miércoles, 11 de noviembre de 2015

Damián Andreñuk

Un jardín antiguamente amado

Estás a salvo.
Te nutre y te conduce
la gran sabiduría
        de la sangre.

Y cuando marches a través de todas tus edades
      como por un jardín antiguamente
                amado,
   cuando concibas a la muerte
      y sus tinieblas insaciables,
   cuando el último brillo de tu boca
      se apague duramente
serás aún
      la fugitiva niña despojada de máscaras
       que los atardeceres reconocen,
serás el amarillo dulce
       que las hojas de otoño
                desvanecen.

Seguirás abriendo con tus manos
bellísimos portales
                    en el aire.


Testigo fútil

Testigo fútil de un poderoso drama sin veracidad,
                  de la perenne sensación de andar sobre derrumbes.
Espectáculo siniestro. Animales heridos.
¡Estoy tan indefenso en mi constante morir!

Me di a una fuga equivocada
y sé que no hay resurrección
(sólo fragmentos de tiempo
conformando siempre un mismo desengaño).

¿Quién me brindará el bálsamo inútil?
¿Quién compensará mi endeble marcha fatal? 


*  *  *

            Despiértame con golpes
      al vértigo exquisito de tu aroma.
            Arrójame con brusquedad
   al sueño abierto y gris de haber nacido.


*  *  *

A la orilla de un río

Se disparó en la sien a la orilla de un río.
Se volteó bruscamente y cayó sobre el pasto. Antes había
                                                           / susurrado
lo que consideró su último grito, su redención, su clamor definitivo.
                                                                / Pero nadie
lo escuchó (y no es lo que quería), nadie acudió para salvarlo.

Al principio fue desesperante; se hundió con ranas y lombrices
                                                          / que atacaron
 su piel. Descubrió sus dedos pegajosos mientras el hedor agotaba 
                                                               / su cerebro.
 El pantano se hizo oscuro y la hierba húmeda se desvaneció en un
                                                        / suave, hipnótico
 e infernal silbido.
      Luego sintió en su cuerpo la caricia de la lluvia
      “es como permanecer abrazado a ella”, pensó.
      Y se rodeó de tinieblas.  


Desde un espacio ínfimo

Identifico en ella lo que se ha ido de mí;
cómo respeta el amor del corazón,
cómo cambia de búsquedas tiznada de nubes,
cómo sangra feliz eludiendo abismarse.

No se arrastra ni se escapa
ni le implica un esfuerzo su autenticidad;
discretamente aporta sus alas,
reconstruye la historia desde un espacio ínfimo
y consigue una versión mucho más pura. 


Esqueleto de ceniza

Lo sé.
No habrá paraíso en mi esqueleto de ceniza.
El amor tiene un rostro invisible idéntico a todo.
Cómo escupe veneno la angustia imperfecta.
Cómo agita el aire con su largo dolor.
Pero hay calma en la blancura.
Sabe que viene un fulgor
de látigos que estallan.
Caerán secas las máscaras.
                  
Es preciso aguardar
más quieto que el silencio
entre crímenes diminutos.
                          Intacto.

Damián Andreñuk
La Plata, Buenos Aires, Argentina

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