miércoles, 23 de enero de 2013

Susana Máspoli


-Buenos Aires, Argentina-

Añoranzas
  
Mi nombre es Aldonza, así se llamaba mi abuela materna.
Mi padre, Manuel, y mi madre Josefa, decidieron cruzar el océano dejando España, su tierra, era la única posibilidad de seguir viviendo.
Llegaron a este “país bendito”, con su valija de cartón y el atadito, el Hotel de Inmigrantes donde estuvieron aproximadamente un mes. Por el oficio de Manuel, les aconsejaron dónde instalarse.
Él tenía una gran capacidad de trabajo y Ella sabía como llevar adelante la casa, para eso estaba preparada.
Manuel consiguió trabajo como obrero, Josefa, en la habitación de un conventillo y poco a poco construyendo la casita ahorraba centavo por centavo. Empezaban a llegar los hijos.
Él comenzó a reunirse con otros inmigrantes gallegos, andaluces, que profesaban casi con devoción el Anarquismo.
No bastaron los ruegos de Ella. La militancia se le fue metiendo en las venas.
Todos fuimos naciendo en Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, para el caso las fechas no interesan.
Los recuerdos de mi niñez no son alegres.
Mis hermanas y mi único hermano, vivimos la primera infancia entre los llantos y ruegos de nuestra madre.
Nuestro padre anarquista por elección era encarcelado, perseguido, huía por los techos, pero lograba siempre comunicarse con nosotros. Adoraba a su familia pero no podía estar cerca de ella.
Para protegernos, nuestra madre nos envió pupilos a un colegio religioso.
Esta es la primera vez que recuerdo nuestras angustias y dolores, comienzo a sollozar como nunca me atreví a hacerlo.
La comunicación era muy poca, siempre alguna vecina bondadosa nos visitaba, relatándonos los acontecimientos de la casa, y teníamos en el corazón la imagen familiar.
Pasaron varios años. El reencuentro fue muy duro.
Muertos para llorar, hubo y seguirá habiendo.
Rafael murió, no pudo soportar las ausencias.
Nosotras nos dimos la oportunidad de reconstruir los vínculos. Así cumplimos el sueño de mamá.
Nuestro padre falleció confinado en una cárcel del Sur.
Con sus ansias y sus sueños de libertad, será siempre el ejemplo de un luchador.
La vida del inmigrante nos reveló esa extraña forma de ser y no ser, ni lo uno y lo otro.
Gajos, ramas de otras plantas, enraizadas en este “bendito suelo”.


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Es inútil volver sobre lo que ha sido y ya no es.
Frédéric Chopin


2 comentarios:

  1. Desnudo relato de historias reales..."La vida del inmigrante nos reveló esa extraña forma de ser y no ser, ni lo uno y lo otro."... felicitaciones...

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    Respuestas
    1. Gracias por acercarte, querida Graciela
      Recibí mi abrazo
      Analía

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