El abrazo perdido
Desde
mi ayer recorro pasajes, instancias, momentos -descifrados los códigos
aislantes de cada mosaico en los compartimientos de la memoria- que conforman
el mural donde se esculpe a punta de cincel, mi historia.
Historia
pródiga en lágrimas y ráfagas de felicidad, frustraciones y broncas, miedos y
conatos de rebeldía. Una vida no resultaría plena, de todos modos, si no se
deslizara en aguas cambiantes bajo cielos abiertos o tormentosos, así como la
nave, guiada por la intuición y experiencia de su capitán, escribe su ruta en
pos del puerto definitivo.
Desconozco
si el cielo que me alumbra, tan tornadizo como las aguas donde navego, me
invita a la ilusión de creer que allá a lo lejos, se divisa mi puerto.
Podría
ser una ilusión óptica, una distorsión de la realidad o una apremiante
expresión de deseos. O el presentimiento de cercanías, las de orillas anheladas
aunque invisibles hasta para el ojo más atento.
De
todos modos hoy es un día tan bueno como cualquier otro para empezar a hurgar
en la memoria y rescatar fragmentos, intentando ubicarlos en un sitio en que
sus aristas cortantes no lastimen sus frágiles paredes, sino, por el contrario,
las apuntalen para ayudar a sostener situaciones, aceptar inevitables ausencias
amadas, afrontar presencias controvertidas. Todo ello mezclado en círculos
confusos, escurriéndose como arena entre los dedos en una playa inexistente,
para permitirme ¡al fin! liberar en la mirada, cierta lejana visión del
horizonte donde aguarda el abrazo que sustenta y cobija. El abrazo perdido.
Texto tomado de
revista Literarte Nº 105, marzo 2018
Catalina Zentner Levin
Nació en Corrientes, Argentina. Actualmente reside en
Israel
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