Buenos Aires es la mejor ciudad del mundo,
si a nadie le importa salir a tomar aire toda vez que pueda.
No obstante, su historia es tremebunda, con sus remates
de esclavos y su entrega de indios a las dignas
familias de la patria. Es que siempre surge
algún hijo silvestre y bravío que la deja en evidencia
y le sacude las tripas como un fleje. Desde muy abajo
la vida le crece cierta como un cardo o un tango
que no cesan, y eso la rehace más creíble y natural,
aunque la historia oficiosa se resista a hablar de eso,
también sus zurcidos, sus bordados naif y sus remiendos.
Productores capitalinos
de antologías nacionales
A María Adela Agudo, en memoria
Se podrá afirmar o no que fueron
acérrimos o distraídos unitarios,
pero ellos sólo se subieron
al terraplén de la avenida Gral Paz
y usando una mano de visera
otearon el horizonte así como lucía
y teorizaron en torno de eso mismo,
que no fue poco, o fue lo que fue,
para esa usual idea ovni de país.
Baladita irlandesa
Yo también anduve en la noche a tientas
por ese callejón casi exclusivo
para los inspirados bebedores de cerveza
y miré las estrellas en cercanías del río
mientras el brillante orín murmuraba sobre el pasto
y mi cabeza en despedida ensoñaba una canción
de amor, de neblinas, de distancias.
Cork, junio, 2024
Epigrama sobre la felicidad
Las felicidades duran para siempre;
sin aviso vuelven y revuelven, como aquellas
que atravesaron décadas y recorrieron mi cuerpo,
vibrando, abrazándome siempre, en la fría cama 2
de la quejumbrosa sala de terapia o de partida,
de donde salí finalmente con dos recetas
en la mano, un bolso con ropa y diciendo “gracias,
gracias amores por todo”, con la mirada aún nublada
pero bajo un cielo soleado y difícil de creer.
De las leyendas del bosque
Entre malezas crecidas, pozos, y trochas anegadas,
los lobos hambrientos fueron llegando finalmente,
y los llamados guardabosques siguen sin aparecer,
o en verdad están ocultos, y cuidando de lo suyo,
bajo el desencanto y un desasimiento ya crecido;
lo demás, así, no puede hallar piso fiable ni cobijo,
por no decir más del bosque hundido y de rapiña.
Versos de amanecer
Y si nos damos una oportunidad,
y si trabajamos para darnos una oportunidad,
y si a toda hora del vivir, entre la abundante maleza,
elegimos sin concesiones y sin yuyos menores
(siempre siempre yuyos menores),
y tratamos de hacer un camino, pero antes
soñamos e ideamos hacer un camino,
donde, paso a paso, el aire limpio tenga morada.
Y si nos damos una oportunidad,
aunque hoy estemos lejos (cada hora más lejos),
y si trabajamos para darnos una oportunidad,
aunque el mal tiempo siempre se cruce,
para no ser los desafortunados que somos
de toda buena razón y toda fortuna.
Amanecer de navidad
Quieto el jardín y desierta la calle,
bajo un silencio de pájaros;
todo reposa bajo el cielo nublado;
y ahí entonces uno presiente,
en íntima quietud,
a las sentidas ausencias que crecen.
Poemas del libro del autor: Luces de la orilla, textos escritos en Buenos Aires en 2024, a excepción del que lleva data al pie. Poemario a editarse en breve.
Eduardo Dalter
Buenos Aires, Argentina
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