jueves, 15 de noviembre de 2018

Ana María Godoy


El día que me olvide de tu nombre

       El día que me olvide de tu nombre
             se quebrará mi mundo
                                 en mil fragmentos
porque cada palabra
                                 volverá a ser lo que era.
Un árbol de sonidos extranjeros
                                  una furia de ruidos
o una cadencia oculta
                                  en las ondas del agua
en las huellas de un pájaro
                                        en el cielo.
Nada tendrá sentido
                                  ¡y nada será cierto!

    El día que me olvide de tu nombre
            habrás muerto dos veces
                             de dos pequeñas muertes
y no sabré dónde enterrar tu ausencia
            ¿Debajo de aquel árbol
                      donde la tarde dibujaba sueños?
            ¿Dónde enterrar la soledad oscura
                      para que todo no se vuelva negro?

     El día que me olvide de tu nombre
              olvidaré también
                               que estoy viviendo…

El niño que nos mira


El niño que nos mira desde un andén vacío
es como un equipaje
que alguien ha abandonado.
Sueños sin esperanza.
Música sin destino.
Futuro indescifrable de páginas en blanco.

¿Cómo olvidar sus ojos donde el azul se apaga
cubierto de cenizas?
Cielo que hemos perdido…
¿Cómo olvidar sus manos que crecieron a golpes
y la tierra inclemente sobre sus pies desnudos?

Le prometieron vida desde una sucia cuna.
Mamó la leche amarga
de unos pechos vacíos
y en el agua lodosa de charcos malolientes
jugó en tardes de invierno,
nadó en tardes de estío.

La puerta de su casa no tiene cerradura.
La puerta de su alma
sufre siete candados.
¿En quién puede confiar un alma traicionada
si de tanta inocencia
no nos hacemos cargo?

¿Cómo olvidar sus ojos y su mano extendida?
No alcanza una limosna para tanto abandono.
Se turba la conciencia cuando en esas pupilas
a veces, una lágrima, grita: ¡Yo te perdono!

Algún día será (niño de ojos cansados)
un hombre como tantos,
crucificado y vivo
entre amores y sombras, dolores o pecados
y llevará la imagen del cielo que perdimos
en la carita triste 
                      de un niño abandonado.


Bebe la noche un agua misteriosa

 “la noche hace una casa
negra, pura y de todos…!
Idea Vilariño

Bebe la noche un agua misteriosa
de lágrimas y vino.
Bebe un licor añejo
de palabras gastadas.
Un amargo brebaje
de sueños sin sentido.
Devora hambrienta y muda
los despojos del día.
Hasta saciarse bebe
la sangre del fracaso
y muerde adonde duele,
donde no llega nadie,
como un mastín rabioso
de dientes amarillos.

Alguna vez la noche
fue un tiempo de suspiros
y amor en la penumbra.
Fue el viejo simulacro
de fuegos y paredes.
Fue un canto adormecido
entre las manos
y una sonrisa por la madrugada.
Tuvo el lento perfume
de alguna primavera.
Se pobló de susurros,
de promesas vacías
y huyó como un ladrón,
por la ventana…

Inútil esperarla en nuestro lecho.
Ya la hemos perdonado.
¿Para qué recordarla?

Octubre 2009


Ana María Godoy
Banfield, Buenos Aires, Argentina

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