domingo, 20 de marzo de 2011

Adriano de San Martín

-Costa Rica-

28.

Viajamos en el tren de la ausencia Kabanga. Las estaciones han sido muchas pero desconozco la última. A veces el controlador exige los tiquetes, le pregunto a qué hora llegaremos y nunca lo sabe. Paseo por los dispares compartimentos. Por tercera y primera clase. Allí he conocido mujeres bellas y escalofriantes, hermosas y desnutridas, perspicaces y estúpidas, artistas y poetas imbéciles e iluminados por la luz de su propio tranvía…
Hemos cambiado de tren hartas veces. Y de rumbo. Ha habido esperas prolongadas, choques fulmíneos, sangrantes descarrilamientos. Pero siempre regresamos al expreso, o al trencito del círculo, y continuamos con el éxodo. Se suceden los paisajes, las ciudades, las personas, los animales, las páginas… El viento me despeina, la ventanilla nos devuelve un rostro crecientemente amargo y ajeno. Vamos de viaje Kabanga… Mis antepasados, mi infancia, los sueños, son nuestro único equipaje.

………………………………………………Del libro Kabanga (San José, 2008)


La Espiral de Burke

Empinada en su propia evanescencia y asequible a mi escuálido salario. No lo pensé dos veces. Cancelé de inmediato.
La titulé “Espiral”. Verde sobre fondo oscuro. Se reconoce de inmediato más allá del símbolo: la pura vida. Por amistad y consideración con el galerista, accedí que la mostrara una temporada más.
Las ocupaciones me llevaron a otros sitios y lunas. Cuenta larga. Cuando regresé la galería ya no existía. Había una librería, o una editorial. Algo así como “Cachorro añil”. Nada del galerista. Ni de la Espiral.
Indagué por internet. Entrevisté a críticos, curadores, marchantes. En las exposiciones de Burke fui el primero. Interrogaba. Aparecían otros símbolos: búfalos, puentes, plazas, árboles, rayos; luz opaca del trópico siempre verde.
El artista echaba las cartas. En ninguna de ellas aparecía. Pero no me atreví a importunarlo. No era justo enterarlo de tremenda vileza.
Recién visité la Fundación Teorética. Me invitaron a cruzar la calle. Al fondo, en el patio, en una pared, estaba. Incipiente en su pátina trepadora.
La visito todas las tardes. Espero que crezca y alcance su tamaño original. Entonces podré recortarla y llevármela a casa.


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El que vive de esperanzas, muere de sentimiento.
Benjamin Franklin

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