Ese día se cumplía el último plazo. Inflexibles con la palabra empeñada, vendrían.
Ellos le habían dado dos oportunidades más. Cuando pidió la tercera, cortante y fríamente le recordaron la sentencia implacable.
“Tiene setenta y dos horas. ¡MUÉVASE!”
Sin alternativas, debía afrontar la realidad.
Las deudas de juego, se pagan o… ¡Se pagan!
Se escuchó el timbre y no vaciló.
Ellos al ver que no abría y luego de varios golpes, derribaron la puerta.
Él estaba en su sillón, la cabeza levemente reclinada, lo mostraba exánime con una
mueca sonriente.
Su mano derecha caída sobre el escritorio, portaba una beretta 9mm; un hilo de sangre bajaba de la sien, sobre un papel donde descansaba la estilográfica de oro.
A PESAR DE TODO SOY UN HOMBRE DE PALABRA. PAGO MIS DEUDAS.
Fue lo último que escribió con ella.
Este cuento integra el libro de la autora: Desandando
Beatriz Caserta
Buenos Aires, Argentina
Muchas gracias, querida Analía.
ResponderEliminarValoro mucho que hayas publicado algo de mí autoría. Especialmente, en este número especial del aniversario de mi querida " amiguita".
Un abrazo de corazón a corazón.
Beatriz Caserta.
Muchas gracias a vos, querida Beatriz, siempre un gusto publicar tus escritos.
EliminarMuchos cariños y mis mejores deseos
Llega un momento en la vida, en que uno, necesariamente es intermediario entre lo pensado y lo realizado. El honor… es la recompensa, para aquellos que salen de la ciénaga. Trágico tal vez. Pero fue su palabra.
ResponderEliminarFelicitaciones Beatriz
Muchas gracias por tu lectura y tus conceptos, Gustavo.
EliminarMi abrazo y mis mejores deseos