El libro
Mientras
alegre marcho, con la luz de la vida,
alabo
aquellos libros por los dioses escrito,
y en
medio de la mar rebelde necesito
leer
para albergar su esencia extrovertida.
Oh,
libro, amigo mío, paz para mi alma erguida
que
enriquece los frutos que, con amor, transmito
al
cielo de ese huerto, donde se encuentra escrito
el
rumbo de mis vuelos hacia cualquier herida.
El
veintitrés de abril del siglo XVII
se apagaron
dos lirios, insignes escritores,
que
donaron al orbe el arte del jinete.
Se
marcharon los dos, entre ramos de flores,
a
donde las estrellas forjan el brazalete
de
oro y de miel dorada que lucen los lectores.
Azucenas
de honores
para
Shakespeare y Cervantes, néctares de ventura,
cuyos
cantos nos dan luz de literatura.
Del
libro del autor: Transparencias,
2019
Que no sequen tus mares
Necesitas
los sones del alma
que
mira, desde la inmensidad de su grandeza,
al
cielo de los cielos.
Contempla,
aunque sólo sea por un instante,
la
redondez de la voz
que
deja, sobre la noche
de los
siete imanes, la clave
original
de la luz que palpita, serenamente,
siempre
alentado por jazmines.
Corre
por la sangre de la vida
como
un río que domina sus raíces y sus frutos.
Corre
en el aliento de tu rebeldía, y defiende,
con
tus soles de oro, al hombre que ofrece,
a los
latidos del mundo, la amistad
de la
sonrisa desinteresada y esa atmósfera
que
sólo la belleza conoce.
Deja
por un momento el tráfico de mohos y cardos,
y
llena tus venas, copas ansiosas de brisas
cantoras,
de ese beso todo transparencia y estímulo,
machacado
por la fanática servidumbre
de los
baluartes edificados sobre la distancia,
de las
guitarras sin cuerdas,
de los
olivos de humo
y de
los dioses que nunca escuchan
los
cantos con nombre y savia de vida.
Acoge,
en lo más íntimo de tus mares,
la
constancia de aquellos que sólo se nutren
de la
energía que proporciona lo enteramente puro,
y crea
tus primaveras y sus múltiples fragancias
con la esencia celestial
de la palabra sin suciedades ni
venenos.
Después, despliega tus alas y
vuela sin descanso
por la médula del silencio,
abrazado a su riqueza
viva, como esa claridad
invencible
que atesora el hombre en su
cáliz siempre presente,
pero ignorado por los adoradores
de lo vano.
Del libro del
autor: Desnudo, Ed. Corona del Sur.
Málaga, 2003
Carlos Benítez Villodres
Málaga, España
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