-Liberia, Guanacaste, Costa Rica-
La que arrulla mis noches
Veo su cara
en cada palabra que pronuncio.
En el grito distante frente al espejo
llevo su nombre en el rojo del verano.
¿Cómo olvidar sus dos mares
en las ventanas de sus manos?,
el ramo de encuentros
oculto en el cesto de las frutas cada mañana,
su canto de agua en el bosque de los niños.
Su adiós no alcanzó el muro del olvido
siempre retoñando con los inviernos.
Amanece, su cabellera de espigas
peinadas por la noche desafiando su luz.
Es fuego en el dolor profundo del piano,
pasajera de nubes
atesorando su amor a la distancia.
En el prisma
Los miedos habitan su espacio
devoran la osamenta como serpiente.
Pegados en la aorta depredan la aurora,
atraviesan la casa sin luz
último bastión de la noche.
Miguel Hernández/
Verso a verso
Todavía resplandece su luz
en los campos de Orihuela,
hiriendo el viento con sus veinte cabras blancas.
El hechizo de sus manos
eternizan las nubes preñadas verso a verso.
El hierro carcelero de su cuerpo
quebró el otoño de su sonrisa,
fortaleció su brazo en la pared
inmortalizando la palabra en su boca.
En su cordillera brilló el sol de su libertad,
volaron desnudas las palomas a su encuentro.
Miguel Hernández no ha muerto,
el pastor de los versos del campo
florece bajo la lluvia del pentagrama
de Joan Manuel Serrat.
Retumban los ríos en mañana incierta, amanece,
beben la angustia del niño de las cebollas,
su eternidad asoma en una celda que mata.
Del libro Los cuervos, ganador del Certamen “Una Palabra en la rama de poesía”, organizado por La Universidad Nacional de Costa Rica, 2006 (noviembre 2007)
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Mira el mundo en tan sólo un grano de arena, mira el cielo en un campo florido, guarda el infinito en la palma de tu mano, y la eternidad en una hora de tu vida.
William Blake
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domingo, 13 de junio de 2010
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Bellísimos versos. Todos.
ResponderEliminarUn saludo afectuoso
Muchas gracias Nerina.
ResponderEliminarCariños
Analía