Vallejo.

Cual esperando con los brazos abiertos
Los númenes macabros y funestos:
El hambre, la soledad, el delirio,
La miseria, la fusta implacable del mundo.

¡Por qué no puede uno cerrar los ojos
Para no sentir que ese viento agreste
De tempestad funérea envuelve el alma!

-¿Dónde está el alma?, preguntan los racionalistas.
Qué dolor y pavor los que siento al quedarme,
Pero aún no sonrío mi despedida.

II

Amándote olvido que no puedo amar,
Olvido que el artista está vacío;
Que es un tirano de fuego sombrío,

Que es una noria que no puede parar;
Un espectro de sempiterno bramar,
Extraviado en un terreno baldío,
En lo escarlata de su desvarío,

En su insondable y horrísono callar.
¡Qué sofisma es este tan rutilante!
Un desbordar de la melancolía

De la muerte en el agrio y fulminante
Rayo de la vida, cual Poesía
De belleza lejana y humeante,
Cual absurda y tonta filosofía…

III

Déjame aquí en el limbo de tus labios,
En donde el vino agrio es esa caída
Dulce a través de los abismos lacios,

Déjame aquí sintiendo la hoz suicida
De mis sentires, que por los espacios
Serpean hondo y lejos de la vida.

Me sé una selva de misterio suave,
¡Como tu limbo!, en donde el desacierto
De lo vivo, de humanidad cubierto,
Clama triste que mi beso lo lave,

¡Pues yo no soy roca en delirio de ave!
Yo soy la vil sonatina del muerto,
El alborozo en el instante yerto,
La fosa oscura, de oscuridad grave…

IV

¡Qué es aquello que buscamos al perdernos!
¡La Vida!, la vida que yace trémula
Y contrita en el pan negro de la muerte.

¡Oh señores, que exquisita belleza!:
La noche deleitosa y ardiente, henchida
Del hedonismo que calcina el alma;
La noche extendida toda en su lecho umbrío,

Exponiendo lentamente su rubí,
Su tesoro, su manzana artera.
¡Ay amor y dolor de la maldad ajena!...

¡Y yo soy un huérfano y yo estoy hambriento
Y sediento! Soy tu amante lucífugo, madre…
Permite que con tus negruras me embriague
Y que lama el no-ser tibio de tu costado…

La verdadera vida está ausente
Rimbaud


L. E. Torres
Colombia

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