1.
Una puerta de madera en barrio
Escalante, Kabanga, oculta la estación de limoneros y pejibayes, pueblo de
montaña donde las serpientes volatizan sus caídas de agua por ríos profundos,
la voz del vaquero enmaraña luz del maíz o toronjas relucientes en azúcar de
hielo raspado.
Un tocadiscos rumbea al son de
las tardes con juventud campesina congregada en salón de pulpería y cantina, faena de maderas elementales en romance.
O la poesía de carretas en el
café elevado a chocolate en luna de papalote, descanso del aporreo de frijoles
luego de la lluvia y del entierro de los cenzontles. O los polvazales del
verano flameando en la borrosa cadencia del quijongo.
Una puerta de barrio oligarca
mercadeado se superpone a la realidad, conduce a otros territorios: zaguán
profundo de días laborales con el insomnio de un ángel en duermevela, la
asfixia de madre que manotea en las nebulosas del parto como presagio hacia la
lucha callejera de los años cuarentas, o el previo alboroto del amor desgarrado
por los sembradíos.
Una puerta de madera en ese
barrio, Kabanga, o en cualquier otro de ciudad provinciana, es el caleidoscopio
de infancia-adolescencia donde siempre cae la fotografía del eco en
daguerrotipo, ajándose en un bolsillo cual instante amarillo de familias
vencidas por el costal de los inviernos.
Una vieja puerta en barrio
Escalante descorre el velo para mirar a través del cristal ahumado del poema…
2.
Una puerta cerrada son mil
puertas abiertas, Kabanga.
Pluralidad de salidas hacia el
relámpago, permanencia del tiempo en marcha que oscila al vacío de imágenes
como chorro de luz en la habitación del suicida.
Bamboleante cuelga su armadura
ausente, víscera de ciudad y cinta agraria donde el huracán es furia
precolombina amalgamada a otras historias de puertos. Sitio que teje y desteje
el himno heroico. Cuerpo fragmentado en la arena calcinante del mito hasta el
aullido de corazón abierto en manos del ungido y la multitud que ruge como en
circo, o en estadio, a la hora fulminante del gol o del sacrificio.
De serpientes emplumadas por sol
y luna en pieles manchadas. Tatuajes de la bestia. Lodazal donde germina toda
palabra. Sal y vinagre transmutándose en vino. Viento inconstante en las
madrugadas del soñador que enhebra melodías y armoniza números: dibujos
tallados en la piedra, rumor de pincel primitivo en la pared de la caverna…
Kabanga: pase magnético para
abrir, derribar, mil y una puertas…
Poemas pertenecen al libro del autor: Kabanga
Adriano de San Martín
San Carlos, Costa Rica
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