Un lugarcito en Monte Vera
Las
ramas del sauce me acariciaron los hombros, dándome la bienvenida.
Y su
sombra me alivió el calor que ahogaba persiguiéndome desde la ciudad.
El
amplio patio alfombrado con césped, refrescó mis pies y un arco iris de flores
salpicando los rincones llenó mis ojos inundando de paz y alivio que tanta
falta hacía a mi espíritu.
La
casa pequeña, simple, acogedora, aún sin completar su amoblamiento pero con
detalles donde se adivina la mano de su dueña.
Pero
el espíritu de Teresa danzaba entre las púberes plantitas, que mostraban sus
hojas nuevas, sus flores, compitiendo entre ellas por ser la mejor, la más
mirada. En lucha contra las mandíbulas de las hormigas, los caracoles, el
ardiente sol del verano, el granizo que las deshojó y aplastó a las más
pequeñas. Pero se unían, se abrazaban entre sí y crecían devolviendo el amor
que les regalaban.
Se
adivina un futuro precioso jardín, se presiente un día, no muy lejano, caminar
entre perfumes verdes y sutiles rojos, amarillos, azules y blancos y la sonrisa
ancha y orgullosa de su creadora, Teresa, la jardinera poeta.
Elsa Hufschmid
Santa Fe,
Argentina
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