Su vivo retrato
Cristina preguntó
cuando escuchó que era el vivo retrato de una antepasada muy seria en las
fotos. ¿Los retratos están vivos? No había sonrisas en las fotos porque de
alguna forma sabían que esas presencias en el papel, eran nada más que una
desaparición atenuada a lo largo del tiempo. O quizás porque eran muy caras o
no había de qué reírse en esas reuniones familiares de gente venida de lejos.
Ella
quería retratarse en una mirada, los ojos eran los que podían mantener vivos
los retratos.
Pequeño infinito
El
café, los diarios, ciertas lloviznas, unas rosas rebeldes, libros en la cama,
marchas, multitudes, la música de los amigos, palabras en red, un silencio
poblado, algunas callecitas de Palermo, la voz de Cortázar que cuenta, los
compañeros del alma de La
República Española , paisajes italianos que caen abruptos para
entregarse al mar, el malecón de Cuba, esas manos que cubren, la belleza del
deseo abriendo la piel, jugar a tocarse con lenguaje; el alivio después que
la piedra del dolor se levanta, pestañas en seda acariciando la noche;
jardines a tientas, una foto olvidada, zapatos viejos, los sueños por venir, la
voz que me dice no te rindas, el infinito pequeño de la vida.
Hansel y Gretel
Hansel
y Gretel tiraron miguitas para volver a su casa, cuando estaban perdidos
en el bosque oscuro.
Muchos
años después los golpeadores hicieron del bosque un lugar siniestro. Desaparecieron
a otros niños de su sangre y su historia.
Los
niños robados no tenían migas para volver al camino.
Como
una maravilla, del cuerpo se desprendieron las llaves del regreso.
Te cuento
Se
fue un compañero de utopías, ahora intentarán apoderarse de él los que
nunca lo leyeron ni compartieron sus sueños pero estamos nosotros para que
no logren lavarlo de su vida en Cuba, su amistad con Fidel, sus ideas y
sus hallazgos luminosos como encontrarle el sentido a un paraguas roto:
una forma de mirar a las estrellas.
No
tirar lo roto y encontrarle belleza, es anticapitalista, lo roto, ese
paraguas, nos muestra el paso del tiempo, la muerte y el
brillo de la vida.
Soufflé de salmón
Se
baten las claras, esa nada o casi, que crece y crece hasta llegar a ser la
nieve que buscamos. Al menor descuido puede desmoronarse y mostrar la líquida
desnudez en lugar de la gloria. ¿Será una forma de enseñarnos a cuidar lo
sutil?
Se
procesa el salmón con vetas de humo, un capricho rosado. Se bate la crema, otro
ser vivo que crece al ritmo de las manos. Pimienta y sal mientras se unen con
suavidad los ingredientes. Después de llenar los moldes se lleva al horno
moderado donde se alza la mezcla.
Todos
sabemos que hay que comerlo en el momento justo, antes de la caída.
Se
adorna con flores de tomate y rizomas de caviar.
Para
usar las yemas, de postre sambayón.
Perfume
italiano, la música de Bella Ciau acompañan secretos y confidencias.
El
café con cascaritas de naranja abrillantadas parece poner el toque de cierta
amarga oscuridad a la desmesura de la luz.
Marea verde
Se
sumerge en los ruidos del follaje, le dio miedo perderse y no poder salir del
mar impenetrable y lujurioso. Tapices verdes ondean su mirada. La selva se
pone en ella, la penetra con sus hojas carnosas, esconde sus
tesoros de la luz. Hay que entrar a gustar el inquietante zumbido de
la vida.
Llanto de un dios oculto
Un
hombre me regaló esta imagen para la lluvia.
Como
una Eva sumisa, de su costado a mi mano, hablo. Como Lilith rebelde abro
el camino y el cielo y el infierno copulan a bocanadas de lluvia, luces y
sombras, la furia y la ternura se abrillantan.
Un
hombre me tira palabras como un viento en la cara y yo se las trabajo. Como un
sultán él va al harén y elije a la que le cuenta historias contra la muerte. Le
ofrezco un té de manta sobre almohadones, él tiene la lámpara de los deseos.
Llueve o no llueve a quién le importa.
Entre
las sedas y los dátiles, él me regala un camello, me abre para que la
lluvia llegue. Me desnuda sobre la arena, de velos, de mohines, de
rictus, me cubre, escribe sobre mi cuerpo su nombre.
La
lluvia es un oxímoron en el desierto. Es el llanto ronco del que nos echó del
paraíso. Del que nos donó la culpa por saborear la pulpa roja plantada en
el jardín.
Nos
pone la flor, la fruta, la piel, el mundo con su infinitas hojas para leer, el
deseo de saber y nos dice que no.
Por
eso dios llora, porque sabe que es imperdonable.
Textos tomados
de Inventiva Social,
publicación editada y dirigida por Eduardo Coiro, Buenos Aires, Argentina - http://www.inventivasocial.blogspot.com
Cristina Villanueva. Buenos Aires,
Argentina
--
No son mis espinas las que me
defienden, dice la rosa, es mi perfume.
Paul Claudel
--
gracias analia , saludos y recuerdos de mi paso por catamarca
ResponderEliminarcris
gracias Analía recuerdo siempre esos lindos días en tu ciudad, cris
ResponderEliminarGracias querida Cristina, siempre es un gusto publicar tus cuentos. Me reconforta saber que tenés recuerdos de aquellos tiempos :-)
EliminarUn abrazo, mis mejores deseos
Analía