jueves, 20 de noviembre de 2025

Sergio Borao Llop

No mires a los ojos de los maniquíes 

No mires a los ojos de los maniquíes. 
Sus ojos son la senda incomprensible 
hacia mundos terribles nunca presentidos. 

Todo en el aire parece agazapado 
como en espera de un único movimiento en falso 
para saltar definitivamente sobre tus últimas moradas. 

Los maniquíes no saben hablar. 
No es probable que uno de ellos se decida a amar. 
Nunca podrás sembrar la dulzura en sus almas
porque sus almas están hechas de plástico. 

Sus frías manos nada harán renacer.
El coágulo incoloro de sus rostros, 
la rigidez enfermiza de sus miembros, 
la quietud infinitamente repetida, 
pueden causar lesiones en el corazón poco habituado 
del incansable espectador de platea. 

Pero no mires jamás a los ojos de los maniquíes 
o tu alma podría hundirse en el fondo sin fe de los espejos
o peor, diluirse 
en el cosmos sin fin de las regiones quietas. 


Tu cuerpo yace en el camino 

Tu cuerpo yace en el camino 
y yo lo miro y me atenaza el dolor.

Un nudo aprieta mi garganta; 
hay en mis ojos una estrella fugaz 
que se desborda y cae 
junto al mar de tu cuerpo inanimado.

Negro foso en tu pecho se abrió 
y ahora la sangre te abandona cruel. 

Y no puedo gritar, 
sólo un sollozo mudo ahoga mi labio, 
un sollozo que no puedes oír. 

Ya nunca soñarás, 
ni mirarás los campos y el sol. 
Ya nunca, nunca más podrás despertar 
y disfrutar de las praderas en flor. 

Sonriente viene caminando 
a recoger tu cuerpo ya sin vida y sin luz, 
con el arma en la mano despiadada 
y en los ojos la muerte, 
                                    el cazador. 


Navidades blancas, negras 

Navidades blancas, negras. 
De insoportables ausencias. 

Húmedas sombras de niebla, 
amortajadas, me acechan. 

Nevados cerros de antaño, 
pirenaicas soledades 
ensangrentadas de olvido. 

Navidades blancas, negras. 
Los caminos de mi tierra 
sobre mis pasos se cierran. 

Hoy preguntaron los lirios 
por tu risa. Sin respuesta 
quedaron las flores, muertas. 

Navidades blancas, negras. 
Cristales de hielo nievan 
desdibujando tus huellas. 

Entre los abetos verdes, 
bajo las copas nevadas, 
yace un alma atormentada, 
un corazón que recuerda 
otras navidades blancas. 

Navidades blancas, negras, 
sin villancico ni estrella; 
en los copos que destellan 
se adivina la sentencia: 
Nadie traerá hasta mi celda 
una brisa de esperanza 
estas navidades negras. 


La paloma fue viento 

La paloma fue viento 
en el sueño del niño que interroga 
del niño que medita… 

Que recuerda fue piedra, que fue tumba, 
y hoy es niño y mañana... 

¡Niño prematuro de blancos aladares! 
Soñaba que viviría 
en un país tal vez virgen quimera, 
entretejida selva de asfaltos imaginarios, 
o de naipes concéntricos o coloridas lluvias. 

No sabe, no supo, quizá no sabrá nunca 
calcular el tiempo real de un viaje por los mares, 
pero sus manos arrugadas 
conocieron el significado de una caricia 
                                    que aún recuerda. 


Poemas inéditos 

Sergio Borao Llop 
Zaragoza, España

Cuando alguien de una época que queremos olvidar se nos presenta en un momento reconfortante, entonces es como si una pesadilla nos persiguiera en el mundo real. Y lo real y los sueños nunca se deben mezclar, al igual que el pasado y el presente. 
Esteban Navarro

Adriano de San Martín

Sonatina 

No te sientas triste Princesa. 
¡Todo en ti es valor! 

Mira ese mar que ondula en tus ojos, 
ese sol que juguetea en tu piel. 
Mira tus manos llenas de pájaros,
tus huellas desandando la arena. 

No estés triste Princesa. 

Te ofrezco un viaje a otro país, 
un cruce de hierbas para el amor, 
un vuelo para alcanzar la luz 
fugaz entre los cuerpos y la flor. 

No hay por qué estar triste, Princesa. 

Mira a tu alrededor: 
el cielo azulea para tus sueños, 
la tarde enciende sus cellos, entiéndelo 
niña: ¡ya nadie muere de amor! 

No, no estés triste, Princesa. 

Toma mis manos, cierra los ojos, 
juguemos este juego de a dos: 
Uno,  
       Dos, 
               Tres…  
                         Y… ¡Vamonós! 


Microhistoria 

Uno siempre está contando una historia 
por más conceptual que sea el asunto. 
Una chica que llega, por ejemplo. 
La esperás siglos en un parque, 
en la estación de autobuses o de trenes. 
De repente estás frente a la playa 
o en una cabaña de montaña con ella. 
Su desnudez te envuelve 
en el púrpura resplandor de la tarde 
o te cobija y protege con el velo magenta 
que horada la ventana de los montes. 
Camina a nuestro lado por potreros
rociados de santalucías, cercados por hortensias; 
detrás, cuando descendemos el cañón hacia un río,
o atravesamos la inmensidad espejeante de una playa. 
Te abraza arriba en los pinares o jaulares 
donde el cenit indica ya la explosión de las ciudades. 
Te ayuda a encender la fogata, 
a preparar las viandas mientras descorchamos 
el tiempo enjaulado de la vendimia. 
Y se acurruca a tu lado, ya incandescente 
el ritmo de las sábanas, mientras la luna moviliza 
los bosques y animales de sus meandros, 
y unos hilos de plata penetran las cortinas de oro 
ondulantes e invictas sobre nuestros cuerpos. 
Amanece. Colina arriba sobresalen dos enormes butacas 
verdes y vacías entre la niebla acariciadora de sembradíos. 
La taza de café se enfría porque son breves los días felices. 
Uno siempre está contándose historias. 


Macrohistoria 

Saboreo el carajillo y miro por la ventana displicente. 
Un comemaíz picotea el cristal con vehemencia.
A su manera pide desayuno o cierta atención. 
Quizás embobado acude a mi embobamiento. 
Poso la taza. La invasión a Ucrania se da en el 2014, 
los rusos la defienden una vez más. La nuestra 
fue en 1492. Desde entonces las guerras mundiales, 
las invasiones, el capital originario, Europa 
creyéndose el ombligo del universo. Tal vez 
el pajarillo no entienda nada de esto. Quizás 
lo sabe con mayor claridad, está en su ADN. 
Porque desde los tiempos de los titanes, los anunnakis, 
nos han observado hacer la guerra, no el amor. 
En la pantalla repiten, repiten, repiten, los goles de anoche. 
El país entero ruge en mi cabeza por las copas de tinto, 
las tapas. Una víctima más de la jornada futbolera, 
zombi abandonado en la sala/comedor cual argonauta 
en el tiempo/espacio de otras jugadas, otras palabras. 
El comemaíz voltea la cabecilla, se larga desesperanzado. 
Me decido. Enciendo la pipa. Nada mejor que un buen café 
para las pequeñas/grandes historias de una mañana aguardentosa.


Del poemario del autor: Secuencias, 2023 

Adriano de San Martín 
San Carlos, Costa Rica 

Aunque sigan vivos, con los muertos hay que terminar las historias o no se terminan nunca. 
Ángeles Mastretta

Gustavo Vaca Narvaja

Zakin 
Retrato de una Mujer Toba 

Lejos de una vegetación cubierta en bruma 
De portentosa solemnidad silenciosa 
Se abre una luminiscencia vacilante 
Alerta al asombro 
Acorralada quizás por el tiempo 
Se desvistió el día, liberado de niebla 
En una claridad teñida de magia 
El susurro del río, homenajeado 
por racimos de espumarajos enredados

Refleja una difusa imagen acompañada 
del revoloteo de aves de caprichoso plumaje 
cabalgando sobre notas imaginarias 
Del réquiem…lacrimosa…de luz eterna 
Inunda la vegetación el gris a verde intenso 
El cuchicheo del agua en un concierto 
profundamente abismal y puro 
Una imagen delicada 
Acaricia el cristal biselado 
La brisa humedece su rostro 
La luminosidad, confirma un sol inclemente 
Zakin, encendida en el 
Mágico reflejo de su semblante 
Irrumpe… 

¡Una mujer concebida por la belleza! 
¡Una plácida fantasía viviente! 
Un templo acariciando el cielo 

Efigie perfecta y dócil 
Quietud mansa sobre la orilla del río 
Zarandea rizos caprichosos con sus manos 
Su desnudez de doncella, paraliza cualquier permuta 
El tegumento refulgente por agua esparcida 
Da un brillo extraño a un cuerpo firme. 
Liso. Libre de vello. 
Vaporoso; sólidamente agraciado 
Sutilmente esquivo, cualquier intento intrépido 
Dos planetas prominentes 
Florecen en su pecho, con dos yemas jactanciosas
Oscilando solidarias y vírgenes 

Contrasta su talle poco enunciado 
Decreta el inicio de piernas, semejando dos anhelos 
Buscando entrelazar pasiones 
Sus facciones, delicadamente recortadas 
Parecen cinceladas sobre un ébano grácil 
Pómulos orgullosos, afloran de impetuosos augurios 
El mentón…riñe un cielo límpido 
Sus labios; encarcelan el capullo del néctar

Zakin desnuda…Insaciablemente desnuda 
Semeja la madre…de América, de Castagnino. 
O extrañas reproducciones de Velázquez 
Con el color de tez, propia del pincel de Cézanne 
Mientras el espectador inerme se mantiene erguido 
Estoico y embelesado, desgarrando su orgullo 
Sin lograr arrinconar la mirada de Zakin 
Esa imagen emociona y desconcierta 
Tanta beldad salvajemente bizarra 

¡No es aquella Zakin… 
Cubierta de holgados atavíos, que conoció huyendo! 
Tampoco; con quien platicó en el huerto 
O aquella joven, fugada 
Ahora… 
En el natural marco de una agreste naturaleza
Emerge una Zakin distinta; inundada de candidez y pureza 
Liberada de espectrales resentimientos 
Abandonados por su designio 

Ahora; es… 
Una mujer…Del monte impenetrable 
Extrañamente desafiante 
Orgullosamente dotada de hermosura 
Humedecida con filamentos de sombras 
Y resplandeces de media mañana 
Racionando disimulos 
A propios y extraños 

¡Una mujer fantaseada por la belleza! 
¡Una plácida ilusión viviente! 
Encumbrada en un pedestal de frescura 
Acarrea un impaciente desvelo 
Que la descubre en un sueño 
Innegablemente real 
Zakin…


Gustavo Vaca Narvaja 
Neuquén, Argentina

Quien piensa en fracasar, ya fracasó antes de intentar. Quien piensa en ganar, lleva ya un paso adelante. He sido una persona afortunada, nada en la vida me ha sido fácil. 
Sigmund Freud

Luis Carlos Fallon Borda

La patria de mi dolor 

¡Entréguenme sus muertos! 
Los decapitados, los hambrientos; 
los miserables de condición errante 
y rostros de ceniza; 
A los desalojados de sus tierras; 
A los que nunca alcanzaron trabajo ni jornal; 
A los parias que han sido marginados; 
A los escarnecidos con el odio, 
¡A quienes fueron obligados a callar! 
¡Yo me anexo sus vidas sin futuro; 
sus sueños y esperanzas destruidos; 
vidas rotas que nunca lograron germinar! 
Entréguenme también a los desgarrados; 
moribundos; incompletos; heridos; ¡mutilados! 
¡A los que cayeron en los envilecidos 
campos minados; 
A los niños raptados de sus padres, 
en la lucha inmoral! 
¡A los líderes muertos; a los desaparecidos; 
A quienes han sido sustraídos del gesto compasivo 
de una tibia caricia en el amor! 
Entréguenme a todas las mujeres ultrajadas; 
A aquellas escarnecidas por la 
desesperanza, o el dolor! 
¡Yo me apropio de las sufrientes madres 
que lloran a un hijo asesinado; 
o a las que ocultan en sus ojos, 
los rastros del horror! 
¡Denme a todos los seres negados 
en la vida, a los estigmatizados, 
por las ideologías del terror! 
Yo los reclamo a todos, justos o renegados. 
¡A mí me pertenecen!
¡Yo cargo el cruel dolor de esa simiente! 
Escúchenme, culpables o inocentes: 
¡Hablo Yo, la Justicia! 
¡Basta ya! Fratricidio, sordidez, desenfreno; 
no más depredaciones, no más sangre! 
¡Ha llegado el final de esta ignominia! 
Cuando el furor de la contienda acabe, 
en su orgía de muerte y egoísmo, 
la compasión, que vence a la barbarie, 
más allá de la infamia o el delirio, 
llamará a la concordia, sin rencores, 
y a la paz sin olvido! 


Han sido necesarios tanto horror, tanta degradación, 
el sacrificio de tantas generaciones, 
tanta sangre derramada? 

¡Acordamos la paz! 
¿Y ahora qué viene? 
¿La salvación de ríos y jazmines? 
¿La luz de las doradas mariposas? 
¿La redención del hombre
que agoniza en la tierra?
¿Ahuyentar el dolor? 
Buscar el alma que se nos 
fue en la guerra? 
¡Acordamos la paz! 
¡La senda está trazada! 
Con la fatiga a cuestas, 
por el arduo camino, 
quizás no se marchite 
esa esperanza! 


Nota del autor: Poemas de denuncia a la violencia en el conflicto colombiano. Miami, Florida, 2025 

Luis Carlos Fallon Borda 
Poeta nacido en Colombia. Reside en Miami, Florida, EEUU

La violencia es el refugio de las mentes pequeñas. 
Proverbio Chino

Salomé Moltó

Me importa 

No tanto me importa 
que hayas guardado 
tu infancia en frescura
me importa que tengas 
el alma sensible 
el corazón abierto 
y la mano tendida. 


Curtir la piel 

Volveré a caer
y me volveré a levantar 
Me quejaré en el dolor 
y gozaré en la bonanza 
así cada vez 
así sin desmayar 
pues en el mucho dolor 
y en el poco placer 
he curtido mi piel 


Andar 

Y es mi camino el que ando 
es mi angustia la que sufro 
tú andas el tuyo, 
tú sufres la tuya 
A mi lado puedes caminar 
si quieres 
un instante, un momento 
en un infinito espacio 

Yo no paro mi camino 
no detengo mi proyecto 
Si me sigues, no te pares 
Yo no puedo ya esperarte 
mas es mi camino el que ando 
y mi angustia la que sufro. 


Mirar al viento 

Llegué corriendo pero 
tu barco había partido 
he ahogado mis lágrimas y deseos. 
He levantado los ojos 
para mirar al cielo, 
unas ligeras gotas 
me han acariciado. 
El intenso azul del cielo 
es devorado por las nubes 
que raudas y voraces 
avanzan hacía el horizonte. 
Y un ligero rayo se adelanta 
cruza los montes, penetra en el agua 
invade tu cuerpo fatigado 
y del vigor que emana 
mi ansia se escapa. 


Salomé Moltó 
Alcoy, Alicante, España

Es importante que los hijos conozcan el verdadero valor de ciertos padres. 
Eduardo Sacheri

Beatriz Caserta

Ella 

El atelier lo muestra como un cazador de bellezas. Siempre había pintado modelos desnudas. 
Claro está que para él, como para la mayoría de sus pares, lo bello no estaba en la perfección de un rostro o en la anorexia exigente de las pasarelas. 
El pintor descubría en los rasgos, en las expresiones, incluso en las imperfecciones, lo genuino del encanto que plasmaba en la obra. 
Las modelos no siempre responden a la rutina de volver día tras día a posar varias horas. De modo que por su atelier habían pasado varias. Hubo algunas que significaron algo más… 
Recuerda el día qué llegó Maribel. 
Entró y le dijo – ¿Paul, me das un minuto? 
Cuando iba a contestarle, ya estaba detrás de él. 
Totalmente desnuda, con unas botas hasta el muslo y una mirada que taladraba los sesos. 
Señaló la ventana – Apuesto que allí voy a posar… digo, por la luz del mediodía. 
Dominó la situación desde que entró. Un torbellino de hembra sin límites. 
Lo llamó Paul y no era su nombre; decidió el lugar donde posaría… 
Su pincel hizo los honores y ella supo agradecer. 
Hubo más encuentros y un día, fue el último. 
La extrañó, Maribel, en su desenfado… escondía una infinita ternura, que cuidaba no exponer. 
Y, si algo la delataba, calzaba su abrigo y un - Hasta mañana Paul - daba fin a la jornada. 
Una tarde llegó Mirian… él no podía dejar de mirarla. 
Piernas increíblemente perfectas, largas y finas sostenían una figura esbelta, con curvas insinuantes, naturalmente sensuales. 
El pelo negro y pesado enmarcaba su rostro anguloso, de rasgos imperfectos. Su belleza lo perturbó. Había encontrado lo que hacía tanto buscaba. 
¡Era ella! Y estaba allí. 
Pero su experta mano no podía plasmar tanta hermosura. Cambió de pinceles, de colores, pero nada lo convencía. 
Ella no se sorprendió, cuando a poco menos de hora y media le dijo: 
- ¿Podría venir mañana para hacer algunos retoques? Estoy un poco cansado. 
- Sí, claro. Se cubrió con el abrigo, tomó su bolso y caminó hasta la puerta. 
Al salir, se volvió. - ¿A la misma hora? – el abrigo se deslizó insinuante. 
La imagen de la modelo no lo dejó conciliar el sueño. 
Ya amaneciendo, limpió y ordenó el taller. Preparó café y todo estaba listo, cuando escuchó la puerta. 
El segundo día transcurrió igual; ella posando y él, la admiraba en silencio. 
El tiempo voló. sin que ningún trabajo se completara. Pidió nuevamente que regresara y ella asintió. 
Esa noche decidió que le pediría que siguiera siendo su modelo. 
Con el tiempo, ella lo conocería y quizás se enamorara, como lo estaba él. 
En esa ensoñación se durmió relajado y sonriendo. 
Se despertó muy temprano, se afeitó, cambió de ropa y ansioso esperó su llegada. 
Ella… jamás volvió a tocar su puerta. 
Hoy, varios años después, sigue pintando. 
El puerto lo seduce. Desde que aparece en el horizonte la luz del sol; hasta el indeciso color de la hora que precede al crepúsculo. 
Tiene magia y romanticismo, amores que se van y que regresan. 
Historias de soledad, de reencuentros y de olvidos. 
Él… muy temprano ordena su atelier, prepara café y mientras bebe, su mirada no se aparta de la puerta. 


Cuento del libro de la autora: Desandando 

Beatriz Caserta 
Buenos Aires, Argentina

Cuando ya no te quieran, lo sabrás, aunque no te lo digan. Lo sentirás desde lo más profundo del alma, porque la indiferencia jamás pasa desapercibida. 
Julio Cortázar