-Tinogasta, Catamarca, Argentina-
El inventor de la pólvora
Es una pena que nadie recuerde el nombre del inventor de la pólvora. Imagino que fue un visionario, habitante de alguna remota aldea china de hace por lo menos 5.000 años. Supongamos que se llamó Chu-Lai y que tuvo la ocurrencia de unir nitrato de potasio con carbón y con azufre, pensando que su experimento era otra inocentada. Puro fuego fatuo. Separó una buena porción, la dispuso en un cucurucho de papel y le acercó, sonriente, ceremonioso y delicado, un tizón encendido. Entonces vio. ¡Vio!
Y fue lo último que vio.
Dos guerreros
Diálogo entre dos guerreros veteranos:
-Por fin hemos llegado a esta otra orilla del río.
-Ahora sólo debemos recordar a qué veníamos.
Los pingüinos
Dijo el mejor alumno de la clase: “Los pingüinos son aves excelentemente provistas contra el frío ya que tienen tres capas de plumas cortas y un grueso forro de grasa que las protege. Además, sus alas y sus patas están adaptadas con toda perfección para las actividades natatorias”.
Y a continuación dijo el peor de alumno de la clase: “Sin embargo los pingüinos jamás aprenden a volar y por eso se los conoce también en todo el mundo con el nombre de pájaros bobos”.
Otra vez el dinosaurio
Debo consumir peyote con más cuidado si quiero ahorrarme estos sustos, pensó el hombrecito mientras orinaba en un rincón de la cueva.
Del libro Monoambientes. Microrrelatos del Noroeste Argentino. Desde la gente, Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, noviembre 2008
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¿Qué mucho que la adulación nos engañe o acegue? Nuestro amor propio ¿no es el primero y más pérfido de nuestros aduladores?
Luis Franco
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domingo, 13 de junio de 2010
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Mucho dicen estos versos. Muy buenos ellos!! un cariño
ResponderEliminarMuchas gracias, querida Nerina.
ResponderEliminarUn gusto publicar los escritos de Luis, siempre reflexivos, y además es buena gente.
Mi cariño y mis buenos deseos.
Anlaía