sábado, 9 de abril de 2022

Rubén Pérez Hernández


Soy sangre que se diluye 
en un torrente desbocado, 
en una multitud que camina 
sin horizonte fijo. 
Soy espíritu del pasado 
que aún galopa 
por el campo abierto, 
estando en muchos 
siendo parte de tantos; 
viento y nube, 
sol y lluvia, 
como tanta gente 
como mis antepasados. 



Rompamos las cadenas 
que atan y agobian, 
que no nos dejan mover 
aprisionando y desgarrando 
piel, carne y alma.
Levantemos la mirada, 
veamos alrededor, 
conozcamos lo importante 
y con brusco movimiento
liberémonos de las ataduras, 
vestiduras artificiales, 
creencias erróneas. 
Tomemos al niño en brazos 
y juguemos a fantasear 
que lo fundamental 
es un tiempo precioso 
que escapa sin regresar. 
Regalemos esa sonrisa 
que tenemos apretada 
y veremos contentos 
un mejor mañana. 



Cuántas veces 
desde el atalaya de las creencias 
contemplamos al mundo 
y a sus habitantes,
a todo lo que nos rodea y nos inunda. 
Cuántas veces 
dejamos caer el desdén 
en forma de opinión, 
crítica que desgarra, 
que lastima y quebranta. 
Cuántas otras 
nos sentimos en el olimpo 
de las actitudes nefastas 
sin reparar siquiera 
en que solo eso son, 
posturas vanas. 
Adoptemos la inocencia, 
esa que perdona y sana, 
esa que purifica el corazón 
llenándonos de vida cada mañana. 


Rubén Pérez Hernández 
Uruguay

3 comentarios:

  1. Tres poemas que tal vez apelan a los antepasados, a la sonrisa y a las creencias para apoyar una valoración y un renuevo de las condiciones esenciales de la existencia. Gracias.

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  2. Totalmente de acuerdo con L. Caffarello

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