Noche en Petra
En la inmensidad del desierto de arena rosada
el oasis de una noche se llevó
antiguos besos dolorosamente irresolutos
en los acogedores brazos de mi amigo beduino.
Sabiendo que el principio y el final eran lo mismo
nos amamos
sin otros laberintos que los de nuestros cuerpos.
Renacimiento al amor en el país que recorre el Jordán
y en el que un mar se llama Muerto.
Como muertas están aquellas otras caricias
que en otro país y en otro tiempo llamaba a gritos
y a las que tú también llamabas.
Ni las tuyas ni las mías acudieron
presas del miedo.
Evitábamos el final
Evadíamos el final
y así nunca empezamos
sin que hubiera un principio
se evitaba acabar.
Las miradas desnudas
sabían del futuro
semejante a un pasado
de pérdida segura.
En aquellos trazos
y retales de nosotros
venció nuestra invención
y lo poco que teníamos.
Quizás podamos decir
que bordeamos el cielo
y que no entramos porque
un destino cruel así lo decidió.
Áurea L. López Quiles – Alicante, España
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Si amas al sol que te alumbra, tal vez amas, y si amas al insecto que te muerde, amas.
Antonio Porchia
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lunes, 12 de mayo de 2008
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