jueves, 9 de octubre de 2014

Cristina Villanueva

Su vivo retrato

Cristina preguntó cuando escuchó que era el vivo retrato de una antepasada muy seria en las fotos. ¿Los retratos están vivos? No había sonrisas en las fotos porque de alguna forma sabían que esas presencias en el papel, eran nada más que una desaparición atenuada a lo largo del tiempo. O quizás porque eran muy caras o no había de qué reírse en esas reuniones familiares de gente venida de lejos.
Ella quería retratarse en una mirada, los ojos eran los que podían mantener vivos los retratos.


Pequeño infinito 

El café, los diarios, ciertas lloviznas, unas rosas rebeldes, libros en la cama, marchas, multitudes, la música de los amigos, palabras en red, un silencio poblado, algunas callecitas de Palermo, la voz de Cortázar que cuenta, los compañeros del alma de La República Española, paisajes italianos que caen abruptos para entregarse al mar, el malecón de Cuba, esas manos que cubren, la belleza del deseo abriendo la piel, jugar a tocarse con lenguaje; el alivio después que la piedra del dolor se levanta, pestañas en seda acariciando la noche; jardines a tientas, una foto olvidada, zapatos viejos, los sueños por venir, la voz que me dice no te rindas, el infinito pequeño de la vida.


Hansel y Gretel 

Hansel y Gretel tiraron miguitas para volver a su casa, cuando estaban perdidos en el bosque oscuro.
Muchos años después los golpeadores hicieron del bosque un lugar siniestro. Desaparecieron a otros niños de su sangre y su historia.
Los niños robados no tenían migas para volver al camino.
Como una maravilla, del cuerpo se desprendieron las llaves del regreso.


Te cuento

Se fue un compañero de utopías, ahora intentarán apoderarse de él los que nunca lo leyeron ni compartieron sus sueños pero estamos nosotros para que no logren lavarlo de su vida en Cuba, su amistad con Fidel, sus ideas y sus hallazgos luminosos como encontrarle el sentido a un paraguas roto: una forma de mirar a las estrellas.
No tirar lo roto y encontrarle belleza, es anticapitalista, lo roto, ese paraguas, nos muestra el paso del tiempo, la muerte y el brillo de la vida.


Soufflé de salmón
  
Se baten las claras, esa nada o casi, que crece y crece hasta llegar a ser la nieve que buscamos. Al menor descuido puede desmoronarse y mostrar la líquida desnudez en lugar de la gloria. ¿Será una forma de enseñarnos a cuidar lo sutil?
Se procesa el salmón con vetas de humo, un capricho rosado. Se bate la crema, otro ser vivo que crece al ritmo de las manos. Pimienta y sal mientras se unen con suavidad los ingredientes. Después de llenar los moldes se lleva al horno moderado donde se alza la mezcla.
Todos sabemos que hay que comerlo en el momento justo, antes de la caída.
Se adorna con flores de tomate y rizomas de caviar. 
Para usar las yemas, de postre sambayón. 
Perfume italiano, la música de Bella Ciau acompañan secretos y confidencias. 
El café con cascaritas de naranja abrillantadas parece poner el toque de cierta amarga oscuridad a la desmesura de la luz.


Marea verde

Se sumerge en los ruidos del follaje, le dio miedo perderse y no poder salir del mar impenetrable y lujurioso. Tapices verdes ondean su mirada. La selva se pone en ella, la penetra con sus hojas carnosas, esconde sus tesoros de la luz. Hay que entrar a gustar el inquietante zumbido de la vida.


Llanto de un dios oculto

Un hombre me regaló esta imagen para la lluvia.
Como una Eva sumisa, de su costado a mi mano, hablo. Como Lilith rebelde abro el camino y el cielo y el infierno copulan a bocanadas de lluvia, luces y sombras, la furia y la ternura se abrillantan. 
Un hombre me tira palabras como un viento en la cara y yo se las trabajo. Como un sultán él va al harén y elije a la que le cuenta historias contra la muerte. Le ofrezco un té de manta sobre almohadones, él tiene la lámpara de los deseos. Llueve o no llueve a quién le importa. 
Entre las sedas y los dátiles, él me regala un camello, me abre para que la lluvia llegue. Me desnuda sobre la arena, de velos, de mohines, de rictus, me cubre, escribe sobre mi cuerpo su nombre.
La lluvia es un oxímoron en el desierto. Es el llanto ronco del que nos echó del paraíso. Del que nos donó la culpa por saborear la pulpa roja plantada en el jardín.
Nos pone la flor, la fruta, la piel, el mundo con su infinitas hojas para leer, el deseo de saber y nos dice que no. 
Por eso dios llora, porque sabe que es imperdonable.


Textos tomados de Inventiva Social, publicación editada y dirigida por Eduardo Coiro, Buenos Aires, Argentina - http://www.inventivasocial.blogspot.com


Cristina Villanueva. Buenos Aires, Argentina


--
No son mis espinas las que me defienden, dice la rosa, es mi perfume.
Paul Claudel
--


3 comentarios:

  1. gracias analia , saludos y recuerdos de mi paso por catamarca
    cris

    ResponderEliminar
  2. gracias Analía recuerdo siempre esos lindos días en tu ciudad, cris

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias querida Cristina, siempre es un gusto publicar tus cuentos. Me reconforta saber que tenés recuerdos de aquellos tiempos :-)
      Un abrazo, mis mejores deseos
      Analía

      Eliminar

Muchas gracias por pasar por aquí.
Deseo hayas disfrutado de los textos y autores que he seleccionado para esta revista literaria digital.
Recibe mis cordiales saludos y mis mejores deseos.
Analía Pascaner