-Pergamino, Buenos
Aires, Argentina-
Aislamiento
Al llegar las vacaciones elegía
recluirse. Accionaba los cerrojos de la puerta y cerraba las ventanas. No podía
soportar los días del verano. Sentía que el sol erosionaba su figura, vaciando
de sentido la existencia. Prefería, pese a todo, la rutina del trabajo.
Sumergirse en la penumbra del archivo, donde siempre lo aguardaban los papeles…
Silenciosos, ordenados y secretos… Incapaces de alterarlo.
Alejamiento
Lo vemos alejarse y ya añoramos
su presencia. Sus golpes en el piso, sus ruidos con las manos. Extrañamos
además su sonrisa almibarada, sus dientes de manteca. No sabemos aún cuándo
regresa, pero apostamos a verlo nuevamente. Tenemos que decirle algunas cosas.
Soltar los argumentos que apretamos con los dientes, creyendo que después será
distinto.
-Él no quiere volver –aseveran en
su casa-. Está cansado de hundirse en los recuerdos.
Nosotros insistimos. Queremos que
nos diga finalmente si es verdad que fuimos egoístas.
Suma y resta
Suma y resta sentado en la
vereda. Su mujer lo mira desde adentro, mientras abre la ventana y se refresca.
La tarde color de berenjena se expande ante sus ojos. Las miradas se cruzan en
el aire. Las palabras circulan entre ellos y al final se amontonan en la
entrada… Es preciso reordenar el matrimonio. Pasar el plumero por sus hombros y
guardarlo después en el ropero. Allí donde conviven las plumas con las telas,
que el tiempo transforma en telarañas.
Burocracia necesaria
-Señoras y señores -dijo el
ordenanza como todas las mañanas-, no olviden traer los documentos. El trámite
comienza cuando ustedes lo dispongan. A medida que se vayan ordenando, el jefe
volverá sobre sus pasos. Sus años de trabajo justifican la demora. No es
posible que tanta burocracia se diluya en el fragor de la impaciencia. Hay en
él un cuidado aprendizaje que debe aprovecharse de algún modo. Un perfil de
funcionario responsable que crece con el pulso de la espera. Si no fuera de
esta forma, olvidarían su rostro fácilmente.
Anunciante
Cada tanto me dispongo a dar la
hora. Me detengo en la vereda de la plaza y preparo mi voz para anunciarla.
Siempre observo que se den las condiciones adecuadas. No puedo decir que es la
hora de la siesta si nadie reconoce sus probados beneficios. Es absurdo
proponerles un descanso entre tanta ansiedad desparramada.
Fugitivo
Ese hombre al que buscan y rebuscan
se ha escondido finalmente en su tapera. Allí come y duerme por las noches y
destila en soledad sus pensamientos. Cuando el día irrumpe en su guarida, sus
ojos le señalan el camino. La luz es su acicate. Una luz acuosa y coloreada
donde él chapotea como un niño…
A través de la ventana, su mirada
captura las primeras impresiones. Selecciona los colores y las formas,
componiendo en su conjunto un simpático abanico.
Un viaje
Lino Unsuaga prepara las maletas.
Faltan pocos días para el viaje. Sus brazos se estiran llevados por la prisa,
mientras giran sus piernas al compás de los relojes.
-No es un viaje común -les dice a
sus amigos-. Ni tampoco es un paseo de rutina. Es algo difícil de explicarles.
Consiste en eyectar las propias ilusiones y dejarlas en suspenso por un rato.
Después de unos minutos, sentirán un alivio refrescante. El punto de partida
más propicio para volver a pensar en otro viaje.
Del libro La reunión de los ausentes. Ediciones
Botella al Mar, Buenos Aires, junio 2012
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La ambición se alimenta de todo, hasta de otras ambiciones.
Susan Sontag
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