jueves, 20 de noviembre de 2025

Eduardo Dalter

Poema para abrazar a Discepolín 

Buenos Aires es la mejor ciudad del mundo, 
si a nadie le importa salir a tomar aire toda vez que pueda. 
No obstante, su historia es tremebunda, con sus remates 
de esclavos y su entrega de indios a las dignas 
familias de la patria. Es que siempre surge 
algún hijo silvestre y bravío que la deja en evidencia 
y le sacude las tripas como un fleje. Desde muy abajo 
la vida le crece cierta como un cardo o un tango
que no cesan, y eso la rehace más creíble y natural, 
aunque la historia oficiosa se resista a hablar de eso, 
también sus zurcidos, sus bordados naif y sus remiendos. 


Productores capitalinos 
de antologías nacionales 

  A María Adela Agudo, en memoria 

Se podrá afirmar o no que fueron 
acérrimos o distraídos unitarios, 
pero ellos sólo se subieron 
al terraplén de la avenida Gral Paz 
y usando una mano de visera 
otearon el horizonte así como lucía 
y teorizaron en torno de eso mismo, 
que no fue poco, o fue lo que fue,
para esa usual idea ovni de país.


Baladita irlandesa 

Yo también anduve en la noche a tientas 
por ese callejón casi exclusivo 
para los inspirados bebedores de cerveza 
y miré las estrellas en cercanías del río 
mientras el brillante orín murmuraba sobre el pasto 
y mi cabeza en despedida ensoñaba una canción 
de amor, de neblinas, de distancias. 
Cork, junio, 2024 


Epigrama sobre la felicidad 

Las felicidades duran para siempre; 
sin aviso vuelven y revuelven, como aquellas 
que atravesaron décadas y recorrieron mi cuerpo, 
vibrando, abrazándome siempre, en la fría cama 2 
de la quejumbrosa sala de terapia o de partida,
de donde salí finalmente con dos recetas 
en la mano, un bolso con ropa y diciendo “gracias, 
gracias amores por todo”, con la mirada aún nublada 
pero bajo un cielo soleado y difícil de creer. 


De las leyendas del bosque 

Entre malezas crecidas, pozos, y trochas anegadas, 
los lobos hambrientos fueron llegando finalmente, 
y los llamados guardabosques siguen sin aparecer, 
o en verdad están ocultos, y cuidando de lo suyo, 
bajo el desencanto y un desasimiento ya crecido; 
lo demás, así, no puede hallar piso fiable ni cobijo, 
por no decir más del bosque hundido y de rapiña. 


Versos de amanecer 

Y si nos damos una oportunidad, 
y si trabajamos para darnos una oportunidad, 
y si a toda hora del vivir, entre la abundante maleza, 
elegimos sin concesiones y sin yuyos menores 
(siempre siempre yuyos menores), 
y tratamos de hacer un camino, pero antes 
soñamos e ideamos hacer un camino, 
donde, paso a paso, el aire limpio tenga morada. 
Y si nos damos una oportunidad, 
aunque hoy estemos lejos (cada hora más lejos), 
y si trabajamos para darnos una oportunidad, 
aunque el mal tiempo siempre se cruce, 
para no ser los desafortunados que somos 
de toda buena razón y toda fortuna. 


Amanecer de navidad 

Quieto el jardín y desierta la calle, 
         bajo un silencio de pájaros; 
todo reposa bajo el cielo nublado; 
y ahí entonces uno presiente, 
        en íntima quietud, 
a las sentidas ausencias que crecen. 


Poemas del libro del autor: Luces de la orilla, textos escritos en Buenos Aires en 2024, a excepción del que lleva data al pie. Poemario a editarse en breve. 
Eduardo Dalter 
Buenos Aires, Argentina

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