no bastan
las mañanas
luminosas
ni las mareas
altas
con perfiles
de luna
no bastan los
vahos de glicinas
y sus mantos
ni la vigía de
los zorzales
ni la humedad
del pino
ni el regazo del
recién nacido
ni el regreso
silente a cielo abierto
de los que
deambulan en la noche
hacia
el reparo
Lo que persiste
es un paño
extendido
lágrimas
derramadas
un rostro
enmascarado
la cerviz
encorvada
manos y pies en
ciernes
Lo que queda
es este
único eslabón
entre los
dedos
este calvario
alguien elige
evitar tus ojos
no responder
desoír tu voz
anteponerse a tus
huellas
entonces
regresaste por
el sendero del agua
al ritmo de sargazos
hasta el
profundo silencio de los corales
allí tu cuerpo
liviano
se anidó en
los arrullos de un amor
pendiente
negado
indiferente
y brota de la orilla
donde lloro y pregunto:
si no fue aquí
dónde
si no fueron las
ansias de un abrazo
qué
quién
* * *
En cada encuentro me respondían con su lealtad ante mi atenta mirada que ascendía desde las vitrinas polvorientas hacia cada uno de sus perfiles. Me acercaban con sus diferentes formas y colores los chirridos, las crestas y la sal del mar que no conocía.
y los mantos oscuros de los
musgos
por no
desperezarse a cielo abierto
después del alimento
de la
rabiosa espuma
la presencia de
los pájaros
se advierte en las semillas
que germinan afuera
el aroma de los
geranios
se anuncia en el ondeo de las
hojas
que el
viento arrastra
el rayo de luz
se anticipa a los pasos
de quienes avanzan en la
oscuridad
con
algún alimento entre los brazos
las voces de los
infantes
se desentienden de las cervices
humilladas
que
habitan bajo los puentes
aquí cerca
se reúnen fieles a la intemperie
y un poco más
allá
la súplica de los templos
vacíos
María Pugliese
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