miércoles, 22 de noviembre de 2023

Analía Pascaner

¿Quién es? 

Mis pies contagian la pereza a ese sol que aún no salta sobre las montañas. Vislumbro un espléndido día: el cielo lucirá radiante, la gente disfrutará del prematuro calor y serán esas mismas personas quienes expresarán en el verano, agobiadas por cuarenta y tantos grados: “qué sofocante, ni un solo día fresco tuvimos en invierno”. Camino sin prisa reteniendo en mi alma el cielo gris que disfruté días atrás. Miro el rostro de las personas que cruzo. Me vuelvo y observo cada gesto, me detengo y examino cada palabra. Busco algo que me resulte familiar. 
No lo veo, no lo puedo hallar. No lo sé encontrar, no sé dónde buscar. ¿Qué conozco de él? ¿Acaso sé quién es? No sé su nombre ni el lugar del planeta que recibe diariamente sus pasos. Mis ojos están vendados, ando a tientas sin saber si algún día lo encontraré. 
Cierto acontecimiento lejano detuvo el tiempo mientras nuestras miradas se fundieron en una extraña sensación de deseo y urgencia. Luego el atropello: gritos y empujones, corridas y sirenas me abrumaron dentro de una realidad inesperada. Su mano me arrastró lejos de allí y nos hallamos solos, arrancando nuestras ropas, expulsando los pensamientos, desatando suspiros, explorando ocultos rincones, convulsionando la sangre, estallando de pasión. Y una vez en calma, sus dedos pasearon por cada milímetro de mi piel, me miró con dulzura, me besó con ternura y desapareció tan rápidamente que a nada pude atinar. Salí corriendo y me mezclé entre la multitud, lo busqué en cada rostro y en cada mirada. Nunca más lo volví a ver. Jamás tuve la certeza si estuvimos juntos o sólo fue una jugarreta de mi imaginación. Sin embargo, al evocar aquel instante mi corazón sale de sus límites, mi respiración se torna incontrolable, mi piel se eriza pensando en sus manos, mi cuerpo se estremece ante el deseo. 
Nada sé de él. Tal vez está tan cerca mío como lo siento siempre: cuando necesito cerciorarme que no camina junto a mí, o cuando le escribo miles de palabras que jamás leerá, o cuando mi mente se enmaraña en esta obsesión. Aprieto el recuerdo de ese encuentro, extiendo las palabras escritas, escondo los sentimientos dentro de mi corazón. Sólo eso tengo, sólo eso conservo de él. Sensaciones fugaces rondando mi vida. Un momento que no consigo olvidar… o tal vez no quiero olvidar. 
Hoy reniego contra aquél recuerdo que se apoderó de mí. Hoy necesito liberarme de esa persona adherida a mi vida y a pesar de ello muy cerca de él estoy ahora mismo, observando y mirando con la impresión de que realmente está a mi lado. Camino sin prisa para encontrarme con un hombre. Doy vuelta a la esquina expectante por esta reciente relación que debiera rescatarme. Pocos pasos me separan del bar donde veré a esta persona que conocí hace algunos días y ejerce cierta atracción sobre mí. Alguien se topa conmigo, levanto la vista mientras murmuro una disculpa y de pronto el tiempo se detiene en esa mirada, en esos ojos que jamás creí ver nuevamente. Observo más adelante, aquel hombre ya está esperando sentado al lado de la ventana a escasos metros de allí. Regreso a esos ojos que están frente a mí, esos ojos que esperé todos mis días, esos ojos que se llevaron todos mis sentimientos hace tanto tiempo atrás. Le regalo mi sonrisa más valiente mientras él toma mi mano entre la suya y caminamos presurosos en sentido opuesto al bar. 
 Invierno de 2003 

Analía Pascaner 
Buenos Aires - Catamarca, Argentina 

9 comentarios:

  1. Queridos lectores:
    He comprobado que en ésta, como en otras entradas, han desaparecido algunos de los comentarios realizados por los lectores así como también mis agradecimientos a dichos comentarios.
    Me apena por la gente que ha leído mi cuento y ha plasmado sus conceptos.

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    1. ¿No estará el hombre del bar detrás de los sabotajes?
      También uno de mis mensajes veo que ha desaparecido.

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  2. No sabe, querida, lo que he disfrutado de su relato; ¡Hacía tanto que no se prodigaba!
    ¿Cómo estaba tan segura de que jamás que su desconocido le leería?, ¡Claro!, si no escribía...
    Me da pena el hombre del bar, porque podría haber sido yo o cualquier otro, y nunca sabrá que su cita fallida, ha dado cuerpo y alas a un sueño que siempre siguió su estela seguro del reencuentro. Creo que eso le hubiera resarcido de la pera.

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  3. El encuentro soñado... que tan pocas veces se produce en la realidad...
    Al hilo del primer párrafo, leí hace unos días que, según los antiguos celtas, la confusión de las estaciones es uno de los rasgos que prefiguran el apocalipsis.
    Abrazo.

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  4. Excelente relato Analía. Manejás el tiempo y el espacio de la narrativa (y de quien relata la historia imaginaria o no) con la solvencia justa que permite al lector entrar y salir de allí también y preguntarse si hubo, hay, habrá encuentros... Muchas gracias por ofrecerlo. Te abrazo grande desde Córdoba, siempre agradecido a tu blog y a tu trabajo. Alfredo Lemon

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  5. Qué magnífico relato. Cerré los ojos, y viaje contigo entré y salí. Lograste hacerme sentir, la emoción del encuentro, al tomarse de las manos.
    Gracias, por tan bello decir!
    Un abrazo agradecido por tu trabajo amoroso de cada entrega.
    Beatriz Caserta

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  6. Instantes, sentimientos, vivencias, recuerdos...transmitidos una y otra vez mediante tu excelente narrativa. Un gran abrazo y gracias por este bellisimo relato

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  7. Su reclamo es silencioso, y su devoción, tiene el lenguaje del deseo. Desnudar su cuerpo, en aquel momento, decidió todo un cambio. Su piel delicada, se abrió en capullo donde planearon mariposas mientras sus virtudes, florecían en el alba; de su boca, emergió la palabra, como de un panal de miel prometido, fue entonces, cuando brotó la poesía colmada de goce y ella, se sintió por primera vez, plena. Era sin duda, esa inconsolable realidad, la que la alejada del todo. Vivió entonces el esfuerzo de su fantasía, en un territorio imaginario de contornos invisibles, donde el recuerdo olvidó su rostro; o tal vez no sus manos que aún despiertan sensaciones y estremecimiento. Camina buscando sin embargo no sabe reconocerlo, lo ha olvidado el tiempo. Aunque no sabe su nombre, ni su pasado ni su presente; extraña situación que obedece tal vez a la necesidad de alejarse; sin embargo, en ese bar, en esa mesa, en ese lugar, encuentra la primera palabra del silencio: La Mirada. Y con solo eso ambos caminaron en silencio por aquellas veredas
    Felicitaciones hermoso relato Analía
    La imaginación es una nube invisible

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  8. Inmensamente agradecida con cada uno de ustedes por disponer de vuestro tiempo para leer mi escrito, por sus apreciaciones y comentarios, todo muy bien recibido. Me agrada saber que han disfrutado de mi cuento. Miles de gracias!
    Mi abrazo y mis mejores deseos

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Analía Pascaner