jueves, 29 de julio de 2010

Cuentos breves

Lola Sanabria
-Madrid, España-
Metamorfosis

Noche de luna llena. El acróbata trabaja sin red. Agarrado a la barra del trapecio, toma impulso, flexiona las piernas y se columpia. Cuando su cuerpo dibuja sobre las cabezas de los niños, la curva de una amplia sonrisa, suelta las manos, se gira en el aire, y cae en la pista sobre las almohadillas de sus cuatro patas.


David C. Róbinson
-Panamá-
La servilleta

Una servilleta rayada con un nombre y un número telefónico. Ella en el cuarto de baño. Y mientras orinaba, ella leía y releía lo escrito en el papel por el mejor cliente de la noche anterior. Según aquel tipo, él podría sacarla de la “vida fácil” y llevarla a una vida verdaderamente fácil. Fue muy vehemente al reiterar sus intenciones para con ella. Él estaba ebrio. Ella no. Una servilleta rayada. Ella en el cuarto de baño. Ella y una servilleta arrugada y mojada. Una servilleta que huye en el remolino del inodoro.


René Behoteguy Chávez
-Bolivia – España-
Nada es más veloz que la muerte


Cuando Francisco tomó el tren esa mañana desde el centro del mundo rumbo al sur, no sabía que desde el norte, la Muerte cabalgaba a su encuentro. Mientras Mamá Tierra sentía el vibrar del tren sobre las vías clavadas en ella y el galope de la Muerte, se preguntaba si ésta sería lo suficientemente veloz para alcanzarlo antes de que llegue a su destino. Cuando el tren llegó a su última estación, la Muerte llevaba tres minutos esperándolo. Lo que ella no sabía es que, avisado por un murmullo de la Mamá Tierra, Francisco se había bajado dos estaciones antes.


Luis Alberto Portugal Durán
-Bolivia – España-
El jardín de los ecos

El ermitaño llegó al jardín de los ecos y escuchó sus ahuecados pasos en la penumbra.
Acostumbrado como estaba a ponerse a la sombra del sauce llorón y gritar su nombre para que la resonancia le respondiese rompiendo cada una de sus sílabas, así lo hizo…
Sin embargo, esta vez, no hubo respuesta: el Silencio había gritado antes de que él lo hiciese.


Luis Carlos Ramírez Lascarro
-Colombia-
El hombre

Cuentan que un hombre estaba cansado de vivir, y que moría a cada rato.
Pero le pesaba tanto la muerte, que no podía morir con esa carga.


Leonardo Miguel Depestre Catony
-Cuba-
Vencedor

¡El pobre!, debe de ser un escritor muy malo, pensaban en su casa. Pero él, obstinado, no dejaba de participar en los concursos. Ni de gastar dinero en el franqueo de los envíos certificados. Ni de esperar ansioso las fechas de entrega de los premios, sin recibir aviso alguno. Sufría la peor de las enfermedades: era adicto a perder.


Raúl Flores Iriarte
-Cuba-
Pesadilla

Todas las noches soñaba algo distinto. Esa noche soñó con su ejecución. Oyó al juez dictar la sentencia de muerte. Se vio caminando los peldaños del cadalso y vio al verdugo caminar a su lado. El verdugo, empuñando un cuchillo, lo haló por el pelo para dejar el cuello al descubierto y degollarlo con facilidad.
Despertó a tiempo para ver el cuchillo iniciar el viaje a través de su cuello.


Javier F. Castillo Naranjo
-Colombia – España-
Pan y circo

Fútbol ultradefensivo. Cuando el lateral izquierdo, por tercera vez consecutiva, entregó el balón a su arquero retrasando el juego, los chiflidos se repitieron por toda la tribuna atestada de espectadores y los pañuelos blancos se agitaron al viento. El clamor popular fue atendido; las portezuelas se abrieron y los leones y toros fueron desatados sobre el campo de juego. La dentellada al cuello sobre el delantero centro fue cantada como gol. La bestia fue al hombre no al balón, pero el árbitro no pitó penalti; a nadie le importó, la diversión estaba asegurada.


Luis Pacheco Granado
-Cuba-
El pan de los panaderos

Como todas las madrugadas fue hasta el patio, era un amanecer cálido. Caminó entre las húmedas hierbas rumbo al caserón. La puerta estaba entreabierta y una fina línea de luz la fue guiando.
Adentro todo era actividad, los ojos la siguieron sin dejar de amasar la harina. Y como siempre fue de ellos, cada uno la fue moldeando a su gusto y ella los dejó hacer.
Luego, cuando los primeros gallos rompían el silencio, contenta, con su preciosa carga iba de puerta en puerta, segura de que obtendría un buen precio.


Cuentos incluidos en diferentes entregas de la Colección Gaviotas de Azogue, editadas por la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE). Madrid, España.

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Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades.
Miguel de Cervantes Saavedra


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