-Estación Matilde, Santa Fe, Argentina-
La leyenda
Cuando caía el tiempo
en la imprecisa línea
del horizonte,
se dejaba arder entre penumbras
un halo de luz
que visitaba a la noche
en celo
y se vestía sin prisa
como elefante caviloso.
Cuando caía la tarde
vimos como se nos moría
un sol finito entre los ojos
y nos cortaba las manos
por no poder abrazarnos
cuando la vida escapa.
Puede que el amanecer te devuelva
como el mar trae a la superficie
caracoles;
o seguiré siendo sirena
bajo el hechizo de otros tiempos,
de otros dioses
que escribieron la leyenda.
Para ellos
Los que no volverán,
los que dejaron una estela en su paso por la vida,
la insignia que aún perdura
en el recuerdo.
Son una voz hecha de viento,
una pausa atrincherada
en algún recóndito lugar
donde la luz del día alcanza las sombras.
Alejandra
Vives en mí, Alejandra
como una rosada sombra
que se anida en mis cabellos.
Versos que castigan
y descarnan.
El dolor humano,
siento el peso de mis muertos.
Eres tú, Alejandra
rodeada de tanta noche,
se agranda tu cielo en mi garganta
y oscuro se desploma sobre mí,
como un animal herido
demasiado amarillo,
como para ser confundido
con el sol.
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Sé bueno a causa de tu energía; nunca seas bueno a causa de tu debilidad.
Osho
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domingo, 20 de marzo de 2011
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