miércoles, 22 de noviembre de 2023

Luis Benítez

Esta mañana escribí dos poemas 

Esta mañana escribí dos poemas. 
No me pregunto ya por el sentido 
que tiene o no tiene este oficio oscuro. 
Simplemente es otra manera, posible, de estar vivo. 
Me pregunto por el origen 
de esas dos cosas que ahora están sobre la mesa, 
no exactamente hechas de papel y de pigmentos. 
Por los hombres que lo han dicho mejor 
y hoy están muertos.
Por los siglos de guerras y de paces 
que entre las palabras han corrido. 
Me pregunto los nombres y el semblante
del que en otra parte del globo ha dejado 
sobre su mesa otras dos cosas iguales 
y que duda también de mi existencia. 
Me pregunto por los miles de días y de noches 
que han debido transcurrir para que hiciéramos esto. 
Por los cientos de personas 
que han donado los versos. 
Me pregunto por qué, hace un rato, 
se ha modificado dos veces este mundo. 


El mar de los antiguos 

No volverá jamás el mar de los antiguos 
a rebañar las costas creadas por sus olas. 
Un año de ancho, una vida de largo, 
se sumió en la honda bocanada del fondo.
Con él las bandas de Erik el Violento 
y la pacífica vela de otro ladrón, fenicio, 
doblaron para siempre ese horizonte blando 
y abajo el precipicio que los tragó 
a todos como se cierra un libro. 
Ni el ceñudo pirata que un día fue 
estatura y bronceado y sombra, 
ni el traficante sofocado bajo tricornio y títulos, 
tuvieron el poder de detener 
aquellas otras olas que se llaman horas; 
menos el múltiple ahogado, ése sin nombre, 
puede asomar la cabeza ahora 
para su intrépido persistir 
bajo la luna, a solas. 
Ah mar de Eneas y de Ulises 
que no eras éste y eras 
la cuna del delfín y las especias 
y el camino del oro y siempre, lo Otro. 
Qué portugueses y españoles eran 
cuando eran los que eran en el mar. 
¡Y el junco de esa otra historia, la ignorada, 
que salía a él bajando de los ríos 
como una rama armada de astrolabio, 
con hombres amarillos bajo la tensa seda 
guardando sus secretos, sus caminos y sus signos! 
Veo entre peces voladores 
cabalgar la trirreme del romano 
y al bajel del griego salir de la zozobra; 
todas esas ambiciones que iban tras las Hespérides 
encalladas en el arrecife del Minuto. 
Y la Sirena, el paganismo de a bordo 
recubierto de escamas y colocado fuera, 
y el oficial Leviatán del Viejo Testamento 
condensados en la ballena blanca 
que surcó todavía, en mil ochocientos y tantos, 
el querido inolvidable mar de los antiguos. 


Los ojos de Rimbaud 

Azules, de bárbaro. Hoy cantan para ti 
los suaves trinos y en el taller literario 
adelgaza la voz el papagayo: conmovida 
endulza las Grandes Miradas su lección de confitero. 
De este lado rezamos por ti hincados ante un lobo: 
que la bella ciencia es una habitación que da a lo oscuro 
y el hombre, ese acertado inconstante, 
es apenas unos pocos pasos que por ella van y vienen. 
Hoy que las profesoras de letras olvidaron todo 
lo que saben de ti los presidiarios
y el vago que, a riesgo de ser aplastado por los automóviles, 
detiene la metáfora de su paso por recoger el milagro 
de una hoja, sin alcanzar a explicárselo; 
hoy que apenas los ascensoristas 
se levantan de entre los demás, 
hoy que esta loca materia aparece ahogada y vencida, 
como lo estuvo siempre, como va a estarlo siempre, 
flotando sobre las aguas de los números; 
hoy que en tus selvas vírgenes arraigaron los casinos 
y suena música disco en todas las Áfricas tonantes, 
hoy que en la calle 88 y Broadway una horrible fulana te pasea 
impreso en su remera, sonriente con toda la Gloria Americana, 
hoy que encuadernado en cuero y con letras doradas 
te exhiben los dentistas en sus huecas bibliotecas 
y te honran a su modo, repartiendo venenos 
por las calles del mundo los ágiles traficantes, 
hoy que caen los muros y todas las posteridades se desploman, 
hoy que la Historia, esa vieja enemiga, 
se ríe de nosotros diciendo que no existe, 
como en tu tiempo repetía el Diablo; 
hoy que los blandos músculos de los diputados 
pueden arrojar al mar, si quieren, a miles de forzudos extranjeros, 
hoy que la tímida democracia probó ser más efectiva que los reyes, 
hoy que todos por fin somos buenos 
y alza su copa radiante el rosado, negro, amarillo y cobrizo 
banquete de la vida, más allá 
de los caritativos grupos que intentan el soneto, 
a través de las bibliotecas barridas por el polvo y las secretarias, 
sin dactilografía ni voz ni esperanza ni objeto,
cruzan las geografías dos luces gruesas y potentes 
anillando la Tierra. No por el símbolo sino por la mirada 
eres como el dios de plástico que cuelga de su pared el asustado, 
para que esos Ojos le sigan por la casa. Para nosotros 
los mínimos, para nosotros los pocos, para nosotros los débiles, 
que sólo queremos estar ociosos, tus párpados están 
siempre abiertos, hermano desdeñoso, 
Jesucristo el Terrible, 
hoy que es una vergüenza tener hambre 
siguen mirando lo mismo tus fanales salvajes. 


Poemas incluidos en La Vida Entera. Una antología. Tomados de ‘Revista Realidades y ficciones’ Nº 53, agosto 2023 
Luis Benítez 
Buenos Aires, Argentina

2 comentarios:

  1. Transcribo aquí lo que escribió Graciela Maturo para la Fundación Argentina para la Poesía. "Luis Benítez es un poeta notable, dotado de un pensamiento crítico, incisivo y móvil, y de una sensibilidad que genera una contraparte, siempre reprimida, proyectada en imágenes". Saludo afectuoso desde Córdoba, Alfredo Lemon

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Alfredo:
      Muchas gracias por tu lectura y por dejarnos ese dedicado comentario de Graciela Maturo acerca de Luis Benítez.
      Mi abrazo y mis mejores deseos

      Eliminar

Muchas gracias por pasar por aquí.
Deseo hayas disfrutado de los textos y autores que he seleccionado para esta revista literaria digital.
Recibe mis cordiales saludos y mis mejores deseos.
Analía Pascaner