Con una paz de corderos de ojos santos
sirven el café, todo harapos y renuncia
en una comunión azul
que abriga de la noche que se extiende.
Con las manos gastadas comparten luminosamente.
Las caras neblinosas, dignas en la aceptación
como pájaros enfermos.
Creciendo en un altar de miseria.
Salvándose de absurdos apetitos de animalidad desbocada.
¿Una isla de ceniza?
¿Una caverna gangrenosa en continuo declive?
¿Un rancho humilde con ángeles de labios tibios?
¿Quién puede señalarles bendición o naufragio?
¿Están de pie en los escombros de sus sueños arrasados?
¿Hay un alba de diamante escondida en su pobreza?
Poema inspirado en la obra “Los comedores de papas”,
de Vincent Van Gogh, 1885
* * *
Versos por Rafael Sanzio
Un arcángel venciendo a la crueldad.
Al príncipe del crimen.
A los ejércitos de las tinieblas
y sus ojos predadores.
A quienes bailan al son de una música siniestra.
A gusanos extraviados en la concupiscencia mediocre.
A los reptiles que esparcen humo negro
y cascadas de un odio interminable.
A los ligados a cielos malignos.
A los que escupen lo bello y lo sagrado.
Un arcángel audaz y redentor
en la hermosa gloria del combate
con un pie sobre la espalda de la oscuridad
y la luz de la justicia en la punta de su arma.
Un arcángel con un lirio bendecido
contra el hambre del dragón.
Un arcángel instaurando un nuevo Edén.
Un arcángel que ennoblece cualquier noche.
Poema inspirado en la obra “San Miguel”,
de Rafael Sanzio, 1518
* * *
A lo Oliverio
En
el rigor
de múltiples
pobrezas y una lucidez
corrosiva un exilio un despertar
un mazazo violento en la conciencia
el silencio de la comprensión más terrible
la época feliz en los brazos de una madre
el deterioro imparable de la carne
el calor de palabras con afecto
la vejez acercándose
al extraño sol
del otro
reino.
Desdecir la muerte
Vamos sin miedo a desdecir la muerte
quienes forjamos zafiros con el sufrimiento
y lanzamos delirios como rayos
desvariamos al cruzar la lucidez
expresamos claramente lo terrible
ponemos arcoíris en el aire
bajamos la sabiduría de los astros
arrancamos las máscaras opacas
celebramos la música y el fuego
adoramos el vino y la inocencia.
Vamos con verdad a desdecir la muerte
a nombrarla con simpleza “mutación”
a recordar las maravillas que merecen un brindis
a despedir sin culpa
lo que queda en la piel seca
de niveles anteriores de conciencia
extraigamos bendiciones de la sombra
comulguemos con el éxtasis con el amor sin desenlace
cuidemos el rubí de las pequeñas alegrías
hagamos frecuentes las invocaciones a los antepasados
hagamos una fiesta escandalosa
por cada carcajada que obsequia la niñez
bebamos el licor santificado
de todo lo que aviva
desentumece
o despierta.
Damián Andreñuk
La Plata, Buenos Aires, Argentina
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