miércoles, 3 de noviembre de 2010

Francisco Garzón Céspedes

-Madrid, España-

Urraca del otro lado del cristal


La urraca roza la ventana. Un ala que toca suave, fugazmente. De inmediato vuelve de amor y da por una milésima con el pico en el cristal. Ha entrenado para conseguirlo sin perecer, sin dañarse afuera. Luego desaparece, no insiste en búsqueda de una apertura, de una caricia, de un intercambio de miradas o de sonidos. Regresará al día siguiente, a la misma hora de intensa luz. Tras la ventana, siete pisos arriba de la desolación, el adolescente ni siquiera espera a la urraca cada mediodía. Es su hora de hallarse junto a esa pared, entre dos destinos. No es capaz del enamoramiento y del deseo del ave, ni tampoco de su creciente desesperanza. Está en los cúmulos protectores de su indiferencia. Si acaso alguna vez, con la perplejidad pensante de quien, sin percibir los riesgos, no comprende roce y picotazo. Ni siquiera repara en la habilidad, en la precisión. Si de niño el adolescente no hubiera sido arrebatado de sí, violada consigo su capacidad de sentimiento, cuando menos se asombraría por la urraca. Por su empecinada elección. Por la intensidad de sus presencias. Quizás como se asombraría el cristal de la ventana si pudiera.


Arquitecto

El contador de cuentos seducía con sus historias. Aquéllas donde una pareja era el comienzo de un océano y no sólo dos maravillosas gotas de agua. Aquéllas donde, al besarse una pareja, en el interior del beso no había saliva, sino miel. El contador de cuentos fascinaba con sus construcciones hechas de personajes y sucesos. Hipnotizaba desde la imaginación y la verdad. Convocaba la confianza y la indefensión. Y, aunque estaba angustiosamente solo, solo volvió a marcharse de la plaza, esa noche como tantas otras, musitando que el amor no juega con las ventajas del encantamiento.


Honra

El contador de cuentos una vez más se negó a incluir, en su presentación, anuncios de mercaderías inservibles. Conocía la diferencia entre comunicar y vociferar. Esa noche se quedó con hambre. Un hambre acumulada por siglos.


Desde antes se miran

El hombre y la mujer caminan en sentidos diferentes y se cruzarán. Desde antes se miran y cada uno deja constancia visual al otro de haberlo visto. Se detienen. Se quedan inmóviles en medio del río de transeúntes que forma la corriente a su alrededor. Están a entre cinco y diez pasos. Se recorren con los ojos. Se detallan. El hombre sonríe. La mujer sonríe. Son sonrisas casi imperceptibles. El hombre decide regresarse sobre sus pasos. La mujer no sigue su propio camino sino que también decide regresarse sobre sus pasos. Ahora caminan en sentidos diferentes pero no se cruzarán. Quizás no se han mirado por lo que no han podido dejarse constancia de que se han visto. Quizás el quedarse inmóvil sólo está relacionado con cada uno sin relación con el otro. Quizás no se han recorrido con los ojos ni se han detallado. Quizás nunca se han sonreído imperceptiblemente. Quizás no se regresan sobre sus pasos. No se regresan. Quizás… El hombre y la mujer caminan en sentidos diferentes y se cruzarán.


Categorización

El dragón convirtió de inmediato a sus humanos oponentes en cenizas, lo decidió por no considerarlos auténticos contrincantes con los que jugar de igual a igual, sino criaturas inferiores.


Inseminación artificial

El mono amaestrado escupió sus espermatozoides para introducirlos en las bocas de los espectadores asombrados ante tantas monerías.


Vergüenza ajena

Como reacción tanto a elogios como a insultos, la tortuga escondió la cabeza avergonzada frente a la pobreza verbal de los ajenos asistentes al zoológico.


La indagación

El narrador oral reinventa por primera vez un cuento donde un hombre llora encima de una taza de café. Y el narrador se pregunta: “Cuando el hombre al beber café caliente llora sobre la taza, ¿lo hace porque el humo le irrita los ojos?; ¿lo hace para contemplarse, con mayor nitidez, al aclararlo?; ¿o lo hace con el inconfesado propósito de beberse las lágrimas?”.


Cuentos incluidos en diferentes entregas de la Colección Gaviotas de Azogue, editada por la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE). Madrid, España.

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Un hombre con una idea nueva es un loco hasta que la idea triunfa.
Mark Twain


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2 comentarios:

  1. Francisco Garzón Céspedes: padre de la Narración Oral Escénica.
    Me pongo de pie ¡¡¡MAESTRO!!!
    Gracias
    Abrazo
    Alicia Perrig

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  2. Mi tan querida Alicia:
    Muchas gracias por sus grandiosas palabras hacia este excelente ser humano, espléndido narrador y además un buen amigo.
    Mi abrazo y mi cariño
    Analía

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