domingo, 15 de agosto de 2021

Paulina Juszko

Segunda venida del Mesías 

   Corría el año 2016 de la era cristiana y Dios se aburría. Eternamente rodeado de ángeles y santos, en el Paraíso no pasaba nada. La bondad eterna también puede cansar. Así que decidió encarnarse nuevamente y codearse con sus criaturas. Pero esta vez no adoptó la humilde apariencia de un hijo de carpintero ni tampoco la de ese tipo del montón que protagoniza La tournée de Dios de Jardiel Poncela. Tantos siglos de estupideces y maldades humanas lo habían avivado. No, esta vez se encarnaría en alguien invencible: el presidente del país más poderoso del mundo, los Estados Unidos. Y eligió ser de raza negra, para invalidar de una vez por todas las acusaciones de racismo. 
   En lugar de doce discípulos y unas cuantas mujeres, lo acompañaron un millar de arcángeles de la milicia celeste capitaneados por San Miguel, bajo la apariencia de guardias de corps. ¡Y que intenten crucificarme!, dijo Dios, metafóricamente por supuesto: sabía muy bien que ya no se estilaba esa forma de ejecución. 
   Se puso a recorrer los países de Latinoamérica y, para ver hasta donde llegaba la credulidad de estas gentes, en vez de irles con la verdad – proceder que sólo le había valido el menosprecio de los españoles en el relato de Jardiel Poncela –, les contaba las sanatas que ellos querían escuchar: que Estados Unidos luchaba por la paz mundial (cuando hacía la guerra en diversos puntos del globo para apoderarse de las riquezas ajenas), que defendía los derechos humanos (cuando encarcelaba, torturaba y mataba a mansalva), que le preocupaba enormemente la ecología (cuando usaba cianuro en sus minas, no en su territorio por supuesto) y otras macanas por el estilo que siempre impresionaban a un público con el cerebro previamente lavado por los medios.
   En todos lados le rendían pleitesía, al punto que Dios encarnado se preguntaba a veces si no se transluciría su naturaleza divina; sólo faltaba que le erigiesen altares. Sorprendente, ¿no? A pesar de los siglos transcurridos, los habitantes de estos países no se diferenciaban mucho de aquellos indígenas a quienes engañaban los conquistadores con espejitos y vidrios de colores. En Argentina hasta llegó a sentirse un poco molesto ante la mirada de adoración perruna que le dedicaba el presidente. 
   Y si había enemigos, detractores, gente disconforme con su visita, Él no llegaba a enterarse pues las medidas de seguridad les impedían acercarse a menos de 500 metros; si un perro desprevenido transgredía ese límite, era fusilado de inmediato. 
   El Presidios se sentía tan bien… por primera vez era protegido en lugar de estar obligado a proteger, lo que decía era palabra de Evangelio, nunca había sido tan omnipotente: una sinecura. Y prolongaba su estadía en la tierra, aunque su Hijo y San Pedro lo urgían para volver al Paraíso. No podía decidirse porque, después de la experiencia que estaba viviendo, sólo podía imaginarse una cosa más aburrida que el Paraíso y era su descripción en la Divina Comedia del Alighieri.


Paulina Juszko 
Villa Elisa, Buenos Aires, Argentina

4 comentarios:

  1. Original manera de relatar otra forma de Presidios con una visión de dos milenios adaptados al tiempo que nos vive. Creativo y ágil! y casi fantástico.. gracias Paulina por enviarlo y a Anita por incluirlo en esta edición tan nutrida. Abrazos a las dos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Ana Lía por tu comentario. Efectivamente, el cuentito es CASI fantástico...

      Eliminar
  2. GRan escritora, Paulina! Gracias, Analía, por difundir y compartir a tantos y tan buenos autores.

    ResponderEliminar

Muchas gracias por pasar por aquí.
Deseo hayas disfrutado de los textos y autores que he seleccionado para esta revista literaria digital.
Recibe mis cordiales saludos y mis mejores deseos.
Analía Pascaner