miércoles, 3 de octubre de 2018

Jaime Icho Kozak


Mis ojos de plaza pública
Vicente Huidobro

Tan lejos de la piedad, como de la queja,
tan extraño a la palabra como las nubes
inconmovible a la revelación
como si mi oficio fuera hueco de distancias,
lejos del tiempo como la historia
tan cerca de uno mismo
como niños a las bufandas
a los párpados en el sepulcro
cuando las revelaciones del color se rompen,
y a cada frase le corresponde un dueño
en mi jardín avanza un pájaro,
caen comillas, corchetes,
un subrayado sobre una rueda de música persistente
como un molino vagabundo que jamás se demora en la elegía al partir.


La noche estrellada

Los vacíos no pueden entregarse,
a veces cruzan islas del alma
en veloces barcas con tripulantes de nubes.

La pasión nocturna me despierta,
muerde riberas que la ciñen
sin jacintos que las ronden.

Detrás del bálsamo carnal,
aspiro noches estrelladas,
cósmicos climas
y algo de eternidad
me invade.

Como los contornos de la mujer
y el halo de emanaciones de la especie
que fluyen al concentrado
olor de cortezas
y pieles protectoras.

Quise evolucionar
para que mi espíritu
fuera solamente
atmósfera tuya.

Deshabitarme
de figuras aéreas amadas:
astros continuos o migratorios
que palpitan
en repentinos enlaces,
luces en las sienes del mundo.


Horizontes poblados

Recuerdo el siglo del resuello,
salen a mi encuentro
humores acuosos,
verticales sustantivos
donde crece la hierba,
intrínsecos destellos digitales.

Me emocionan
largas válvulas esperanzadas
y el marco festivo del arranque,
donde beben los vientos
almas perpendiculares a mis pasos.

Y, también,
germina el abismo
junto a mi plato
cuando yace,
casi imperceptible,
sobre un fondo de cielo.

Allí reagrupo
sentencias vivas
que nacen
de todo anhelo o sueño,
inaugurando
horizontes poblados,
y según anochece,
mi habitación vacía
abre los espejos. 


Jaime Icho Kozak
Madrid, España

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