Pablo Neruda
jueves, 20 de noviembre de 2025
Andrés Bohoslavsky
El blues de los pájaros
Sobre el río flotaba el piano
y sobre el piano, sin rostros,
dos personas cruzadas de piernas
hablaban en voz baja
la charla giraba en torno a un poeta chino
que leía sus textos a los pájaros
si no volaban el poema era posible
atrás, el piano ardía sin extenderse al resto
últimamente recuerdo este sueño, esos detalles
y a ese extraño poeta chino
ahora sé quiénes son
los rostros aparecen sobre el piano
sin los cuerpos, los pájaros tocan blues
y yo estoy quieto, extasiado
sin poder volar.
Del libro del autor: Una noche en bosque-poesía y otros poemas. Editorial Leviatán, 2014
* * *
El río de mi padre
Hace poco estuve en el río, ancho y furioso
leyendo y tomando cerveza
en la otra orilla, un viejo con su caña de bambú
esperaba atrapar algún pez
y pensé en mi padre y en mí pescando juntos
si hubiéramos tenido tiempo, si esa ráfaga de muerte
no hubiese existido
luego, cuando volví caminando, me pareció verlo
apuré el paso, pero algo sucedió
lo vi correr y desaparecer en una esquina
ahora escribo sobre mi padre y sobre mí
y lo que pienso sobre ambos, lo que hubiéramos hecho
esas cosas entre padre e hijo
por la noche, reabrí el libro para continuar con la lectura
que había postergado aquella tarde en el río
el siguiente relato era un cuento breve
de un tipo que pescaba en una orilla y su hijo en la otra.
Del libro del autor: Margot, la prostituta que leyó a Bakunin. Editorial Leviatán, 2017
* * *
Latkes
Cuando llegué del colegio, mamá estaba preparando la comida rusa que tanto me gustaba.
Le pregunté si había alguna novedad. Me miró por arriba de los lentes y me dijo:
No hijo, salvo el militar de la esquina que cuando le pregunté si sabía algo de tu hermano,
me dijo que agradezca que no los desaparecimos a usted y su hijo más chico.
Luego volvió sobre la sartén y siguió cocinando las croquetas de papas.
Texto inédito
* * *
El fuego
La explicación que encontró la ciencia a la aparición del fuego
consiste en el impacto de un rayo sobre restos de elementos
de la naturaleza que combustionaron luego de la ignición
y todo eso que ya sabemos
Por la noche me abrigó del frío
y me protegió de las bestias que merodeaban la cueva
pero algo más profundo se instaló con fuerza dentro de mí:
el fuego es transformación
como las palabras que incendian en tu interior.
Del libro del autor: El mundo es un poema inconcluso y otros fragmentos oníricos. Editorial Leviatán, 2023
* * *
El acta
a mi madre Sara
Yo, que estoy en el medio del mar
leo el acta, que con unos cuadraditos marcados con una x
deja constancia de la muerte de mi madre
mientras la rompo y el viento se la lleva
depositándola en unas olas gigantes
pienso en ella con sus lentes viejos, leyendo a Chejov
o las cartas de familiares de Rusia
y en aquellos años en que era feliz, paseando con mi padre
por la playa, mientras yo corría detrás de ellos
me doy vuelta y la veo sentada en una silla en la proa
rodeada por unos albatros que picotean restos de comida
me llama y me siento junto a ella
mientras saca unas fotos viejas
en paisajes extraños, junto a sus padres
y luego otras y otras, como un repaso de su vida
mientras hablamos de las cosas que quedaron sin hacer
de esos planes simples que teníamos y no pudimos realizar
giro la vista al mar y cuando me doy vuelta para abrazarla
ya no está
a mis pies, veo la foto en que ella está delante
de la casa de sus padres
en la calle de la revolución
la llevo al camarote, la pego en la pared y me acuesto a dormir
en el sueño escucho su voz, casi imperceptible, que me dice:
- No estés triste, hijo, ya nos veremos
me despierto, me sirvo un vaso de vodka
y miro por el ojo de buey la tormenta que se avecina
voy a la sala de máquinas, a cumplir mi turno
y la escucho nuevamente:
- Hijo, el hombre es lobo del hombre
Entonces pienso en ella, en esos viejos tiempos
donde soñaba un mundo más justo
sin imaginar que nos convertiríamos en bestias.
Del libro del autor: Los ojos de Sasha o el fin de un sueño rojo. Editorial Leviatán, 2017
Andrés Bohoslavsky
Río Negro, Argentina
Analía Pascaner
Un paseo cotidiano
Luciana deambulaba por calles desiertas. La joven sabía que nadie se asomaba en aquella hora del crepúsculo y ese día menos aún con la mansa llovizna que cubría al pueblo desde la noche anterior. Caminaba tarareando una canción, sin recibir miradas curiosas ni esquivar conversaciones inoportunas ni responder preguntas triviales. Ella ya conocía la soledad que se esparcía por las calles, por eso elegía ese momento del día para dirigirse hacia el campo de lavanda ubicado detrás de la estación de tren, como todas las tardes desde que descubriera esa magia celeste.
Sus padres habían decidido mudarse a ese pueblo para alejarla de su primer amor, para desintegrarle el dolor de la traición, para apartarla de la jungla de cemento, para arrancarle sus propios fantasmas. Sin embargo los fantasmas de la joven no poseían la forma de ese primer amor ni se hallaban escondidos en la ciudad: los demonios dibujaban su rostro reservado, humedecían sus ojos apagados, latían al mismo ritmo de su corazón desilusionado, se los palpaba en su piel desganada.
Luciana caminaba hacia el campo de lavanda como todas las tardes anteriores. Un sonido lejano acarició sus oídos. Se detuvo y cerró sus ojos disfrutando de ese sonido tan misterioso como conocido, tan ajeno como propio. Escuchó levemente el rechinar de las ruedas del tren y lo imaginó en su recorrido entre los campos y las montañas, absorbiendo plenamente cada paisaje y depositándolo en los parajes que recorría.
La joven se apresuró para llegar al terraplén y su corazón galopante la preparó para efectuar su inocente carrera cotidiana: cruzar las vías cuando el tren estuviera cerca y luego, ya desde el otro lado, observar a esa mole de hierro cortando el aire. Se detuvo en la pequeña lomada que contenía las cintas relucientes y grises, filosas y amenazadoras, su cuerpo mojado oscilaba liviano como un junco. Cerró sus ojos nuevamente y reconoció el sonido cada vez más cercano, invadiéndola, acallándola, invitándola.
Su destino se hallaba cerca: encontraría la libertad momentánea en el campo de lavanda detrás de las vías del tren. El tren se aproximaba raudamente y sus reflectores rasgaban la penumbra con insolencia. Observó con precaución: debía permanecer atenta pues en cuanto las luces se acercaran, ella daría los dos pequeños saltos que ahora la separaban de su sitio predilecto.
Sin embargo esa tarde no fue igual a todas las otras. Esa tarde sus quince años se deslucían, su sangre bullía con furia, su respiración se dificultaba, su corazón procuraba encontrar el ritmo de la inocencia, sus brazos colgaban como plomadas, sus piernas eran de acero, todo su cuerpo semejaba un pilar enclavado en ese terraplén. En ese atardecer, un dolor desconocido crecía dentro de sí, un dulce dolor se adueñaba de su existencia. La llovizna del crepúsculo mitigaba ese dolor ardiente que soportara desde que saliera de su casa.
Luciana observó al tren, sus párpados cedieron ante las luces que reventaron en diminutas partículas. Los demonios se reubicaron en su vida: el contorno preciso de su cuerpo, el recorrido exacto de sus venas, los laberintos implacables de su mente.
Supo que ése era el momento de cruzar e intentó correr. Los reflectores se acercaron, el piso rugió, las vías se sacudieron, los pastizales se agitaron y todo su cuerpo tembló. Luciana alcanzó a mirar el campo de lavanda apenas visible en ese gris atardecer. Percibió el aroma y se regocijó con el contraste de los colores. Los recuerdos de su vida se agolparon inquietos, las imágenes de su vida se sucedieron difusas. Su sangre corría más despacio y su alma despegaba de su cuerpo. Las ruedas de acero sacaron chispas a un destino que no estaba escrito pero que era inevitable. El tiempo se detuvo y sus sueños se desvanecieron en esos rieles. Sus ojos lloraron sin saber dónde mirar y el intrépido metal se hundió en su piel sellando las puertas de su vida.
A pocos metros de allí, un impertinente camino sinuoso se abría paso entre el celeste embriagante. Luciana comenzó a transitar ese sendero como si flotara, con sus ojos vivaces y su rostro sonriente; luego se apartó del camino y desapareció dentro del campo de lavanda.
En ese instante, un grito recorrió las calles solitarias del pueblo. En el cuarto de Luciana, su madre se hallaba de pie frente a la ventana abierta, observando un frasco y una jeringa tirados en el piso.
Nadie en el pueblo conoció jamás los senderos deambulados ni los aromas percibidos por Luciana. Nadie imaginó jamás las imágenes aprisionadas en la mente de Luciana. Nadie se enteró jamás cuáles fueron sus sueños adolescentes. Sólo se supo lo que la autopsia mostró.
Septiembre 2004
Analía Pascaner
Buenos Aires – Catamarca, Argentina
Ana Romano
En la orilla
Descalzos se observan
(en la orilla)
Apuradas
asoman las estrellas
cuando
abrazados, se desnudan.
Distracción
Desgaja
la luna
el deseo
La vanidad se atrinchera
en los manzaneros
Distrae la ficción
un balido mortecino.
Avispas
Subyacen en las celdas
Mientras
desmenuza gardenias
Darío
les canturrea.
Hilachas
Aciagos murmullos
alfombran las hojas
En el barro
desplumados recuerdos
Entre tules
sucumben
las hilachas.
Leontina
Panaderos
en los libros y su quietud
Leontina parpadea
frente a los nardos
y sucumbe
ante unas mariposas.
Lucas
Crepita
en la moribunda noche
de Lucas
esa risita.
* * *
Te descubro en las quietudes
en los insomnios acordonados
y cuando se agitan las cenizas
Poemas
misterios
¿voraces?
empujan
y me provocan.
* * *
Un ingenioso tajo
abre los postigos
de un alma encerrada.
Poemas inéditos
Ana Romano
Poeta nacida en Córdoba. Reside en Capital Federal, Argentina
Damián Andreñuk
Versos por Vincent Van Gogh
Con una paz de corderos de ojos santos
sirven el café, todo harapos y renuncia
en una comunión azul
que abriga de la noche que se extiende.
Con las manos gastadas comparten luminosamente.
Las caras neblinosas, dignas en la aceptación
como pájaros enfermos.
Creciendo en un altar de miseria.
Salvándose de absurdos apetitos de animalidad desbocada.
¿Una isla de ceniza?
¿Una caverna gangrenosa en continuo declive?
¿Un rancho humilde con ángeles de labios tibios?
¿Quién puede señalarles bendición o naufragio?
¿Están de pie en los escombros de sus sueños arrasados?
¿Hay un alba de diamante escondida en su pobreza?
Poema inspirado en la obra “Los comedores de papas”,
de Vincent Van Gogh, 1885
* * *
Versos por Rafael Sanzio
Un arcángel venciendo a la crueldad.
Al príncipe del crimen.
A los ejércitos de las tinieblas
y sus ojos predadores.
A quienes bailan al son de una música siniestra.
A gusanos extraviados en la concupiscencia mediocre.
A los reptiles que esparcen humo negro
y cascadas de un odio interminable.
A los ligados a cielos malignos.
A los que escupen lo bello y lo sagrado.
Un arcángel audaz y redentor
en la hermosa gloria del combate
con un pie sobre la espalda de la oscuridad
y la luz de la justicia en la punta de su arma.
Un arcángel con un lirio bendecido
contra el hambre del dragón.
Un arcángel instaurando un nuevo Edén.
Un arcángel que ennoblece cualquier noche.
Poema inspirado en la obra “San Miguel”,
de Rafael Sanzio, 1518
* * *
A lo Oliverio
En
el rigor
de múltiples
pobrezas y una lucidez
corrosiva un exilio un despertar
un mazazo violento en la conciencia
el silencio de la comprensión más terrible
la época feliz en los brazos de una madre
el deterioro imparable de la carne
el calor de palabras con afecto
la vejez acercándose
al extraño sol
del otro
reino.
Desdecir la muerte
Vamos sin miedo a desdecir la muerte
quienes forjamos zafiros con el sufrimiento
y lanzamos delirios como rayos
desvariamos al cruzar la lucidez
expresamos claramente lo terrible
ponemos arcoíris en el aire
bajamos la sabiduría de los astros
arrancamos las máscaras opacas
celebramos la música y el fuego
adoramos el vino y la inocencia.
Vamos con verdad a desdecir la muerte
a nombrarla con simpleza “mutación”
a recordar las maravillas que merecen un brindis
a despedir sin culpa
lo que queda en la piel seca
de niveles anteriores de conciencia
extraigamos bendiciones de la sombra
comulguemos con el éxtasis con el amor sin desenlace
cuidemos el rubí de las pequeñas alegrías
hagamos frecuentes las invocaciones a los antepasados
hagamos una fiesta escandalosa
por cada carcajada que obsequia la niñez
bebamos el licor santificado
de todo lo que aviva
desentumece
o despierta.
Damián Andreñuk
La Plata, Buenos Aires, Argentina
Rolando Revagliatti
Ambas con la vigilia
Ambas con la vigilia
a hombros
y un airecillo insondable
¡No te nos escaparás!
con nuestros corazones
en tu fibroso trinchante.
Rengueando
Amanecí ardua
(escasa por el insomnio)
rengueando de la equidad
(mis patitas
del medio).
Ya casi
Ya casi no vivo:
estoy atrapada
Atrapada en una familia:
la mía.
Enamorada
Enamorada de mi miedo
es mucho el frío que hace
donde me interno:
la tapa de mis sesos.
A un país
A un país
súbitamente lejano
se me van
espantadas
la senectud de mi amado
y mi niñez.
Seré, si no
Seré dichosa si no
te decepciono
Deberé trasuntar que no sé
lo que aprendí
lo que siempre intuí
y luego confirmé
Seré dichosa si no
te decepciono.
¿Amenazada?
Erra en mí
que lo construyo
Oficioso
sobre mis restos
Amenazada por su imprecisa seducción
mi abstinencia
lo dota.
Finó
Soy la mujercita
que se iba a casar
Finó mi prometido
y de momento
dicha circunstancia
me empobrece.
Usualmente
Él me dice usualmente esas cosas extrañas
y me abraza
Termino casi siempre sabiendo qué soy
Después
huye.
Poemas del libro del autor: Ardua. 4ª edición e-corregida
Rolando Revagliatti
Buenos Aires, Argentina
Sergio Borao Llop
No mires a los ojos de los maniquíes
No mires a los ojos de los maniquíes.
Sus ojos son la senda incomprensible
hacia mundos terribles nunca presentidos.
Todo en el aire parece agazapado
como en espera de un único movimiento en falso
para saltar definitivamente sobre tus últimas moradas.
Los maniquíes no saben hablar.
No es probable que uno de ellos se decida a amar.
Nunca podrás sembrar la dulzura en sus almas
porque sus almas están hechas de plástico.
Sus frías manos nada harán renacer.
El coágulo incoloro de sus rostros,
la rigidez enfermiza de sus miembros,
la quietud infinitamente repetida,
pueden causar lesiones en el corazón poco habituado
del incansable espectador de platea.
Pero no mires jamás a los ojos de los maniquíes
o tu alma podría hundirse en el fondo sin fe de los espejos
o peor, diluirse
en el cosmos sin fin de las regiones quietas.
Tu cuerpo yace en el camino
Tu cuerpo yace en el camino
y yo lo miro y me atenaza el dolor.
Un nudo aprieta mi garganta;
hay en mis ojos una estrella fugaz
que se desborda y cae
junto al mar de tu cuerpo inanimado.
Negro foso en tu pecho se abrió
y ahora la sangre te abandona cruel.
Y no puedo gritar,
sólo un sollozo mudo ahoga mi labio,
un sollozo que no puedes oír.
Ya nunca soñarás,
ni mirarás los campos y el sol.
Ya nunca, nunca más podrás despertar
y disfrutar de las praderas en flor.
Sonriente viene caminando
a recoger tu cuerpo ya sin vida y sin luz,
con el arma en la mano despiadada
y en los ojos la muerte,
el cazador.
Navidades blancas, negras
Navidades blancas, negras.
De insoportables ausencias.
Húmedas sombras de niebla,
amortajadas, me acechan.
Nevados cerros de antaño,
pirenaicas soledades
ensangrentadas de olvido.
Navidades blancas, negras.
Los caminos de mi tierra
sobre mis pasos se cierran.
Hoy preguntaron los lirios
por tu risa. Sin respuesta
quedaron las flores, muertas.
Navidades blancas, negras.
Cristales de hielo nievan
desdibujando tus huellas.
Entre los abetos verdes,
bajo las copas nevadas,
yace un alma atormentada,
un corazón que recuerda
otras navidades blancas.
Navidades blancas, negras,
sin villancico ni estrella;
en los copos que destellan
se adivina la sentencia:
Nadie traerá hasta mi celda
una brisa de esperanza
estas navidades negras.
La paloma fue viento
La paloma fue viento
en el sueño del niño que interroga
del niño que medita…
Que recuerda fue piedra, que fue tumba,
y hoy es niño y mañana...
¡Niño prematuro de blancos aladares!
Soñaba que viviría
en un país tal vez virgen quimera,
entretejida selva de asfaltos imaginarios,
o de naipes concéntricos o coloridas lluvias.
No sabe, no supo, quizá no sabrá nunca
calcular el tiempo real de un viaje por los mares,
pero sus manos arrugadas
conocieron el significado de una caricia
que aún recuerda.
Poemas inéditos
Sergio Borao Llop
Zaragoza, España
Adriano de San Martín
Sonatina
No te sientas triste Princesa.
¡Todo en ti es valor!
Mira ese mar que ondula en tus ojos,
ese sol que juguetea en tu piel.
Mira tus manos llenas de pájaros,
tus huellas desandando la arena.
No estés triste Princesa.
Te ofrezco un viaje a otro país,
un cruce de hierbas para el amor,
un vuelo para alcanzar la luz
fugaz entre los cuerpos y la flor.
No hay por qué estar triste, Princesa.
Mira a tu alrededor:
el cielo azulea para tus sueños,
la tarde enciende sus cellos, entiéndelo
niña: ¡ya nadie muere de amor!
No, no estés triste, Princesa.
Toma mis manos, cierra los ojos,
juguemos este juego de a dos:
Uno,
Dos,
Tres…
Y… ¡Vamonós!
Microhistoria
Uno siempre está contando una historia
por más conceptual que sea el asunto.
Una chica que llega, por ejemplo.
La esperás siglos en un parque,
en la estación de autobuses o de trenes.
De repente estás frente a la playa
o en una cabaña de montaña con ella.
Su desnudez te envuelve
en el púrpura resplandor de la tarde
o te cobija y protege con el velo magenta
que horada la ventana de los montes.
Camina a nuestro lado por potreros
rociados de santalucías, cercados por hortensias;
detrás, cuando descendemos el cañón hacia un río,
o atravesamos la inmensidad espejeante de una playa.
Te abraza arriba en los pinares o jaulares
donde el cenit indica ya la explosión de las ciudades.
Te ayuda a encender la fogata,
a preparar las viandas mientras descorchamos
el tiempo enjaulado de la vendimia.
Y se acurruca a tu lado, ya incandescente
el ritmo de las sábanas, mientras la luna moviliza
los bosques y animales de sus meandros,
y unos hilos de plata penetran las cortinas de oro
ondulantes e invictas sobre nuestros cuerpos.
Amanece. Colina arriba sobresalen dos enormes butacas
verdes y vacías entre la niebla acariciadora de sembradíos.
La taza de café se enfría porque son breves los días felices.
Uno siempre está contándose historias.
Macrohistoria
Saboreo el carajillo y miro por la ventana displicente.
Un comemaíz picotea el cristal con vehemencia.
A su manera pide desayuno o cierta atención.
Quizás embobado acude a mi embobamiento.
Poso la taza. La invasión a Ucrania se da en el 2014,
los rusos la defienden una vez más. La nuestra
fue en 1492. Desde entonces las guerras mundiales,
las invasiones, el capital originario, Europa
creyéndose el ombligo del universo. Tal vez
el pajarillo no entienda nada de esto. Quizás
lo sabe con mayor claridad, está en su ADN.
Porque desde los tiempos de los titanes, los anunnakis,
nos han observado hacer la guerra, no el amor.
En la pantalla repiten, repiten, repiten, los goles de anoche.
El país entero ruge en mi cabeza por las copas de tinto,
las tapas. Una víctima más de la jornada futbolera,
zombi abandonado en la sala/comedor cual argonauta
en el tiempo/espacio de otras jugadas, otras palabras.
El comemaíz voltea la cabecilla, se larga desesperanzado.
Me decido. Enciendo la pipa. Nada mejor que un buen café
para las pequeñas/grandes historias de una mañana aguardentosa.
Del poemario del autor: Secuencias, 2023
Adriano de San Martín
San Carlos, Costa Rica
Gustavo Vaca Narvaja
Zakin
Retrato de una Mujer Toba
Lejos de una vegetación cubierta en bruma
De portentosa solemnidad silenciosa
Se abre una luminiscencia vacilante
Alerta al asombro
Acorralada quizás por el tiempo
Se desvistió el día, liberado de niebla
En una claridad teñida de magia
El susurro del río, homenajeado
por racimos de espumarajos enredados
Refleja una difusa imagen acompañada
del revoloteo de aves de caprichoso plumaje
cabalgando sobre notas imaginarias
Del réquiem…lacrimosa…de luz eterna
Inunda la vegetación el gris a verde intenso
El cuchicheo del agua en un concierto
profundamente abismal y puro
Una imagen delicada
Acaricia el cristal biselado
La brisa humedece su rostro
La luminosidad, confirma un sol inclemente
Zakin, encendida en el
Mágico reflejo de su semblante
Irrumpe…
¡Una mujer concebida por la belleza!
¡Una plácida fantasía viviente!
Un templo acariciando el cielo
Efigie perfecta y dócil
Quietud mansa sobre la orilla del río
Zarandea rizos caprichosos con sus manos
Su desnudez de doncella, paraliza cualquier permuta
El tegumento refulgente por agua esparcida
Da un brillo extraño a un cuerpo firme.
Liso. Libre de vello.
Vaporoso; sólidamente agraciado
Sutilmente esquivo, cualquier intento intrépido
Dos planetas prominentes
Florecen en su pecho, con dos yemas jactanciosas
Oscilando solidarias y vírgenes
Contrasta su talle poco enunciado
Decreta el inicio de piernas, semejando dos anhelos
Buscando entrelazar pasiones
Sus facciones, delicadamente recortadas
Parecen cinceladas sobre un ébano grácil
Pómulos orgullosos, afloran de impetuosos augurios
El mentón…riñe un cielo límpido
Sus labios; encarcelan el capullo del néctar
Zakin desnuda…Insaciablemente desnuda
Semeja la madre…de América, de Castagnino.
O extrañas reproducciones de Velázquez
Con el color de tez, propia del pincel de Cézanne
Mientras el espectador inerme se mantiene erguido
Estoico y embelesado, desgarrando su orgullo
Sin lograr arrinconar la mirada de Zakin
Esa imagen emociona y desconcierta
Tanta beldad salvajemente bizarra
¡No es aquella Zakin…
Cubierta de holgados atavíos, que conoció huyendo!
Tampoco; con quien platicó en el huerto
O aquella joven, fugada
Ahora…
En el natural marco de una agreste naturaleza
Emerge una Zakin distinta; inundada de candidez y pureza
Liberada de espectrales resentimientos
Abandonados por su designio
Ahora; es…
Una mujer…Del monte impenetrable
Extrañamente desafiante
Orgullosamente dotada de hermosura
Humedecida con filamentos de sombras
Y resplandeces de media mañana
Racionando disimulos
A propios y extraños
¡Una mujer fantaseada por la belleza!
¡Una plácida ilusión viviente!
Encumbrada en un pedestal de frescura
Acarrea un impaciente desvelo
Que la descubre en un sueño
Innegablemente real
Zakin…
Gustavo Vaca Narvaja
Neuquén, Argentina
Luis Carlos Fallon Borda
La patria de mi dolor
¡Entréguenme sus muertos!
Los decapitados, los hambrientos;
los miserables de condición errante
y rostros de ceniza;
A los desalojados de sus tierras;
A los que nunca alcanzaron trabajo ni jornal;
A los parias que han sido marginados;
A los escarnecidos con el odio,
¡A quienes fueron obligados a callar!
¡Yo me anexo sus vidas sin futuro;
sus sueños y esperanzas destruidos;
vidas rotas que nunca lograron germinar!
Entréguenme también a los desgarrados;
moribundos; incompletos; heridos; ¡mutilados!
¡A los que cayeron en los envilecidos
campos minados;
A los niños raptados de sus padres,
en la lucha inmoral!
¡A los líderes muertos; a los desaparecidos;
A quienes han sido sustraídos del gesto compasivo
de una tibia caricia en el amor!
Entréguenme a todas las mujeres ultrajadas;
A aquellas escarnecidas por la
desesperanza, o el dolor!
¡Yo me apropio de las sufrientes madres
que lloran a un hijo asesinado;
o a las que ocultan en sus ojos,
los rastros del horror!
¡Denme a todos los seres negados
en la vida, a los estigmatizados,
por las ideologías del terror!
Yo los reclamo a todos, justos o renegados.
¡A mí me pertenecen!
¡Yo cargo el cruel dolor de esa simiente!
Escúchenme, culpables o inocentes:
¡Hablo Yo, la Justicia!
¡Basta ya! Fratricidio, sordidez, desenfreno;
no más depredaciones, no más sangre!
¡Ha llegado el final de esta ignominia!
Cuando el furor de la contienda acabe,
en su orgía de muerte y egoísmo,
la compasión, que vence a la barbarie,
más allá de la infamia o el delirio,
llamará a la concordia, sin rencores,
y a la paz sin olvido!
Han sido necesarios tanto horror, tanta degradación,
el sacrificio de tantas generaciones,
tanta sangre derramada?
¡Acordamos la paz!
¿Y ahora qué viene?
¿La salvación de ríos y jazmines?
¿La luz de las doradas mariposas?
¿La redención del hombre
que agoniza en la tierra?
¿Ahuyentar el dolor?
Buscar el alma que se nos
fue en la guerra?
¡Acordamos la paz!
¡La senda está trazada!
Con la fatiga a cuestas,
por el arduo camino,
quizás no se marchite
esa esperanza!
Nota del autor: Poemas de denuncia a la violencia en el conflicto colombiano. Miami, Florida, 2025
Luis Carlos Fallon Borda
Poeta nacido en Colombia. Reside en Miami, Florida, EEUU
Salomé Moltó
Me importa
No tanto me importa
que hayas guardado
tu infancia en frescura
me importa que tengas
el alma sensible
el corazón abierto
y la mano tendida.
Curtir la piel
Volveré a caer
y me volveré a levantar
Me quejaré en el dolor
y gozaré en la bonanza
así cada vez
así sin desmayar
pues en el mucho dolor
y en el poco placer
he curtido mi piel
Andar
Y es mi camino el que ando
es mi angustia la que sufro
tú andas el tuyo,
tú sufres la tuya
A mi lado puedes caminar
si quieres
un instante, un momento
en un infinito espacio
Yo no paro mi camino
no detengo mi proyecto
Si me sigues, no te pares
Yo no puedo ya esperarte
mas es mi camino el que ando
y mi angustia la que sufro.
Mirar al viento
Llegué corriendo pero
tu barco había partido
he ahogado mis lágrimas y deseos.
He levantado los ojos
para mirar al cielo,
unas ligeras gotas
me han acariciado.
El intenso azul del cielo
es devorado por las nubes
que raudas y voraces
avanzan hacía el horizonte.
Y un ligero rayo se adelanta
cruza los montes, penetra en el agua
invade tu cuerpo fatigado
y del vigor que emana
mi ansia se escapa.
Salomé Moltó
Alcoy, Alicante, España
Beatriz Caserta
Ella
El atelier lo muestra como un cazador de bellezas. Siempre había pintado modelos desnudas.
Claro está que para él, como para la mayoría de sus pares, lo bello no estaba en la perfección de un rostro o en la anorexia exigente de las pasarelas.
El pintor descubría en los rasgos, en las expresiones, incluso en las imperfecciones, lo genuino del encanto que plasmaba en la obra.
Las modelos no siempre responden a la rutina de volver día tras día a posar varias horas. De modo que por su atelier habían pasado varias. Hubo algunas que significaron algo más…
Recuerda el día qué llegó Maribel.
Entró y le dijo – ¿Paul, me das un minuto?
Cuando iba a contestarle, ya estaba detrás de él.
Totalmente desnuda, con unas botas hasta el muslo y una mirada que taladraba los sesos.
Señaló la ventana – Apuesto que allí voy a posar… digo, por la luz del mediodía.
Dominó la situación desde que entró. Un torbellino de hembra sin límites.
Lo llamó Paul y no era su nombre; decidió el lugar donde posaría…
Su pincel hizo los honores y ella supo agradecer.
Hubo más encuentros y un día, fue el último.
La extrañó, Maribel, en su desenfado… escondía una infinita ternura, que cuidaba no exponer.
Y, si algo la delataba, calzaba su abrigo y un - Hasta mañana Paul - daba fin a la jornada.
Una tarde llegó Mirian… él no podía dejar de mirarla.
Piernas increíblemente perfectas, largas y finas sostenían una figura esbelta, con curvas insinuantes, naturalmente sensuales.
El pelo negro y pesado enmarcaba su rostro anguloso, de rasgos imperfectos. Su belleza lo perturbó. Había encontrado lo que hacía tanto buscaba.
¡Era ella! Y estaba allí.
Pero su experta mano no podía plasmar tanta hermosura. Cambió de pinceles, de colores, pero nada lo convencía.
Ella no se sorprendió, cuando a poco menos de hora y media le dijo:
- ¿Podría venir mañana para hacer algunos retoques? Estoy un poco cansado.
- Sí, claro. Se cubrió con el abrigo, tomó su bolso y caminó hasta la puerta.
Al salir, se volvió. - ¿A la misma hora? – el abrigo se deslizó insinuante.
La imagen de la modelo no lo dejó conciliar el sueño.
Ya amaneciendo, limpió y ordenó el taller.
Preparó café y todo estaba listo, cuando escuchó la puerta.
El segundo día transcurrió igual; ella posando y él, la admiraba en silencio.
El tiempo voló. sin que ningún trabajo se completara. Pidió nuevamente que regresara y ella asintió.
Esa noche decidió que le pediría que siguiera siendo su modelo.
Con el tiempo, ella lo conocería y quizás se enamorara, como lo estaba él.
En esa ensoñación se durmió relajado y sonriendo.
Se despertó muy temprano, se afeitó, cambió de ropa y ansioso esperó su llegada.
Ella… jamás volvió a tocar su puerta.
Hoy, varios años después, sigue pintando.
El puerto lo seduce. Desde que aparece en el horizonte la luz del sol; hasta el indeciso color de la hora que precede al crepúsculo.
Tiene magia y romanticismo, amores que se van y que regresan.
Historias de soledad, de reencuentros y de olvidos.
Él… muy temprano ordena su atelier, prepara café y mientras bebe, su mirada no se aparta de la puerta.
Cuento del libro de la autora: Desandando
Beatriz Caserta
Buenos Aires, Argentina
sábado, 11 de octubre de 2025
Editorial
con voz propia Nº 145
Revista literaria
Octubre 2025
Propietaria – Editora – Directora: Analía Pascaner
Publicación creada en noviembre de 2006
Distribución y publicación gratuitas
ISSN 2314-0275
Cuando ya nada nuevo sorprende, cuando cada paso y gesto nos parece repetido, cerebro y corazón se adormecen en una rutina insípida y hueca. Sin embargo, qué extraordinaria energía nos inunda cuando, por fin, regresa la curiosidad, el afán por saber.
María Oruña
25
Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.
Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.
38
Atraviesa la calle,
dicen que todo el barrio
y yo digo que nadie.
Pero escuchando, ansiando,
oigo en su mismo centro
el alma de tus pasos,
y me parece un sueño
que, sobre el empedrado,
alza tu pie su íntimo
sonido descansado.
Miguel Hernández
España, 1910-1942
De: Cancionero y romancero de ausencias
Para cuando la razón entiende lo sucedido, las heridas en el corazón ya son demasiado profundas.
Carlos Ruiz Zafón
Revista literaria con voz propia
ISSN 2314-0275
Propietaria: Analía Pascaner
San Fernando del Valle de Catamarca
Catamarca – Argentina
Las expresiones derivadas del material literario aquí publicado, son de exclusiva responsabilidad de cada autor.
Analía Pascaner
Sólo le quedó una ligerísima tristeza, una melancolía que empañaba levemente todo lo que hacía y vivía.
Tabea Bach
Autores publicados
Albert Camus
con voz propia Nº 145
Revista literaria
Octubre 2025
Autores publicados en esta edición:
Manuel Serrano
Autores publicados desde inicios de la revista con voz propia:
Las expresiones derivadas del material literario aquí publicado, son de exclusiva responsabilidad de cada autor.
Analía Pascaner
Revista literaria con voz propia
Publicación y distribución gratuitas
ISSN 2314-0275
Propiedad, dirección y edición: Analía Pascaner
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)