lunes, 11 de mayo de 2020

Andrés Bohoslavsky


Muerte en la calle
  
Caminaba por la ciudad, haciendo tiempo para tomar el colectivo
que me llevase al puerto, y de ahí embarcar hacia mi destino marino
cuando la vi. La señora que cotidianamente en la vereda del banco
vendía sus chucherías, tenía su cabeza hacia abajo, apoyada en su pecho
y sin movimiento alguno que demostrase que aunque sea dormía

me acerqué y le hablé, esperando despertarla con mi voz ronca
pero eso no sucedió, la toqué en un hombro, al principio suavemente y luego
un poco más y más fuerte. Estaba muerta, rodeada por las pocas cosas
que sostenían su vida y que le servían de moneda de cambio para sobrevivir

los objetos, parecían aún más estáticos que de costumbre: agujas e hilo
postales de la ciudad, biromes azules y negras, blocks de hojas, lápices
gomas de borrar, una taza y un plato eran todo

el resto, lo que estaba por afuera del cuadro, mantenía la dinámica habitual
la gente entraba y salía sin prestar atención, sin importarle nada
dentro del banco, las transacciones continuaban rítmicamente, como si esto
que ocurría en la puerta, a metros de sus narices, no estuviese sucediendo

cuando la policía retira el cuerpo y los objetos, lo que lleva en una bolsa negra
es un ser humano. Desde la vereda de enfrente observo y me pregunto
porqué alguien muere en la calle y de esta forma

tres meses después, al volver de mi trabajo, paso por la misma esquina
y todo parece igual y diferente al mismo tiempo. Otra persona
está en el mismo sitio vendiendo objetos, estos no son los mismos
pero su parecido con los anteriores parecen apenas sustitutos
de aquella primera versión

las personas siguen entrando y saliendo del banco, indiferentes al mundo
y concentradas en el móvil que allí los instaló. Todo, absolutamente todo
parece estar movido por una sola razón llamada dinero

cuando llego a mi casa, enciendo la televisión que explica los fenómenos económicos
la inflación, la estanflación, sus causas y consecuencias, la caída de las bolsas
en los mercados internacionales, los índices de desocupación, las expectativas
a futuro, el virus y todas esas cosas que nadie entiende pero determinan sus vidas
o parecen hacerlo.

Salgo al balcón, mientras fumo y pienso en esa mujer muerta en la calle
el mundo es el mismo de siempre. La pregunta sigue sin respuesta.


Del libro del autor: Los ojos de Sasha o El fin de un sueño rojo. Editorial Leviatán, 2017

Andrés Bohoslavsky
Poema publicado en El Escribidor, página de poesía editada por Lina Caffarello

8 comentarios:

  1. Siempre será chocante la evidencia de que el mundo va con sus anteojeras ante las tragedias incesantes y anónimas

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tus conceptos y tu lectura, Max. Coincido contigo, algunas veces es más cómodo no mirar alrededor.
      Mis mejores deseos para ti y tu gente.
      Analía

      Eliminar
  2. Un genuino poema de Andrés Bohoslavsky, a quien no le tiembla la mano a la hora de evidenciar la indolencia del mundo.
    Querida Analía: gracias y bendiciones por publicarlo y otras tantas por citar mi blog.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Agradezco tu lectura, querida Lina. Muchas gracias a vos, cómo no citar tu Escribidor!
      Mi abrazo y mis mejores deseos siempre
      Analía

      Eliminar
  3. Un drama terrible, contado con la sencillez de la mejor prosa poética. El autor es un escritor "maldito".
    Adriana Feldman, CABA

    ResponderEliminar
  4. Muy buen texto,sencillo e inmenso. Ocurre cada día, a nuestro lado! La palabra y alma luchan contra la indiferencia y el abandono. Saludos Analía, saludos de buen otoño. A.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tu lectura y tus conceptos, A.
      Saludos y mis mejores deseos desde un bello otoño.
      Analía

      Eliminar

Muchas gracias por pasar por aquí.
Deseo hayas disfrutado de los textos y autores que he seleccionado para esta revista literaria digital.
Recibe mis cordiales saludos y mis mejores deseos.
Analía Pascaner