Incompleto
El mozo del comedor del hotel
no entendió bien cuando el recién llegado le pidió mesa para 15, y no por el
pedido que podía ser de lo más normal en otro lugar, pero no en ese pueblo
donde generalmente todos los comensales no llegaban a tal número, por tratarse
de pasajeros en espera del colectivo que ingresaba una vez por día, sirviendo
el hotel de improvisada terminal de ómnibus.
Además el mozo lo había visto
descender de un sulky, el que dio la vuelta y su conductor retomó el camino de
la sierra por donde había venido.
No obstante, y pese a lo extraño
del pedido, mientras el viajero se había encaminado hacia unos negocios
vecinos, el mozo agrupó las mesas que estaban en el salón comedor, aprovechando
que los presentes se acodaron en el mostrador del bar a beber la acostumbrada
ginebra.
Llegó la hora en que se servía
la comida, y el viajero del pedido volvió al comedor.
El mozo le indicó el sitio
donde podían verse los arreglos para el banquete que el pasajero pensaba
ofrecer a personas aún no llegadas, pero que el dependiente suponía no tardarían
en hacerlo.
Con el mismo gesto adusto que
había hecho el pedido, encaró al mozo y le espetó:
- ¿Por qué me hace esto, si a
mí me gusta comer solo?
El mozo sorprendido al
principio, pero con una molestia luego que no pudo ocultar por el tono de la
voz, le respondió:
- ¿Cómo que le gusta comer
solo, si Ud. me pidió mesa para 15?
En ese momento, y con el mismo
gesto adusto - después se enteraron los circunstantes que también usaba para
hacer bromas -, el viajero retrucó al mozo:
- ¿Qué, no sabe Ud. que a mí
me dicen Pedro Quince? - Y con un rápido movimiento se sacó la alpargata
mostrando que había perdido todos los dedos del pie izquierdo en una hachada
cuando se encontraba trabajando, sin haber salido completamente de la
borrachera de la noche anterior.
Cuento del
libro del autor: Final de Sinfonía.
Ediciones El Biguá, San Luis, Argentina. Enero 2012
Jerónimo Castillo
San Luis, Argentina
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