Mis ojos de plaza pública
Vicente
Huidobro
Tan
lejos de la piedad, como de la queja,
tan
extraño a la palabra como las nubes
inconmovible
a la revelación
como
si mi oficio fuera hueco de distancias,
lejos
del tiempo como la historia
tan
cerca de uno mismo
como
niños a las bufandas
cuando
las revelaciones del color se rompen,
y a
cada frase le corresponde un dueño
en mi
jardín avanza un pájaro,
caen
comillas, corchetes,
un
subrayado sobre una rueda de música persistente
como
un molino vagabundo que jamás se demora en la elegía al partir.
La noche estrellada
Los vacíos no pueden entregarse,
a veces cruzan islas del alma
en veloces barcas con
tripulantes de nubes.
La pasión nocturna me despierta,
muerde riberas que la ciñen
sin jacintos que las ronden.
Detrás del bálsamo carnal,
aspiro noches estrelladas,
cósmicos climas
y algo de eternidad
me invade.
Como los contornos de la mujer
y el halo de emanaciones de la
especie
que fluyen al concentrado
olor de cortezas
y pieles protectoras.
Quise evolucionar
para que mi espíritu
fuera solamente
atmósfera tuya.
Deshabitarme
de figuras aéreas amadas:
astros continuos o migratorios
que palpitan
en repentinos enlaces,
luces en las sienes del mundo.
Horizontes poblados
Recuerdo
el siglo del resuello,
salen
a mi encuentro
humores
acuosos,
verticales
sustantivos
donde
crece la hierba,
intrínsecos
destellos digitales.
Me
emocionan
largas
válvulas esperanzadas
y el
marco festivo del arranque,
donde
beben los vientos
almas
perpendiculares a mis pasos.
Y,
también,
germina
el abismo
junto
a mi plato
cuando
yace,
casi
imperceptible,
sobre
un fondo de cielo.
Allí
reagrupo
sentencias
vivas
que
nacen
de
todo anhelo o sueño,
inaugurando
horizontes
poblados,
y
según anochece,
mi
habitación vacía
abre
los espejos.
Jaime Icho Kozak
Madrid, España
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