lunes, 23 de septiembre de 2019

Salomé Moltó


Agua

En el camino que va desde el pueblo al pico Tell, hay una casa de campo con una explanada delante de la puerta principal, en cuyo centro se encuentra un pozo pintado de azul.
Cuando subes la cuesta, ves durante un tramo del camino, la elegante construcción. Recuerdo que muchas veces, una mujer de avanzada edad, sacaba agua del pozo sirviéndose de un cubo atado a una soga. Lo más sorprendente, el deleite que expresaba al beber el agua del cubo con un vaso que sostenía firmemente en la mano.
Me paré un día, al bajar del pico Tell en pleno verano, aturdida por un calor sofocante. La mujer me ofreció un vaso lleno del agua cristalina que bebí con tanto placer. Ya lo había hecho alguna vez cuando bajaba durante mis excursiones campestres.
- Buena, ¿no?
- ¡Deliciosa, y con este calor me sabe a gloria!
- ¡Más aún, creo que sabe a amor!
- Una mañana de oro después de una noche de plata, el dolor y el desamor se ahogaron en el agua.
¿Me estará recitando un poema la buena señora? Me dije para mis adentros. Y como si adivinara mis pensamientos repuso:
- Ya sé lo sencillos que son mis versos, pero dicen verdades. Marita desapareció y todos dicen que se fue con su amante, lejos, muy lejos, porque ya nunca volvió. Yo sé que no fue así. Para impedir que se fuera con su amor, su padre la echó adentro del pozo.
- ¡Oh, no me diga! -repuse visiblemente impactada.
- Desde entonces esta es el agua más dulce, más sabrosa y refrescante que existe. Penetra hasta lo más recóndito de tu ser, es la fuerza de su amor que te invade. ¡Saboree, saboréela! - dijo con énfasis.
- Ella desde el fondo del pozo le regala toda la pasión que su amor frustrado le dio -dijo al tiempo que miraba el pozo y el vaso de agua.
Conocía la historia de la joven Marita, que había desaparecido, pero que su padre la hubiera matado y echado al pozo, me parecía un total desatino.
La señora del vaso de agua y el pozo era la tía de aquella joven desaparecida, y resultó la única superviviente de aquella solitaria familia, la del olvidado caserón a medio tramo del encrespado camino hacia el pico más alto del contorno. 
Me fui casi corriendo, bastante presurosa al tiempo que empecé a sentir en el último sorbo de agua, un sabor extraño que me apretaba la garganta. 

Del libro de la autora: Cosas que quiero decir, 2018

Salomé Moltó
Alcoy, Alicante, España

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