In memoriam
Descansa en paz, querida amiga
A.P.
Dedicado con mucho amor a mi joven amigo
Emiliano de Boer
Vine a esta cabina para enviarte
como el avión, muy rápidos
estos poemas de un amor turbulento
y de un tiempo que ha pasado
casi al lado mío, presencia
con tu ausencia regada
y el apetito de verdad
no pude ver saciado.
Fragmentarios, incipientes,
somnolientos, como todo lo mío,
utópicos y sin embargo, suyos.
Pero se quedaron
colgando de una hamaca
en el balcón de una esperanza
y hoy están lejos,
buscando en otras playas
piedras de otro destino
desarropados.
Es que aquí hay una lluvia que no nieva
que transpira un agua
que no suda
que trastorna
que te grita se infiltra y amordaza:
una mitad de la población que se lamenta
con lamentos de esperanza indigestada
y sufre pesadillas de máquinas pagadas
modelos nuevos de autos sin esquinas
mujeres larguiruchas de arrugas casi borradas
pero siempre, aparecidas en Gente, claro.
Ojalá fueran gente, y ya no usaran más pieles
hasta en los días de estío
ojalá se cansaran de contar los dólares
de hablar hasta el hartazgo
del perfecto maquillaje de sus caras
de sus cutis ácidos,
de cremas reventadas
de sus hombres sin nombre, uniformados
carcomidos, sin lágrimas, tristes
sin asumirse ellas también, culpables.
Mientras en la sombría ignorancia
de la calle Santa Fe al tres mil,
de un Palermo con miedo y sin futuro
deambulo sin rumbo
como nave alertada
al filo de la nada
trasnochada.
Una familia cartonera prepara
para comer restos de otra
separando basura de ensalada
y en tanto los niños cenan de la muerte,
sentados en la vereda
frente a un balcón engalanado.
Una paloma blanca
que come de las manos de una niña
me besa la mirada
preguntándome por qué
es que no hago nada.
Buenos Aires, Barrio Norte, 30 de julio de 2003, 23.30 horas
La espera en Chiapas
Dedicado a las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez
Si yo fuera como ella
una mujer nacida entre misterios,
una mujer llamada mexicana,
te abriría el fruto de mis manos
con estos brazos soplando como vientos.
Y en medio de la jungla, con tierra y fuego
resonaría el poema más hermoso
vuelto savia, suelo, cielo, plegaria
salido de la boca de los pobres,
reviviendo la alegría de tu nombre.
Porque eres, con otra nueva muerte,
nuestro estandarte.
Testigo. Víctima. Hermana.
No hubieran podido inventar para nosotras
una mejor arma que ésta, tu carne mancillada.
La montaña adonde viviste con tus muertos
te abrió sus cerrojos y te contó sus cuentos,
y deviniste “la voz que se arma para hacerse oír,
el rostro que se escondió para mostrarse”.
En mí eres hoy esa voz, ese rostro, esa quimera.
Y ha nacido también tu estrella roja,
para prenderse al vuelo de tus lágrimas,
con cajita parlante y pulida para nombrarte:
mujer-hija-hermana-madre-maestra-amante.
“Así te dice la estrella que es montaña”.
Así te canta mi verso, así te llama
mi temor dulce, que se vuelve
entre tus manos frías
canto de amor de otro mañana.
Londres, 28 de mayo 2015
Marta Zabaleta
Nació en Santa Fe, Argentina. Reside en Londres, Inglaterra
Gracias por cada palabra, las percibo como manos abiertas saludando.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu lectura, querida Mimí.
EliminarMuchos cariños y mis mejores deseos cada día
Leo muchas protestas, es tiempo de protestas en esta era de Comunicación, pocas soluciones y una agresión al que sobrevivió, sin pensar que fue dura la pelea, quizá para llegar a flotar entre tanta escoria.Las divisiones no sirven , los puntos de contacto son mejores
EliminarHaidé: Muchas gracias por tu lectura y tus conceptos.
EliminarMi abrazo