-Formosa, Argentina-
Espuma
Era el perfume del jabón lo que sentía, sólo el perfume, un poco metálico por la posición… pero era el perfume. Ese aroma fresco, mezclado con agua, que la envolvía, acariciando la piel que hacía del baño una delicia especial. Una ceremonia que repetía mientras que limpiaba el cuerpo y dejaba que su mente vagara sin preocupaciones, etérea, lavando sin apuro las penurias de cada día… A pesar de los temores y los sueños… no como ahora, con ese olor que se iba adentrando en su mente, abriéndose paso por las fosas nasales, llenándolas de realidades que no siempre sorteaba, envuelta en espuma. Por eso centraba su atención en recordar a sus hijos, bloqueando todo lo otro… los dos que había parido y criado con tanto esfuerzo y esperanza; muchas esperanzas, claro. Pero una mujer que trabaja todo el día tiene que aceptar que sus intenciones no sirven mucho en la práctica materna pero son muy útiles a la hora de recriminar y echar culpas, también sirven para que ellos justifiquen todo lo que no pudieron o no quisieron ser. Ese fue el argumento que la dejó muda cuando Natalia, la mayor, le dijo que estaba embarazada y se iba a vivir con ese tipo, tan viejo para ella, y tan depravado y astuto, que le había cegado a tal punto que no se animó a decirle que había tenido un romance con ella hacía mucho y que era por eso que no quería que hablara, aunque su hija jamás le hubiese creído, como no le creyó nunca que ella trabajaba solamente, que no tenía amantes o todas esas cosas que le tiró de golpe a la cara, como una lluvia de barro antes de irse. Ella sólo pudo quedarse quieta mirando el tablero de la puerta donde parecía vibrar aún el portazo de la partida y luego llegar al baño, abrir a tope los grifos y meterse bajo el agua helada, dejándose ir junto con la corriente que se arremolinaba a sus pies, largo rato, hasta que se dio cuenta que se estaba jabonando sobre la ropa y tuvo ganas de reír, total, ya no le quedaban lágrimas y ni se notaba entre tanta agua… así que se quedó sólo con el varón, que no paraba en casa y a veces venía borracho, pero era una compañía. Y con él fue descubriendo también que las ideas que tenía la hija perdida no estaban muy distantes de las del que permanecía, sólo que tenía un tinte oscuro de visión masculina. Por lo que llegó a la conclusión que, fuera como fuese, iba a perder la batalla. Y así fue, un día cualquiera él le comunicó enfáticamente que tenía una mujer y que, o la traía a la casa o se iba. Y ella se imaginó en un instante su pequeña casa invadida, sus cosas confiscadas y tuvo una fugaz visión de una madriguera atacada por una serpiente… y dijo que no… y se quedó sola, ocultando su pena en una ducha eterna.
Por eso la fascinaba la espuma, lavando y perfumando sus poros salinos de tanta angustia, con ese aroma, tan etéreo, tan fresco… no como ese olor acre de la sangre que no quiere ver y que va girando lentamente sobre la losa blanca, mezclándose con el agua y la espuma que la hizo resbalar… y ella no la mira, sólo huele el perfume, total ya no importa, la cabeza quebrada ya no le duele y a cada momento más libre, siente como toda ella se va deslizando mansamente en un remolino alucinado hacia un orificio oscuro que la va succionando…
……………………………………Del libro En picada
…………………………………………Cuento tomado de Revista Quimera
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Las lágrimas más amargas que se derramarán sobre nuestra tumba serán las de las palabras no dichas y las de las obras inacabadas.
Harriet Beecher Stowe
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domingo, 5 de julio de 2009
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