domingo, 27 de agosto de 2017

Emilio Núñez Ferreiro

Sin tocarse

     Ella lo amó hasta lo incomprensible. Él ni se dio cuenta.
     Después de tantos años esperándolo, cuando Andrés enviudó, Norma creyó que había llegado el momento en que se fijara en ella, pero el hombre ya se había embelesado con otra boca, y tampoco se dio cuenta.
     Ya eran dos ancianos sumergidos en el espanto de la soledad cuando él se cercioró de que ella lo había amado en silencio. Doña Norma se ilusionó en que, al fin, podrían caminar lo que les quedaba agarraditos de las manos…
     … Esta vez, fue la muerte de Don Andrés la que se impuso, lo encontraron sentado bajo el paraíso con el mate tan frío como él entre las manos.
     Fueron como en las cavernas, donde las estalactitas del techo y las estalagmitas del suelo demoran siglos en tocarse.

     Con los pobres humanitos es distinto… ¡La vida es tan breve!


Enseñanza

     Siempre me decía lo mismo: “Ven Emilito, vamos a hacer una pulseada”. Mi inocencia y mi manito se aferraban a su diestra y hacían lo imposible; pero jamás se dejó ganar. Por momentos, llegué a odiarlo. ¿Qué le hubiera costado?
     Pasaban los años, y cada tanto, me repetía lo mismo: “Ven Emilito, vamos a hacer una pulseada”.
Mientras el almanaque me hacía crecer y a él lo llenaba de canas, supuse que de aquel “juego” ya se había olvidado. Pero una noche me sorprendió y volvió a desafiarme. Al principio me negué. ¡Qué sé yo! Hasta ridículo me pareció, pero insistió tanto… En cuanto nos fusionamos, comprendí que mi mano de dieciocho años ya estaba acorde a la suya.
     Recuerdo su cara congestionándose y cómo se dilataban las venas de su frente. Tengo presente, como un estigma, su mano, debajo de la mía, sobre la “O” de vino que dejara aquel vaso sobre el mantel. Evoco su mirada con un dejo de orgullo, y su diestra cansada en mi hombro, diciéndome: “Bueno, ya eres un hombre”…
    … Jamás olvidaré mi llanto en aquel baño. No porque yo fuera un hombre, ¡me faltaba tanto! Si no, porque papá se estaba poniendo viejo.


Emilio Núñez Ferreiro
Escritor de Barcelona, España. Reside en San Antonio de Padua, Buenos Aires, Argentina

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