No es como la magdalena
en la infusión de tilo. Aunque
tal vez lo sea, pero en doble sordina.
El aroma asciende, ya de la tela humeante,
ya de la prensa francesa, el percolador
o la maquinita especial para el espresso.
La fragancia en la cascada de luz colándose
por los rosados ventanales; su bata color vino
moviéndose con una síncopa insoportable.
El dorado de piel recién despierta es propicio
para la molienda sobre el torso de aceituna
en la curvatura de su alucinante caída.
Ese perfume. Esa luz. Esa presencia. La sartén
crepitante en el ajo del olivo. Afuera las hojas caen
y en la estancia se agolpan todos estos olores,
se confunden con el azar primigenio, aguardentoso,
agridulce, cual ritmo ondulante de resaca bajo niebla
marina. Ese aroma en compacta síntesis, esta esencia
de rocío matutino, porque las cebollas también lloran.
Del poemario del autor: Secuencias (2023), presentado en la Biblioteca Nacional de Costa Rica en noviembre de 2023
La isla que somos
En suma, un pueblo sin sentido trágico de la existencia.
Isaac Felipe Azofeifa
Una isla verde rodeada de verde
y azul arriba, azul que se nubla al gris
en la mayoría de nuestros alabados días.
Isla sin mar en un archipiélago de imágenes vacías.
Rodeados apenas por los ancestros
la mirada permanece en montes, colinas y volcanes
sin que atraviese los anchos océanos del tiempo.
Así navego las calles colmadas de gentes
colmadas a su vez por salamandras mentales.
Personas que consideran el ombligo de la historia
en el margen de sus quimeras. Culpables siempre
serán los otros, quienes llegaron de islas más lejanas.
Por eso estas calles podrían ser las de La Habana,
Santo Domingo, San Juan o Puerto Príncipe.
Igual las de Buenos Aires, Sao Pablo, Ciudad de México,
Barcelona, Beijing, San Petersburgo o San Francisco.
Lo que cambia es el color de las gentes,
la amplitud de las avenidas, la bruma del paisaje.
Pero la isla está en mí. Persiste sitiada por múltiples
piélagos de sargazos, infinidad de mares muertos,
costas olvidadas o pensadas para visitantes,
polisemia de golfos en la sombra, bahías de la miseria.
Soy como la isla en el corazón de un continente
que viaja inseguro en su propia mudanza
sin que el país que suponemos cuente para nada
en su larga trayectoria de batallas y muerte.
Sí, una isla, como decir una buena idea
disolviéndose en la brutal realidad de su presente.
Del poemario del autor: San Lucas, Ciudad Quesada 2001 y otros poemas
2.
Serena el espíritu
la contemplación en diálogo
con los orgánicos habitantes
del planeta. Los elementales.
El hábitat se desnuda con donaire.
Nuevas melodías, formas, texturas y celajes
amplían la abundancia de la totalidad divina.
Así se rediseña la conciencia cósmica,
la grande inteligencia universal. Ajena
a guerras, ambiciones y amarguras, otorga
el ejemplo para la confluencia de algoritmos,
cadencias, destellos, armonías. Se metamorfosea,
alcanza el justo equilibrio consigo y nuestros semejantes.
Del libro del autor: Vanitas, 2021
Adriano de San Martín
San Carlos, Costa Rica
Excelente! saludos cordiales. INÉS TREJOS
ResponderEliminarMuchas gracias por tu lectura, Inés.
EliminarMis cordiales saludos y mis mejores deseos