miércoles, 3 de noviembre de 2010

Julio Bepré

-Poeta de Córdoba. Reside en Buenos Aires, Argentina-

Ahora mismo

¿Vives aún las horas de sol enardecido?

¿Aquéllas de plena realidad y ninguna penuria
desgajada e inerte?

El mundo se ofrecía con un distinto idioma
y el miedo se atascaba en un lugar ignoto.

Ahora no existe la certeza de volver a ensoñarte
con ideas propicias pero
como ayer y hasta hoy diversas e imposibles.

Preserva con premura unos pocos segundos
y hazlos bellos y tuyos con verdad en tu alma.

Que se aleje impiadosa con su prisa la vida
y crezca virginal lo que hoy es eterno.

Te sorprende un llamado en esta hora gélida.
No dudes ni demores.

Algo regresa. Abre.


Aquel otro vivir

¿Cómo era un día entre tantos vividos
y en aquella ventura primigenia?

La realidad se hacía en el asombro
y siempre hablaba con verbos fervorosos.

Alguien al mundo se arrimaba para
tender los sueños más propicios.

Y el instante nacía sin premura
entre imágenes de colores airosos.

La ocasión corría solazada a la par
de un aire atemperado.

Recuerda. Lo ingrato era vil copia
de maneras adultas y raídas.

Los actos ofrendaban a cualquiera
variados temas y sus mil prodigios.

¿Hablas acaso de un ayer o de un acoso
e indeseado futuro?

No. La vida era segura eternidad
y descubrir la gracia de un momento.

Algo inmenso era y adyacente
a incontables mudanzas repletas de alegría.


En la certeza

Pronto llegará la penumbra
y rodeará al instante.

Luego arrollarán las sombras.
y todo quedará lleno de ausencia.

Pero puedes hablar y recordar
la fronda de la plaza,
tu cuerpo mismo y las líneas
cimbreantes de alguien
que aún rehace con amor
tu marcha zigzagueante.

Largo se ofrecerá pleno el estío
en un mes de latitud ansiada
para baldar los gélidos sucesos.

Después el cielo atronará
y en seguida la lluvia
esparcirá el suspicaz aroma
que libera con júbilo la tierra.

Mira el descenso rítmico del agua,
siente el atabal del trueno
y el súbito destello del relámpago
llevándote con brío a otra mirada.

Todo ahora parece prometerse
y sonríes porque al fin pudiste
vivir una certeza no esperada.


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No existe la casualidad, y lo que se nos presenta como azar surge de las fuentes más profundas.
Friedrich von Schiller

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