miércoles, 29 de noviembre de 2017

Ronald Bonilla


Azules del poema

No hay azul más inaudito que el poema,
no hay gota más sutil que esta palabra:
viajó Darío en el azul perdido
de su propia evasión, viajó Picasso
preguntando por la paleta modernista,
vino Albán y selló de azules su vanguardia,
revelación de la aurora, 
tuvieron miedo de añiles los poetas
temerosos,
los mediocres que rehuían azules en la alcoba,
se refugiaron en el sepia de una infancia anodina,
mascullaron fotografías en blanco y negro,
Polaroid y el cine les dijo que fueran 
comentaristas tristes, narradores
en diminutas píldoras sin sangre.

Y yo dije lapizlázuli, y dije ensueños.
Yo que canté a la basura cuando caía
a un pozo sin fe
en la ciudad que inventa el olvido,
yo dije gota o palabra,
azul y frenesí, delirio
y sed de los lobos
escrutando los asilos del alma.

Y tuve azules en poemas 
que no olvidan jamás la tradición,
que dijo golondrina como decir
golonfidra,
que dijo el ocre
para oponerlo a los raudos torbellinos,
que dejó perdido un tigre
en la sala de su casa,
y tuve gris en la lluvia
y charcos detenidos a los pies
de una mujer desnuda,
pues no rechazo a mis poetas,
pues Neruda inventó un azul marino,
pues Vallejo manchó 
de sanguijuelas azules sus hileras,
pues yo paso por todos
y digo mi palabra y no tiemblo,
soy el Nicanor que muere y se levanta,
el Panero confundido con los orates
que lo sacan a pasear,
la Pizarnik muriendo entre su dosis
de silencio, soy todos y soy nadie, 
soy el que no olvida los nombres
como Blas de Otero, 
soy el que no miente esta noche
aunque el azul asfixie.

Del libro del autor: Cabos Sueltos, inédito


Asilado en tu sangre

Yo ya me decidí.
Y decidí los nardos y las calas.
Me decidí por ti.
Por ti he conjurado el peligro
de las emigraciones
hacia este faro en la montaña,
desde donde estamos oteando
esta ciudad inmerecida.
Y decidí por mí
escoger tus besos como la última sangre
de tantas estaciones.
Sé bien que me esperabas aunque a veces
te lanzaste a las sombras
desde los más duros acantilados.
Yo me decidí por ti, pequeña agigantándose
entre mis poros
y los verdores lúdicos
de estos amaneceres en tu piel.
Vine por ti, y como no tenía
adónde llevarte con mis fardos y mis poemas,
me asilé aquí en tu sala,
en tu colchón de briznas espontáneas,
y sueños y delirios,
en tu patio, en la ventana que hiciste
para seguir la luna,
sobre las tapias y el naranjo,
sólo conmigo.

Yo me decidí por ti.
Clavé mi lágrima
de tanta inconsistencia,
como un puntal de sed,
como un remo salvándote y salvándome
de todas las aspas astilladas del pasado.
Yo te decidí, yo me decidí.
Ya vine predispuesto ante tu abrazo
a ser mojado por todas tus ventiscas,
a ser alzado por todos tus oleajes,
a ser de pronto sólo
un camino que estalla rasgando las estrellas,
en tu cauce que a sus anchas siempre restablece
mis más altos crepúsculos de fe.

Del libro del autor: Contravestido y otras humedades


Ronald Bonilla
San José de Costa Rica

2 comentarios:

  1. Mi maestro, don Ronald Bonilla, Premio Magón de Cultura de nuestra Costa Rica: Solo él puede lanzar las palabras al viento como si fueran hojuelas deshaciéndose en medio del paisaje. Solo él puede entender el amor como él lo entiende, como si descubriera en cada poro del ser amado la liberación del alma. Ese en nuestro maestro en el Taller Poiesis.

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    Respuestas
    1. Gracias por tu lectura y tus conceptos, Isabel.
      Saludos cordiales
      Analía

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