Leer
Leer
es una gracia, habitarse de lo lejano, lo distinto. Leer es una forma de
escribir, jugar con el texto. Pasión en la belleza de leer con otros.
Compromiso, en la lectura interior en la que también estamos acompañados. El
lenguaje es de todos, un legado que recibimos y que damos. El lenguaje que es
vivo y cambia, regalo del tiempo, que seguirá andando sin nosotros. En el
placer de leer están las ciudades, los paisajes, los hombres, las mujeres, los
niños, las guerras, lo maravilloso y lo nefasto. Es el poema, los sentidos, los
pensamientos. Leer es el silencio, cuando hay un blanco en la página, cuando
levantamos la mirada al cielo, cuando la imaginación perfora los techos y
surgen las complejidades, lo brumoso, lo cálido. Si tenemos el libro en la mano
o adentrado no necesitamos el permanente ruido de los medios que nos quieren
robots. Leer es complejizar, es la vida, el eros. La muerte, tánatos,
desanda, desarma, simplifica. Leer es un abrigo, el calor de saber que lo que
leemos y recordamos estará salvado para siempre de las hogueras de todas las
dictaduras.
Los
libros son compañeros del alma, recordar a Miguel Hernández, la guerra civil
española, la Lengua de las Mariposas y llorar, llorar,
llorar.
Una buena mandarina
Con
los ojos cerrados toca la cáscara apenas rugosa, la desprende. La fruta desnuda
se abre en gajos. Los hilos distraen o adornan el jugo dulce, son como vías que
guían a los labios, protegen o anticipan la pulpa naranja.
Ella
abre los ojos, los caminos llevan al olor, se pregunta por los restos de esa
iluminación sensorial. Arman una pintura, el ojo y el sol de la fruta se miran.
No
hay más que la música del jugo del sol en el interior del cuerpo.
Sociedad de Consumo
Le resultaba tan difícil hacer
duelos que hasta le daba nostalgia cambiar el termotanque.
Pensaba tantas lluvias tibias
y piscinas bañeras.
Se deshacen los hilos de la
historia.
¿Y cómo hacer con el alma que
está empotrada?
¿A quién le
preguntó?
A veces me parece que anduve
por la vida con una memoria vaporosa, una gasa para la red de cazar epifanías,
agarrándose trocitos de sol oliendo a sol, o besando la roja
ebullición de la Santa Rita en el cielo de mi patio. Cazando con los ojos, o
imaginando que lo veía, al quetzal tan buscado entre los árboles altos del
parque nacional. Mojada la memoria en la lluvia que borda un encaje para
la hoja verde. Él se acordaría del resto, la precisión de las fechas y los
itinerarios. Ahora no puedo olvidar la llave salvo que quiera dormir a la
intemperie. ¿Y si la intemperie fuera esto: no poder compartir los recuerdos?
Camila O Gorman
Amores rebeldes
Camila
escribe cartas, pero sobre todo una historia de amor no convencional. ¿Puede
ser el amor encerrado entre los muros de las convenciones? A ella y al cura
Ladislao los matan por haberse atrevido. Ella estaba embarazada. A la iglesia
no le preocupó la vida por nacer. Está claro que lo que la iglesia
persigue en ellos es el placer y el amor ya nacidos.
Anudados
Cintas
que desnudaban en un solo movimiento el camino de la vida. La vida como un
cuento. La luna desataba fulgores que impregnaban tonos de sorpresas líquidas.
Como fragmentos plateados, luces, guijarros de belleza, invadían todo. Ellos se
daban a la noche como al agua los peces.
Mujeres que escriben
Quiero hacer un pequeño
homenaje a las mujeres que han sacado tiempo del sueño para intentar
un poema o las cartas que atravesaron el mar con sonrisas y secretos. Las que
ingresaron con un tropel de sueños a los estudios, a la política, a la
vida misma. Escribieron cuadernos de clase, volantes, recetas de cocina,
artículos en revistas estudiantiles, barriales y graffitis. Hay
mujeres que en tiempos terribles perdieron hasta el cuerpo (desaparecido) para
dejar inscripta una palabra de lucha.
No me refiero solamente a
escritoras, las mujeres que escriben son un infinito universo buscando sus
voces y sus brillos a través del tiempo.
Cristina Villanueva
Buenos Aires, Argentina
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