Es el agua fresca y necesaria,
a medida que bebo esa poción de amor,
camino las palabras
y me hacen sentir libre.
Penetro en la metáfora,
soy músico entre métricas y rimas,
me adentro en las historias de poetas
y el viento que refresca la mañana
me hace inmenso en la escritura.
Se trata de leer la realidad,
de abrir tu corazón -cerrar los puños-
de discutir el mundo de los cuerdos
y sanar las heridas de los nadies.
Dibujar una luna en las manzanas,
defender con belleza la ternura
y decirte tan sólo cuanto te amo.
Acostarse en el pétalo de una rosa,
taparse con su manto de perfumes
y estar bien relajado.
Es tu amor -el de los otros y las otras-
la razón por la cual somos del viento,
por eso escribo.
Entre el cielo y la tierra
encuentro la verdad
más hermosa del poeta
y el brillo de la vida del poema.
¡Qué bonito que es!
¡Qué bello idioma!
¡Qué sensación extraña de ser libre en cada instante!
Así de fácil es.
Nada más hermoso que el rocío
en los ojos vagabundos
que ven nacer un verso.
Nada más hermoso
que escribir un árbol
o pintar un colibrí
con la mirada.
Sólo hay que entregarse muy sinceramente,
despojarse de ropas y cadenas,
ser el mismo que escribe
y el que vive.
Y gozar.
Sereno estoy
cuando la obra
está preñada
y vuela con la brisa en la vereda
y viaja por las calles
en las mochilas de algunos laburantes
y la leen obreras feministas.
Y construimos con belleza
la utopía.
Y anónima transita
vestida de ternura.
Y brilla en las memorias
en marchas que buscan
la igualdad social.
Y se abraza a tu brazo, compañera
y te toma la mano
y nos damos el beso necesario.
Y olvidan que fue mía
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Analía Pascaner