jueves, 26 de marzo de 2015

Gustavo Córdoba

Otoño

El otoño se derrama en las veredas,
pone una pausa en el verde del naranjo
y con puntos suspensivos, deja,
un signo interrogante, para mayo.

Abro un paréntesis al tiempo de la espera,
y con signos de admiración, aguardo
en el andén oculto de mi alma
conjugando los verbos de mi tiempo
y el adjetivo final, de la palabra.

Me inauguro, tal vez sin darme cuenta,
en el regreso en una entidad nueva,
para mirar de nuevo tu figura
enmarcada en el vano de la puerta.

El otoño se derrama en las veredas,
mientras sigo soñando, en la espera,
un verano frutal, entre mis manos…


Buenos Aires

De nuevo Buenos Aires sin ti;
cierro mis ojos y trato de dibujar tu figura
en el aire con mi dedo rugoso extendido hacia
el enorme sitio de tu ausencia…

Te busco en todas partes,
en los sitios comunes, en las horas anteriores,
en los recuerdos viejos;
cuando tu nombre pequeño brotaba de mi labio
y llegaba a tu oído
como buscando abrigo.

¿Te acuerdas cuando sorteábamos palomas
por Carlos Pellegrini y Lavalle era una fiesta
de cines y de libros?

Éramos dos niños grandes recorriendo las calles,
y tu mano en la mía dulce como la miel
bendita como el trigo, ázimo pan de vida,
comulgando a diario junto con nuestros hijos.

¡Cómo me duele ahora tu ausencia este invierno distinto!
el solsticio de invierno me encontrará
más viejo
soñando con encuentros, y pegado a tu sitio
y mis ojos resecos por lágrimas lloradas, casi sin luz,
será un párpado herido buscando un andén viejo
para abordar la barca
¡que me lleve contigo!

Las enaguas del alba me encontrarán insomne
buscando entre mis horas, tus horas y tu abrigo,
la seda de tu piel y tu voz en mi oído
y tu nombre pequeño derramado en mi mano
como si fuera un nido…

Estoy en Buenos Aires, y esta noche me digo:
¿para qué este regreso si tú no estás conmigo?


Amo a la vida

Amo a la vida y la vida me ama;
amo esta vida que me dio todo:
una mujer, que me precedió en el viaje
y me dejó seis hijos en los cuales me prolongo.

Amo la vida por la vida misma
porqué aprendí a reír por fuera
aun llorando por dentro;
amo el sol que día a día golpea mi ventana,
amo el aire, el agua, la mañana;
amo la noche,
amo la almohada que abrazo en mis insomnios largos
y amo los sueños que los sigo soñando
en madrugada
arrebujado bajo el lino de la sábana…

Amo al niño que golpea mi puerta
en busca del sustento diario
y amo al dipsómano que a duras penas
se mantiene en pie,
y que todos los miércoles prendido de mi aldaba
busca la moneda para dejar de soñar
con micro y macro zoopsias;
y estrecho su mano temblorosa y le digo:
¡hasta la otra semana, hermano!

Amo a mis hijos y a mis nietos amo
porque mañana continuaré en ellos
demorado en recuerdos;
es la forma que tengo de no morir
a pesar del tiempo.

Amo todo lo que Dios me ha dado;
la madre de mis hijos y mis hijos,
amo los días buenos y los días malos
y esta vejez de ahora y mi cansancio
y en mis preces le pido a Dios todas las noches
una nueva aurora,
¡para vivir de nuevo otra mañana!


Poemas tomados de su sitio web:


Gustavo Córdoba
Catamarca, Argentina

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