martes, 27 de noviembre de 2012

Blanca Salcedo


-Formosa, Argentina-

Pozo

La camisa se le pega al cuerpo. Le arde la piel. El calor es una bruma blanca que sólo corta la línea oscura del pavimento. Resulta inútil el aire acondicionado, la cabina del camión es un cubo asfixiante.
Se apoya en el volante tratando de aflojar el cansancio. Sabe que ya faltan pocos quilómetros para llegar al pueblo y le alegra esa idea, aunque su esperanza sea un lugar perdido. Después de tantas horas de transitar la soledad de una selva hostil, se le aparece como un oasis soñado.
Sonríe. Es que, en sitio escondido en la maraña, no sólo calmará la sed, está la negrita. La muchachita joven con la que pasara noches de luna ávida, esa niña que le tocó en suerte hacer mujer y que tiene la esperanza que aún lo espere, como prometiera, a pesar de todos los meses de ausencia que siempre se dan entre cada viaje.
Ha pasado casi un año, pero así son los caminos de los que viven transportando cargas en un país tan extenso… y en cada punto dejan un amor para que apague el hambre del vientre… como marineros de tierra. Es una cosa graciosa, no hay otra vida que esa de picar flores en el camino como colibríes errantes. Su mujer y familia anclados en un punto lejano que se ha reducido casi a una foto que guarda en la pestaña del guardasol del vehículo… para que no se vea demasiado, claro… y que no serían más que eso si no fuera que esa familia le lleva el dinero que gana en ese deambular perpetuo. Igual no renuncia, no podría vivir anclado en un sitio, soportando a un ser que hace tiempo desconoce.
Pero la negrita… ella fue un caramelo que le regaló el verano, en un trasnoche de baile y vino. Quién iba a decir que era virgen. Se subió al camión sin problemas y le dejó hacer su gusto. Linda y mansa. Esas sólo se consiguen en el interior y cada vez menos. Últimamente están tan avivadas que fijan precio antes que uno sepa el nombre. Bueno, esta no es así. Será un buen par de días y los va disfrutar a pleno... si lo esperó, claro.
Qué puto calor, no ve casi y el sudor le hace arder más los ojos insomnes. Ya va a llegar.

Todo este tiempo esperando y se aparece como si nada. En este pueblo de pocas casas tuve que ver el camión parado en la playa de la estación de combustible. Yo estaba sentada en un rinconcito de la mesa, como me toca en los últimos tiempos, y me dio tal ansiedad que vomité la comida. El me buscó recién a la tardecita y yo, que ya me había llorado todo, me fui con él al descampado, subida a ese camión que odio y lo dejé que me hiciera todo lo que quiso… total, ya qué importa. Soy la marginada del pueblo, mi familia no me habla, los antiguos amigos me meten mano sin pedir permiso y yo ya me acostumbré a estar callada. Él no sabe que me hizo un hijo, que todos estos meses fui la persona más repudiada y criticada. Que, de nena me transforme en puta… si no hubiera sido porque estaba embarazada, me hubieran tirado a la calle. No sabe nada, ni que le mentí en la edad y que mi cumpleaños de quince lo pase de parto. Tenía que volver cuando mi bebe está casi de dos meses… es un don de la virgen… o del diablo. Esa criatura que ni llora porque sabe que no es querida. Nadie lo atiende. Yo tampoco. Lo odio tanto como todos los demás. Por su culpa me pasa todo esto… por su culpa y por este tipo que ahora que lo miro mientras jadea y suda me da asco y me pregunto cómo mierda me acosté con él aquella vez. Vino y se fue sin más que unas caricias, pagándome una comida y unas gaseosas. Debo haber estado loca o era la necesidad de animarme de una vez, ya que todas mis amigas tenían ya su experiencia y me trataban como idiota. Idiota soy, no tengo dudas, pero en ese entonces me creía inteligente. No me gustaban los del pueblo porque contaban con detalle las cosas que hacían con mis amigas y creí mejor ir con uno de afuera. Jamás pensé que me iba a preñar… no lo entiendo. Hacerme mujer y puta de una sola vez, sólo a mí me pasa. Ahora tengo que tomar todas las decisiones que esta soledad culpable no me permitió. Ahora es el momento.

Está más linda que antes y más mujer. Lo malo es que se quiere ir conmigo. Bueno, después de dos días de buen sexo y conversaciones logré convencerla de llevarla a la ciudad y dejarla ahí. Me queda de paso y lejos de mi casa, además será un viajecito lleno de juegos calientes. Buen viaje.

El camión se aleja. Ella ha subido con un magro equipaje, un bolsito y un paquete. Él, ha tirado el paquete en el buche del techo del camión para que no moleste, ella lo miró de una forma rara. La gente del pueblo ha quedado convulsionada, no por la partida de la parturienta, sino porque el pozo del cual sacan el agua tiene un sonido raro… llora, llora como una criatura. Ella se acurruca en la cabina del vehículo y cierra los ojos, pensando en el paquete que imagina rebota sobre su cabeza, espera a que estén lo suficientemente lejos para decidir, si se baja en la cuidad sin decir nada y se lo deja, o le muestra el atado donde fermenta, lentamente, ese odiado hijo que ha ahogado en el pozo antes de salir del pueblo. 


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Somos un misterio que está siempre en el borde del abismo.
Mario Benedetti

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2 comentarios:

  1. Analía, excelente espacio el que evidentemente cuidás mucho y desde hace años... felicitaciones! y a Blanquita, querida, qué gran relato y qué fuerteeee (la densidad de ese pozo).
    Un abrazo. Emilce
    www.palabraspozo.com.ar

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    1. Muchas gracias por tus palabras elogiosas respecto a la revista literaria, querida Emilce.
      Y también agradezco tu lectura y tus conceptos respecto al cuento de Blanca. Sí, es muy fuerte y muy bien narrado.
      Un saludito cordial y mis deseos que estés muy bien
      Analía

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Analía Pascaner