Muerte en la calle
Caminaba por la ciudad, haciendo
tiempo para tomar el colectivo
que me llevase al puerto, y de
ahí embarcar hacia mi destino marino
cuando la vi. La señora que
cotidianamente en la vereda del banco
vendía sus chucherías, tenía su
cabeza hacia abajo, apoyada en su pecho
y sin movimiento alguno que
demostrase que aunque sea dormía
me acerqué y le hablé, esperando
despertarla con mi voz ronca
pero eso no sucedió, la toqué en
un hombro, al principio suavemente y luego
un poco más y más fuerte. Estaba
muerta, rodeada por las pocas cosas
que sostenían su vida y que le
servían de moneda de cambio para sobrevivir
los objetos, parecían aún más
estáticos que de costumbre: agujas e hilo
postales de la ciudad, biromes
azules y negras, blocks de hojas, lápices
gomas de borrar, una taza y un
plato eran todo
el resto, lo que estaba por
afuera del cuadro, mantenía la dinámica habitual
la gente entraba y salía sin
prestar atención, sin importarle nada
dentro del banco, las
transacciones continuaban rítmicamente, como si esto
que ocurría en la puerta, a
metros de sus narices, no estuviese sucediendo
cuando la policía retira el
cuerpo y los objetos, lo que lleva en una bolsa negra
es un ser humano. Desde la vereda
de enfrente observo y me pregunto
porqué alguien muere en la calle
y de esta forma
tres meses después, al volver de
mi trabajo, paso por la misma esquina
y todo parece igual y diferente
al mismo tiempo. Otra persona
está en el mismo sitio vendiendo
objetos, estos no son los mismos
pero su parecido con los
anteriores parecen apenas sustitutos
de aquella primera versión
las personas siguen entrando y
saliendo del banco, indiferentes al mundo
y concentradas en el móvil que
allí los instaló. Todo, absolutamente todo
parece estar movido por una sola
razón llamada dinero
cuando llego a mi casa, enciendo
la televisión que explica los fenómenos económicos
la inflación, la estanflación,
sus causas y consecuencias, la caída de las bolsas
en los mercados internacionales,
los índices de desocupación, las expectativas
a futuro, el virus y todas esas
cosas que nadie entiende pero determinan sus vidas
o parecen hacerlo.
Salgo al balcón, mientras fumo y
pienso en esa mujer muerta en la calle
el mundo es el mismo de
siempre. La pregunta sigue sin respuesta.
Del libro del
autor: Los ojos de Sasha o El fin de un
sueño rojo. Editorial Leviatán, 2017
Andrés Bohoslavsky
Poema
publicado en El Escribidor, página
de poesía editada por Lina Caffarello
Siempre será chocante la evidencia de que el mundo va con sus anteojeras ante las tragedias incesantes y anónimas
ResponderEliminarMuchas gracias por tus conceptos y tu lectura, Max. Coincido contigo, algunas veces es más cómodo no mirar alrededor.
EliminarMis mejores deseos para ti y tu gente.
Analía
Un genuino poema de Andrés Bohoslavsky, a quien no le tiembla la mano a la hora de evidenciar la indolencia del mundo.
ResponderEliminarQuerida Analía: gracias y bendiciones por publicarlo y otras tantas por citar mi blog.
Agradezco tu lectura, querida Lina. Muchas gracias a vos, cómo no citar tu Escribidor!
EliminarMi abrazo y mis mejores deseos siempre
Analía
Un drama terrible, contado con la sencillez de la mejor prosa poética. El autor es un escritor "maldito".
ResponderEliminarAdriana Feldman, CABA
Gracias por tu lectura, Adriana.
EliminarSaludos
Analía Pascaner
Muy buen texto,sencillo e inmenso. Ocurre cada día, a nuestro lado! La palabra y alma luchan contra la indiferencia y el abandono. Saludos Analía, saludos de buen otoño. A.
ResponderEliminarGracias por tu lectura y tus conceptos, A.
EliminarSaludos y mis mejores deseos desde un bello otoño.
Analía