Alma cantarina
Suena la campana
con el mismo tañido
de mantillas y alas.
Es igual al alborozo
que regocijó mi infancia,
y que escuchó mi abuela,
la de mirada clara.
Es la que anunció los azahares
en una noche magna,
en que toda de blanco,
mi madre se casaba.
Repicaste
en las jornadas albas
y en cada amanecer
de alas nubladas.
¡Ay campana tañedora,
anunciadora rojigualda,
también cantarás
cuando se vaya mi alma!
Raíces yacentes
Un silencio espectral
se astilla en América.
Las vísceras de una raza
palpitan y emanan
el vaho del holocausto
que se eleva,
corre por los Andes,
por las selvas
y por los llanos
con mueca misérrima.
Un mutismo doliente
que nos grita
por la esfumada realeza
de crenchas
y plumas caciquejas
se mezcla
con el llanto silente
del peñí
desgajado por el tiempo,
aborto de América.
Y él, el indio,
¡pobre aborigen de esta tierra!
indio sin quipu
ni letras
va rogando al huinca
que lo dejó sin sol,
sin diadema
y lo enredó
en los sopores
del alcohol y la pobreza;
un mendrugo de pan
para calmar
su angustia vieja.
Hilda Augusta Schiavoni
Inriville, Córdoba, Argentina
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