-Formosa, Argentina-
Pozo
La camisa se le pega al cuerpo. Le arde la piel. El calor es
una bruma blanca que sólo corta la línea oscura del pavimento. Resulta inútil
el aire acondicionado, la cabina del camión es un cubo asfixiante.
Se apoya en el volante tratando de aflojar el cansancio.
Sabe que ya faltan pocos quilómetros para llegar al pueblo y le alegra esa
idea, aunque su esperanza sea un lugar perdido. Después de tantas horas de
transitar la soledad de una selva hostil, se le aparece como un oasis soñado.
Sonríe. Es que, en sitio escondido en la maraña, no sólo
calmará la sed, está la negrita. La muchachita joven con la que pasara noches
de luna ávida, esa niña que le tocó en suerte hacer mujer y que tiene la
esperanza que aún lo espere, como prometiera, a pesar de todos los meses de
ausencia que siempre se dan entre cada viaje.
Ha pasado casi un año, pero así son los caminos de los que
viven transportando cargas en un país tan extenso… y en cada punto dejan un
amor para que apague el hambre del vientre… como marineros de tierra. Es una
cosa graciosa, no hay otra vida que esa de picar flores en el camino como
colibríes errantes. Su mujer y familia anclados en un punto lejano que se ha
reducido casi a una foto que guarda en la pestaña del guardasol del vehículo…
para que no se vea demasiado, claro… y que no serían más que eso si no fuera
que esa familia le lleva el dinero que gana en ese deambular perpetuo. Igual no
renuncia, no podría vivir anclado en un sitio, soportando a un ser que hace
tiempo desconoce.
Pero la negrita… ella fue un caramelo que le regaló el
verano, en un trasnoche de baile y vino. Quién iba a decir que era virgen. Se
subió al camión sin problemas y le dejó hacer su gusto. Linda y mansa. Esas
sólo se consiguen en el interior y cada vez menos. Últimamente están tan
avivadas que fijan precio antes que uno sepa el nombre. Bueno, esta no es así.
Será un buen par de días y los va disfrutar a pleno... si lo esperó, claro.
Qué puto calor, no ve casi y el sudor le hace arder más los
ojos insomnes. Ya va a llegar.
Todo este tiempo esperando y se aparece como si nada. En
este pueblo de pocas casas tuve que ver el camión parado en la playa de la
estación de combustible. Yo estaba sentada en un rinconcito de la mesa, como me
toca en los últimos tiempos, y me dio tal ansiedad que vomité la comida. El me
buscó recién a la tardecita y yo, que ya me había llorado todo, me fui con él
al descampado, subida a ese camión que odio y lo dejé que me hiciera todo lo
que quiso… total, ya qué importa. Soy la marginada del pueblo, mi familia no me
habla, los antiguos amigos me meten mano sin pedir permiso y yo ya me
acostumbré a estar callada. Él no sabe que me hizo un hijo, que todos estos
meses fui la persona más repudiada y criticada. Que, de nena me transforme en
puta… si no hubiera sido porque estaba embarazada, me hubieran tirado a la
calle. No sabe nada, ni que le mentí en la edad y que mi cumpleaños de quince
lo pase de parto. Tenía que volver cuando mi bebe está casi de dos meses… es un
don de la virgen… o del diablo. Esa criatura que ni llora porque sabe que no es
querida. Nadie lo atiende. Yo tampoco. Lo odio tanto como todos los demás. Por
su culpa me pasa todo esto… por su culpa y por este tipo que ahora que lo miro
mientras jadea y suda me da asco y me pregunto cómo mierda me acosté con él
aquella vez. Vino y se fue sin más que unas caricias, pagándome una comida y
unas gaseosas. Debo haber estado loca o era la necesidad de animarme de una
vez, ya que todas mis amigas tenían ya su experiencia y me trataban como
idiota. Idiota soy, no tengo dudas, pero en ese entonces me creía inteligente.
No me gustaban los del pueblo porque contaban con detalle las cosas que hacían
con mis amigas y creí mejor ir con uno de afuera. Jamás pensé que me iba a
preñar… no lo entiendo. Hacerme mujer y puta de una sola vez, sólo a mí me
pasa. Ahora tengo que tomar todas las decisiones que esta soledad culpable no
me permitió. Ahora es el momento.
Está más linda que antes y más mujer. Lo malo es que se
quiere ir conmigo. Bueno, después de dos días de buen sexo y conversaciones
logré convencerla de llevarla a la ciudad y dejarla ahí. Me queda de paso y
lejos de mi casa, además será un viajecito lleno de juegos calientes. Buen
viaje.
El camión se aleja. Ella ha subido con un magro equipaje, un
bolsito y un paquete. Él, ha tirado el paquete en el buche del techo del camión
para que no moleste, ella lo miró de una forma rara. La gente del pueblo ha
quedado convulsionada, no por la partida de la parturienta, sino porque el pozo
del cual sacan el agua tiene un sonido raro… llora, llora como una criatura.
Ella se acurruca en la cabina del vehículo y cierra los ojos, pensando en el
paquete que imagina rebota sobre su cabeza, espera a que estén lo
suficientemente lejos para decidir, si se baja en la cuidad sin decir nada y se
lo deja, o le muestra el atado donde fermenta, lentamente, ese odiado hijo que
ha ahogado en el pozo antes de salir del pueblo.
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Somos un misterio que está siempre en el borde del abismo.
Mario Benedetti
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Analía, excelente espacio el que evidentemente cuidás mucho y desde hace años... felicitaciones! y a Blanquita, querida, qué gran relato y qué fuerteeee (la densidad de ese pozo).
ResponderEliminarUn abrazo. Emilce
www.palabraspozo.com.ar
Muchas gracias por tus palabras elogiosas respecto a la revista literaria, querida Emilce.
EliminarY también agradezco tu lectura y tus conceptos respecto al cuento de Blanca. Sí, es muy fuerte y muy bien narrado.
Un saludito cordial y mis deseos que estés muy bien
Analía