En esta confusión de máscaras
escribo como quien golpea contra lo irremediable
la fiebre más digna
la majestuosa paz del águila
me asisten.
No llevo en las entrañas la avidez mercachifle.
He nacido en comunión con un vértigo salvaje.
A pura furia y luz
atravieso este plano.
La maldad cotidiana que nos hace sentirnos desterrados.
El odio en fogonazos.
El odio permanente como un hongo maldito.
Los ojos muertos de la vanidad y el egoísmo.
El pecho de la felicidad con luciérnagas extáticas.
La diáfana sabiduría forjada a cicatrices.
La sangre que se fortalece cuando el amor desborda.
Marianela
Parece frágil su clara sensibilidad.
Pero es capaz de desafiarlo todo.
Sabe limpiarse el desengaño
que endurece los rasgos.
No bebe de las copas
que ofrece la inconsciencia.
No se somete al juego sucio
a la avidez carnívora.
Marianela
y su gracia
su intensa luz contra alimañas y reptiles
su voz real (sin displicencia ni entusiasmo interesado)
su fresca alegría femenina
su piel tibia como una flor del paraíso
sus manos bellas como las ganas de vivir
como escuchar en un silencio milagroso
el corazón de los pájaros
como un amable gesto que da paz
al recordarnos que la bondad existe
como acercarnos a un ángel de pureza absoluta
que nos obliga a desnudar lo que realmente somos.
Batallas
En todas mis batallas me he fortalecido
y algo se me ha muerto
a través de lo que enseña majestuosidad
a través de lo que ahorca a la inocencia
tatuado por horrores y purezas
todavía celebro cada porción de luz
todavía sangro desde heridas incomunicables
conservar ciertos tesoros tuvo exigencias tremendas
vivir entre la lucidez y múltiples desequilibrios
sin inversiones materiales seguras
nutriéndome de fuentes milagrosas
despreciadas por la mayoría.
Necesito el mar y campo a la intemperie
mujeres fusionándose a mi alma
en una dulce armonía transparente
en una cópula salvaje hasta la fiebre
necesito las montañas la sagrada intensidad de la poesía
el rechazo para siempre de lo estéril
feroz como Rimbaud o Dostoievski
quisiera desoír la música de los abismos
ningún otro rumbo
es más veraz que el de la piel
el corazón
o las palabras
donde sea alzo mi cruz mi espíritu en delirio
mis vísceras expuestas
mi amor desquiciado a lo perpetuo.
Damián Andreñuk
La Plata, Buenos Aires, Argentina
...vivir entre la lucidez y múltiples desequilibrios...
ResponderEliminar...mi amor desquiciado a lo perpetuo...
¿Acaso me conoce Ud.?
Buena destilación de deseos e incertidumbres.
Agradezco tu lectura, Lúzbel.
EliminarMi abrazo