domingo, 24 de septiembre de 2023

Cleide ‘Mimí’ Muglia

La Tierra que se fue 

“Historia, es ese minuto que quedó a nuestras 
 espaldas, que ya no podemos cambiar pero que 
podemos enmendar en el paso siguiente.” 

Ya sé, hay muchas cosas que no entiendo… y eso que estoy en segundo. Pero son cosas que no tienen que ver con los números y con las letras. 
No entiendo por qué ahora que no hay tierra me regalaron este fútbol tan grande, yo seré algo duro de entendimiento pero los mayores hacen cosas raras. 
Tampoco entiendo por qué cambió este lugar, si era tan lindo. Con un poquito de viento se levantaba finita la tierra formando fantasmitas que jugaban con el sol. Es cierto que nos ensuciábamos mucho, pero ahí cerquita estaba el río y con un chapuzón todo se arreglaba. 
Todo era nuestro, el pasto verde, los árboles llenos de frutos, las flores, pero el río… bueno eso era lo mejor. Nos bañábamos, jugábamos hasta cansarnos. Tirábamos piedras haciendo sapitos. En ese juego, mi hermano Rafael siempre ganaba. 
La escuela no quedaba cerca, pero íbamos con Carmela; qué mansa esa yegua, a veces se paraba a comer pasto tierno; no sé si era tan tierno, pero ella tenía dientes amarillos, fuertes y duros. La señorita Graciela nos esperaba con su guardapolvo blanco, un beso y el mate cocido caliente con azúcar, el pancito lo amasaba Doña Tere. Era lindo, hacíamos dibujos, números, teníamos una caja grande con lápices que habían mandado desde lejos; siempre andaban mandando cosas porque Graciela escribía y escribía cartas pidiendo y a veces se acordaban, otras no porque parece que eran muchas las cartas. 
Papá trabajaba en los sembrados y cuando iba al monte traía algún animalito para comer y frutas. Mamá cortaba caña, nosotros la chupábamos; era rica y los domingos comíamos tortas fritas. Todo era lindo y con color. 
Todo eso fue antes de que este globo gris, frío, enorme nos envolviera. 
Él nos ocultó los terneritos blancos que corrían por el cielo y todo lo que era nuestro, los lápices, la escuela, el pancito caliente, Carmela, la caña dulce, las tortas fritas, y todo lo que nos gusta tanto. Ni siquiera sabemos en qué lugar está Negrito, el cachorro manso que siempre jugaba con nosotros y se tomaba la leche que sobraba después de ordeñar a la vaca Coca. En ese lugar sólo hay personas aunque Carmela y Negrito eran de nuestra familia, y no están aquí. 
Todo empezó… no sé cómo, tampoco sé cómo pasó: ¿Quién pudo hacer enojar al río? Siempre fue tan bueno. ¿Será por las piedritas…? ¿O porque le sacamos peces…? No, porque papá dice que si es para comer no está mal. 
Solo sé que empezó a llover con fuerza, con ruido, que el charco se volvió lago y el lago se desparramó tanto que todo era lago. Que no se vieron más las casas, los árboles, los animales, todo se cubrió de un olor distinto, feo y se puso oscuro y pegajoso. Parece que estamos encerrados en una lágrima gigante, o en un globo enorme, porque por todos lados está ese triste color gris. Quizá sea una lágrima, repito yo y los otros chicos me dicen que estoy loco. 
Vinieron hombres de lejos, con máquinas que hacen … Paf… Paf… Paf… con un molino enorme sobre nuestras cabezas. Después todos en la lancha, pero no sabía en qué lugar estábamos, todo era igual, frío, gris, sin otro color, ni arriba ni abajo ni a los costados. Se fueron los corderos del cielo celeste, la escuela, Carmela, Negrito. 
Todos mojados, fuimos a un lugar grande, oscuro, seco, frío; había mucha gente, muchos chicos; algunos colchones, mantas; un plato de polenta para cada uno y también Graciela que en vez de escribir números y hacer dibujos repartía caldo caliente. Pero igual hacía frío, no teníamos ni sillas ni camas. Nos dieron ropa seca un poco grande, pero era mejor que estar mojados. 
¿Por qué se puso mal el río y el cielo nos dejó sin corderos? Si esto es un globo como pensaba ¿quién lo sostiene? Si es una lágrima ¿quién pudo llorarla? Es mejor que sea un globo porque si se suelta puede llevarnos a un lugar donde tengan un gran sol amarillo como el que yo pintaba y pasto verde como el que comía Carmela. Pero si es globo puede reventar ¿y qué va a pasar entonces? 
Yo pensaba en lo arrepentido que debía estar el que enojó al río. 
¿Vendrían de lejos a traer la tierra? No sabía si Graciela podía escribir ahora. ¡Qué difícil poner los árboles en su lugar!, los nidos, pero si lo hacen puedo jugar con el fútbol nuevo, por ahí pueden… 
Por ahí encontramos todo: la casa, la escuela, y no se perdió nada; por ahí es un cuento feo que termina bien… 


Cleide ‘Mimí’ Muglia
La Plata, Buenos Aires, Argentina

4 comentarios:

  1. GRACIAS ANALÍA. TU TRABAJO HACE MUCHO BIEN. UN CARIÑO POR AYUDAR A LA ESPERANZA

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    Respuestas
    1. Querida Mimí:
      Soy yo quien agradece tus palabras generosas y tu constante buena disposición. Miles de gracias!
      Muchos cariños y mi abrazo

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