Soy sangre que se diluye
en un torrente desbocado,
en una multitud que camina
sin horizonte fijo.
Soy espíritu del pasado
que aún galopa
por el campo abierto,
estando en muchos
siendo parte de tantos;
viento y nube,
sol y lluvia,
como tanta gente
como mis antepasados.
3
Rompamos las cadenas
que atan y agobian,
que no nos dejan mover
aprisionando y desgarrando
piel, carne y alma.
Levantemos la mirada,
veamos alrededor,
conozcamos lo importante
y con brusco movimiento
liberémonos de las ataduras,
vestiduras artificiales,
creencias erróneas.
Tomemos al niño en brazos
y juguemos a fantasear
que lo fundamental
es un tiempo precioso
que escapa sin regresar.
Regalemos esa sonrisa
que tenemos apretada
y veremos contentos
un mejor mañana.
4
Cuántas veces
desde el atalaya de las creencias
contemplamos al mundo
y a sus habitantes,
a todo lo que nos rodea y nos inunda.
Cuántas veces
dejamos caer el desdén
en forma de opinión,
crítica que desgarra,
que lastima y quebranta.
Cuántas otras
nos sentimos en el olimpo
de las actitudes nefastas
sin reparar siquiera
en que solo eso son,
posturas vanas.
Adoptemos la inocencia,
esa que perdona y sana,
esa que purifica el corazón
llenándonos de vida cada mañana.
Rubén Pérez Hernández
Uruguay
Tres poemas que tal vez apelan a los antepasados, a la sonrisa y a las creencias para apoyar una valoración y un renuevo de las condiciones esenciales de la existencia. Gracias.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con L. Caffarello
ResponderEliminarMuchas gracias, Lina y Haidé.
ResponderEliminarMi abrazo