La carta
Para:
un pedazo de cuerda que se quemó.
Hoy
me dio por recordarla, después de todo este tiempo la volví a ver en cada
rincón de cada lugar y quisiera contarle que la necesidad de olvidarle
ciertamente no ha sido tarea fácil, llegué a buscar su boca en otras bocas pero
ninguna llegaba a transmitir esa misma materia viva que dejaba caer en cada
beso, la textura que su cuerpo dejaba cuando habitaba mis manos, los lunares en
los que solía viajar las noches que pasé a su lado. Su ausencia en mi vida se
está acumulando, cada segundo, hora y día.
en
momentos me canso de este amor no correspondido, de que la única forma en que
esté a mi lado es entre las letras que me inspira su ausencia, estoy
entendiendo que lo efímero es parte de la vida y no descarto la idea que
mientras yo la recuerdo entre letras usted esté durmiendo con otro, y la parte
del sexo no es la que me desagrada, es literalmente que duerme con alguien más,
que tiene a alguien que amanece a su lado, que piensa en usted y esta vez no
soy yo; encontró una luz que supo iluminarla mejor de lo que esta vieja lámpara
pudo hacerlo. En resumidas cuentas usted tiene a alguien a quien yo no tengo porque
la sigo esperando a usted.
nuestro
amor fue como una cuerda donde los extremos no se quemaron al mismo tiempo y
por mala suerte me tocó ser el extremo que se quedó, mientras que el suyo se
quemó cual hoja de papel y se fue.
la
realidad del por qué le escribo esto es para no tener que llamarle o decírselo
de frente, para si me armo de valor enviárselo algún día en alguna hora y que
tenga la certeza que usted es mi musa y en estos últimos versos que le escribo
decirle que cada sístole y diástole como cualquier palabra aquí escrita le
pertenece y que ojalá en esta o en otras vidas nos volvamos a encontrar.
Atte:
una vieja lámpara.
Ramón López Díaz
Matehuala, San Luis Potosí, México
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