Encuentros
…………………...…… "¿Y tu destino? Te sonrió una sola vez,
…………….....………… y tú no estabas allí..."
………………………………… ………… Vladimir Holan
Es un viento inesperado que nos sopla en la nuca y recupera sombras, el niño torcido de la memoria, el puñal que clava en la noche el sudario del pasado oculto; una señal, patear piedras en la soledad imposible; una colina de yerba usada; caminos; pájaros, ramas, seres que regresan desde el sueño, perfiles, una clara melodía que luego se olvida.
Separado del fondo, en el medio de las aguas, permanece el torbellino, luces tenues o la miseria de los cielorrasos.
Colgados de las risas, algunos harapos que al final nos cubren.
Desde abajo comienzan a doler los pasos. Al doblar las esquinas tratar de esquivar las estocadas del otro que no fuimos.
Nunca estar preparados.
Traslados
I
La Colina
Hay sitios que llevan más allá: la Colina, el 366, el deslinde de la chacra de los Wagner.
Cuando la sangre del crepúsculo se coagula en un malva intenso, trepo hasta la Colina y me quedo entre el viento y la soledad porque sé, que ahí está el desvío exacto, el desnivel inicial de los enigmas.
Entonces aparece Ella, a quien persigo a través de múltiples sueños.
Ella se alza sonriente, yo me inclino y acomodo mi cuerpo a una paz infinita y permanezco en el despliegue jubiloso del origen como si estuviese esperando en el vientre del universo.
II
El 366
El 366 es otra cosa. Encontrarlo no requiere voluntad, ni ingenio alguno.
El 366 está en cualquier lugar. No hay cartografías, manuscritos secretos que nos permitan hallarlo.
Lo único preciso es que el 366 se manifiesta sólo una vez al año. Y en cualquier minuto y lugar.
Es muy difícil casi imposible acceder al 366 más de una vez. Lograrlo dos veces sería arribar al más allá del más allá, donde no estaríamos atrapados por la telaraña del tiempo.
En el valle, en la calle suburbana, en el café, en la silla de todos los días, en cualquier lado, el 366.
III
El deslinde
En donde termina la chacra de los Wagner hay una zanja leve y después, de a poco, se sostiene un monte que en las tardes de verano, se llena de susurros.
Debajo de un roble centenario, me siento a conversar con algunos muertos, a quienes permanezco queriendo.
Ellos me preguntan sobre cosas mías y yo sobre cosas de ellos.
Allí, permanecemos un tiempo. Yo no los invito a que se queden, ni ellos a que los acompañe.
Hay algo que nos permite reconocernos: el saber que entre el aquí y el más allá, casi no hay diferencias.
Para el más allá que sigue: el 366.
Dificultades para establecer qué signos es preciso descifrar primero
Tal vez:
los que insinúa esa mujer del collar melancólico que aparenta querer entreverarse en algo; o los que sugieren en su paseo preliminar los brillantes pelajes de los pura sangre, o el gesto diminuto del algún jockey; o tratar de descubrir si ese puño oculta pájaros, piedras o nubes imposibles; o qué puerta es preciso abrir para entrar de una vez por todas a la vida, si aquella ruinosa y agrietada o ésta recién pintada; o si detrás de esas gasas sutiles se oculta esa esperada mujer del alba, la que intentará acomodar su risa en mis latidos o las prisiones en el alma; o terco insaciable de orgías de absoluto, tratar de descifrar en templos oscuros, los mensajes silentes de un dios suspendido.
Textos del libro Despliegues, seleccionado por el Fondo Editorial Rionegrino (FER) para ser editado, diciembre 2006.
Santiago Bao – Villa Gesell, provincia de Buenos Aires
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La verdad se parece mucho a la falta de imaginación.
Enrique Jardiel Poncela
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lunes, 12 de mayo de 2008
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Siempre es un placer leer la prosa de Santiago.
ResponderEliminarVíctor Hugo Tissera
Siempre es un placer leer la prosa de Santiago.
ResponderEliminarVíctor Hugo Tissera
Gracias por tus palabras, querido Vïctor. Es un gusto publicar los textos de Santiago.
ResponderEliminarUn abrazo
Analía