-Nació en Buenos Aires, Argentina. Reside en Madrid, España-
Vendrán luego otros hechos
Vendrán luego otros hechos
en una lejana hoja
de domingo en Madrid.
Los encontraré en tus ojos,
inmensos en las sienes,
temblorosos, abiertos
sobre la tierra roja.
Bailaremos
en crepúsculos
del color de los ríos,
crecidos en otoño.
Nada conservo
de los despojos,
perdidas alas de papel,
ésas que cosía madre
a mis espaldas,
zurcidora
de vuelos imposibles.
Anduve en los caminos
sin darme cuenta
de que eran estos pies desnudos,
los que me llevaban,
y me harté de los paisajes
sin mirar si entraban por mis ojos
o los llevaba conmigo.
Después, alimenté luceros,
sin reparar
en que fui un desparecido:
ausente juntador de absurdos.
Ahora
despliego este soplo,
transformado en viento.
El cielo rasgado
El cielo está en mí,
como una historia
que no he podido
retener
en la lengua.
Con ademán diseñado
en tardes oníricas
de madurez,
encuentro realidades,
constantes y sanguíneas,
festejos
donde la vida
se adelanta
al tiempo
que usurpa
el alma.
No me distraen
pormenores simbólicos
que convocan
años agonizantes,
y otros
que surgen
en oscuras encrucijadas.
Plazos
que disuelven
azares
infinitos
en la luz
que me acoge,
con exactitud astronómica.
En el roce de papeles perfumados,
casas esbozadas
y arena en espejos,
mis ojos reflejan
músicas orientales,
violines que suenan
a orillas del mar Muerto.
Sombras
inspiradas
en melodías
que nadie entiende
desaparecen
bajo lluvias de adjetivos,
soberbios
de tiempos
que no se juzgan,
no se alcanzan.
Volver
Volver, digo,
y me veo:
alfil transpuesto
jugando hilos sutiles
del azar, superficies,
palabras
partiendo espejos.
Con pies indulgentes,
me sumerjo
en la pasión que alimenta
velocidades de crucero.
Errónea maravilla,
nudo del alma
viajando al futuro,
en arrebatos
de un mundo desmedido,
sin reemplazo.
Soy,
a causa del excesivo
transcurrir de la vuelta,
el que escribe mi epitafio
y, en ese gesto, nazco
al cabo del cometa.
Después,
me engarzo a las buenas costumbres,
el comercio de los encantos.
Digiero mi pan,
que no se equivoca de saliva,
y descubro pequeños sonidos…
Imagen sin memoria.
Poemas del libro Manos Forasteras, Editorial Grupo Cero, junio 2010
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No es malo que el pasado nos recuerde que somos imperfectos y limitados. Lo malo es que nos angustie, nos detenga y nos quite la alegría.
V. M. Fernández
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jueves, 29 de julio de 2010
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No había leído a Jaime Icho Kozac, me sorprendieron esos poemas que disuelven los hechos cotidianos en una magnífica galería de imágenes ricas y originales; y me agradó la hondura de pensamiento.
ResponderEliminarSi tuviera que elegir me quedaría con el primero, me conmueve leer "ausente juntador de absurdos", qué buen manejo sensorial.
Abrazos
Betty
Mi querida Betty:
ResponderEliminarMuchas gracias por tus conceptos acerca de la poesía de Jaime. Me agrada que te haya gustado, es buen poeta y buena persona.
Recibí mi abrazo y mis buenos deseos cada día
Analía
Me encantó...no conocía a este poeta que modela tan bien la palabra en imágenes sorprendentes:
ResponderEliminar"Nada conservo
de los despojos,
perdidas alas de papel,
ésas que cosía madre
a mis espaldas,
zurcidora
de vuelos imposibles."
Un abrazo
Bertha
Querida Bertha:
ResponderEliminarMuchas gracias por tus conceptos acerca de la poesía de Jaime.
Mi cariño
Analía